sábado, 27 de febrero de 2010

El tiempo suspendido







Estoy acabando de leer estos días una tesis doctoral que presenta Patrícia Fagundes, directora escénica brasileña y actriz, que cursó con nosotros el máster y ha trabajado en una visión de la escena que me sorprende, me cuestiona y me trae de vuelta a mi memoria. Trabaja sobre la festividad, lo dionisíaco, como origen y cimiento del teatro. No lo trágico, ni lo re-presentacional, ni lo didáctico, sino lo celebratorio, la farsa, el carnaval, el desbordamiento de la realidad, el desencadenamiento de la pasión y la caída de las máscaras de lo cotidiano.
Sus autores fueron los autores que conformaron a una generación, la mía: Eros y civilización, etc. Una lectura inversa de Freud para aprovechar las fuerzas de la vida como fuerzas de libertad.
En realidad pienso en otra cosa: en cómo la fiesta, el rito, el carnaval, ..., son tiempos suspendidos, momentos que nos sacan de la historia, del tiempo pautado y medido por la causalidad ordenada por la cultura, y nos llevan y nos traen, nos sitúan en un tiempo de nadie, en una ventana de vida colgada. Tiempos de canto y danza, tiempos de rocanrol, tiempos de ucronía. La fiesta, el juego, suspenden la causalidad, se mueven en un terreno de lo que podría ser: el cuerpo ya no es cuerpo, la historia se subvierte y el poder se dobla. Tiempos vacantes y bacantes, cuando la vida no se esconde: tiempos en los que el teatro deja de ser un espejo oscuro para convertirse en samba o procesión. Son tiempos de metáfora, donde los mismos significados están en suspenso, es el tiempo de las máscaras sobre el que escribe Guille de Eugenio.
No puedo sino situarme en tiempos que son míos: tiempos de la Credence y de Led Zeppeling, tiempos Janis Jopling (recuerdo la canción que Leonard Cohen dedicó al lío que tuvieron ambos "Chelsea Hotel": "me gustan los tíos guapos/pero me arreglaré contigo"; "Janis, la manis,..." escribía Aníbal Nuñez en uno de sus poemas del tiempo luminoso; " la más turbadora..." respondía a carcajadas Paco Castaño,...); el tiempo de las cerezas, cuando Leonard Cohen todavía no había cantado el fin de la fiesta.

Sí: el teatro nace de esa fuerza que nos eleva de la historia, que nos hace humanos porque nos permite por unos momentos dejar de ser historia y convertirnos en leyenda.

Pero no: tampoco. El tiempo suspendido es más que el tiempo del rito celebratorio. El tiempo de la guerra y la muerte es también tiempo suspendido. Los aqueos suspenden sus rencillas, matan a sus hijas y van a morir al lejano reino de los argivos y durante años la historia se suspende. Las formas de hubris, Venus y Marte, Eros y Thanatos, nos llevan de la mano al cielo o al infierno fuera de la historia. El tiempo del amok, de la furia incontrolada, no es menos tiempo bacante: tiempo en que las danzantes desmembran al dios y beben su sangre.
Tiempos de juegos: de amor y guerra.
Tiempos de teatro.

lunes, 22 de febrero de 2010

Otros cuerpos

A veces hay que contar las cosas, cuando las explicaciones son difíciles de dar o de encontrar.

Vengo de dar una de mis tres clases en una asignatura complementaria de Humanidades titulada "Tecnologías apropiadas". La iniciativa es de un grupo de ingenieros sin fronteras, muy militantes, de la escuela de industriales de mi universidad, que se pasan los veranos colaborando en sistemas hidráulicos para países africanos y que están obsesionados por difundir el trabajo que falta por hacer de diseño de nuevas tecnologías sólo en apariencia "débiles". Más del sesenta por ciento de los alumnos eran de Economía, jugaban con los móviles, hacían cuentas, discutían sobre fútbol. En algo me he equivocado: suelo dar bien las clases y enganchar a la gente. Me proponía contarles que lo de "apropiadas" no es para que crean que hay que llevarles el mensaje a los negritos (con perdón), sino que es un problema de cómo pensamos las relaciones entre justicia y tecnología, y de cómo queremos re-diseñar el mundo. Les planteé: empecemos por este aula, por este grado, por esta universidad. Como si lloviera. Salí más o menos derrotado, más que menos. Les pedí que, por favor, se fueran todos los cazadores de créditos, que yo les daba la asistencia por cumplida. Ni por esas, sólo algunos más cínicos lo hicieron. Sé que es culpa mía, que quizá no pensé ni expliqué bien mi problema.

Llego a mi ordenador y me encuentro con el anuncio que viene más abajo de un seminario sobre "El problema conceptual de otras mentes", de la Sociedad Aristotélica.

Demasié. Too much for me.

Me plantea problemas serios sobre mi identidad profesional. Ya soportaba mal que hubiese un problema conceptual de otras mentes, una herencia imbécil de la filosofía cartesiana. Pero no acabo de asimilar que haya un problema conceptual de otros cuerpos.

Después de tomarme una cerveza, contar cien y respirar lentamente propongo varios seminarios posibles:

El problema corporal de otras mentes

El problema mental de otros cuerpos

El problema mental de otros conceptos

El problema corporal de otros conceptos

¿Alguien se apunta?: tomémoslo como un "Call for papers".






THE ARISTOTELIAN SOCIETY

Second term of the 131st Session, 2009-2010

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TODAY - Monday 22 February 2010, 4.15 pm

The Conceptual Problem of Other Bodies

Joel Smith, University of Manchester

The meeting will be held in room G22/26 on the ground floor of the South Block of Senate House, University of London, Malet Street, London WC1E 7HU.

Admission is free and open to the general public.

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The full programme for the 131st Session is here.

Membership and other enquiries should be directed to the Executive Administrator. Alternatively please visit our website where the programme is available and online subscriptions can be made.

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*REMINDER*

2010 Joint Session of the Aristotelian Society and the Mind Association

University College Dublin

9th - 11th July

The Joint Session is the annual conference of the Aristotelian Society and the Mind Association. It is the largest and primary conference for philosophers in the United Kingdom. There is a wide subject base and international speaker profile.

The deadline for submissions for the Graduate Sessions and the Open Sessions for the 2010 Joint Session is now 1 March 2010. Please click here to view the Call for Papers.

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Mark Cortes Favis

Executive Administrator

The Aristotelian Society

Stewart House, Room 281

Russell Square

London WC1B 5DN

www.aristoteliansociety.org.uk

mail@aristoteliansociety.org.uk

+44 (0) 20 7862 8685

jueves, 18 de febrero de 2010

La hierba bajo el zelote






Le escuché el otro día con cercana distancia: las palabras parecían tocarme, los conceptos me empujaban fuera. Fue en un seminario como otros. Hablaba de víctimas y victimarios, de la fenomenología de la conciencia moral y de cómo nace la alteridad como parte de la sensibilidad moral. Oía sus palabras como si hablase de otro mundo: sostenía que el primer movimiento es sentirse en pecado, después viene la misericordia, o la compasión, o algo así. Da igual, mi discrepancia era epidérmica, no intelectual. Sentía que quien comienza a sentirse en pecado o culpable es como el personaje de Kafka en El proceso: perderá su vida ante una puerta sin saber que le estaba destinada. Nunca sabrá de qué se le acusa. Mientras le oía me decía a mí mismo que el sentido de justicia nace de la ira, del resentimiento y la rebelión, no de la autoinculpación ni la derrota. Da igual, por lo demás me caía bien. Había dedicado su vida a predicar una forma de pensar, hacer, vivir. Había sacrificado mucho, se había sacrificado mucho. Me enteré que ahora su orden, o su iglesia, o lo que fuera, ya no le consideraba ortodoxo, no confiaba en él y le había declarado más enemigo o adversario que los adversarios de siempre; que sólo esperaba ya la sentencia final.
Recordé una historia que cuenta Bordieu en La miseria del mundo: una entrevista entre las muchas con las que levanta en ese libro un mapa de la desolación contemporánea. Un vago guión muchas veces oído: ella había militado por años como lesbiana en los movimientos feministas radicales, había dedicado su vida, su carrera, todo, a la causa. Ahora su grupúsculo la rechazaba, decía que se estaba aburguesando, que ya no era de fiar. Quedaba sola en el mundo, quedaba en una soledad fría que sólo siente el disidente al día siguiente de la "autocrítica". Recordé muchas historias parecidas, más o menos lejanas, algunas demasiado cercanas como para pensarlas aún con distancia. Historias de zelote abandonado por los suyos.
He estado discutiendo últimamente con varios amigos sobre La cinta blanca y sobre los orígenes del autoritarismo. Recordé la historia mientras le oía hablar, más cuando supe de la espada de ortodoxia que cuelga sobre su cabeza. De la guadaña que siega la hierba bajo los pies del zelote y le abandona en un desierto de sinsentido. Y no supe si sentir ira o compasión.

domingo, 14 de febrero de 2010

Goethe y las cotiledóneas

Goethe es un extraño para mí: lo he leído con fruición en sus novelas y poesía y, por ciertos atavismos del sur, me parece lejano en lo cultural y lo personal. Y sin embargo le entiendo en muchas formas de ser/estar. No en las aristocráticos ademanes ni en los comportamientos elitistas que le caracterizaron, pero sí en la planificación tranquila de la vida, en su manera de estar en el tiempo considerando la poca trayectoria que tenemos como una carrera de resistencia, no de velocidad. Escribe ya tardíamente, cuando era conocido por muchas, demasiadas, cosas:

"El público desorientado, en tanto que desea ser servido bien y uniformemente, demanda de toda persona que persevere en su propio ámbito. Es una demanda bien cimentada pues quien desee lograr la excelencia, que es infinita en alcance, no debería aventurarse en toda senda que Dios o la Naturaleza le ofrezcan. Por esta razón se espera que una persona que se ha distinguido en un campo y cuya manera y estilo son reconocidos y estimados, no deje ese campo y mucho menos se aventure en uno completamente ajeno. Quien lo intente no encontrará gratitud, e incluso si lo hace bien no será elogiado. Pero una persona de intelecto vivo siente que no existe para el público sino para sí misma. No quiere agotarse ni desperdiciarse haciendo siempre lo mismo, una y otra vez. Es más, una persona con energía y talento lleva algo universal en sí que la obliga a olfatear por aquí y por allá y a seleccionar su campo de actividad de acuerdo a sus propios deseos."

Goethe investigó los colores y publicó escritos sobre Botánica defendiendo la unidad de lo orgánico como despliegue de una forma desde lo simple a lo complejo. En él se encuentran las bases que han configurado el formalismo contemporáneo de Hegel al estructuralismo francés. Su romanticismo y su actitud ilustrada y científica ante el mundo no se enfrentan sino que se entremezclan de una forma a veces compleja y difícil de entender, a veces clara: su larguísima obra sobre el aprendizaje de un chaval que quiso ser actor y acabó siendo artesano explica bien su trayectoria: llega a ser lo que eres, no te importen las clasificaciones de mérito social.
Quienes tnemos que vivir con el curriculum vitae colgado del cuello como collar (bozal) sabemos más que bien de lo trágico del ideal goethiano. Se supone que fue el ideal renacentista, pero es falso, es un ideal completamente moderno, en una modernidad configurada por las profesiones: "profesar" como acto de subordinación y sumisión a una "disciplina" social.
Todos los años me encuentro ante el dilema de quien tiene que aconsejar, y a veces dirigir, los primeros pasos de la vida de quienes te siguen. Me gustaría decirles, como en la carta paulina: "prueba de todo, quédate con lo mejor". Me gustaría decirles: "disciplínate", sigue una senda recta e identificable. Y sé que mis deseos son contradictorios como lo es mi vida.
Mis colegas me miran a veces con esa simpatía distante de quien se siente seguro en su camino y alaban (con compasión) el que me interesen cosas contradictorias. A veces, creo que miran así al mundo. Y me acuerdo de Goethe, sólo alabado en su ciencia por Etienne Geoffroy de Saint-Hilaire, un marginal en la ciencia y en la política de la ciencia francesa napoleónica frente a los triunfantes cuviers, que siempre lo tuvieron claro. Pero recuerdo a la vez un texto de Charles Lyell, quien visitó el sancta-sanctorum de Cuvier y describe con ese destructivo sarcasmo que sólo los anglosajones poseen: un salón grande, con once escritorios todos limpios y ordenados por sus colaboradores y unas mesas bajas donde a veces descansaba. El gran científico que dominó la ciencia europea. Creo haber conocido ya unos cuantos cuviers: su mesa limpia y ordenada, su despacho limpio y ordenado, su cabeza limpia y ordenada, su cerebro limpio y ordenado.
Prefiero las cotiledóneas de Goethe.

miércoles, 10 de febrero de 2010

El salvaje ante el barco

Uno de los más bellos párrafos de Darwin en El origen de las especies es el que sigue:

"Cuando no veamos ya un organismo como un salvaje contempla un barco, completamente fuera de su comprensión; cuando miremos todas las producciones de la naturaleza como seres que han tenido una larga historia; cuando contemplemos todas las complicadas estructuras e instintos como el resumen de muchas disposiciones útiles todas a su posesor, del mismo modo que una gran invención mecánica es el resumen de trabajo, la experiencia, la razón y hasta de los errores de numerosos obreros; cuando contemplemos así cada organismo, ¡cuánto más interesante --hablo por experiencia-- se hará el estudio de la historia natural!"

Darwin nos recomienda mirar a la historia para comprender y sabe que el interés nace de la comprensión histórica de un organismo, pero podría haber dicho lo mismo de una persona (un ser orgánico muy particular) o de sus acciones. La comprensión y la historia están ligadas, pero también lo están la confianza y la historia: confiamos porque la historia y la confianza se refuerzan. Entendemos porque la historia y la comprensión se refuerzan.
Lo malo es que la mala historia y la comprensión y la confianza no se debilitan, simplemente, se rompen. Mientras que los lazos de confianza y la ventana de la comprensión se refuerzan con el tiempo se rompen con el instante. Y después viene el infierno.
Una vez que la confianza se ha roto ya sólo queda el trabajo y la fuerza de la evidencia: cuando los lazos de confianza se rompen, restaurarlos exige un largo trabajo en el que sólo la evidencia admisible, en un largo proceso de acumulación, va haciendo recrecer lo que antes fue un vínculo estable. Confianza y evidencia se sostienen pero también se contradicen. Si pedimos evidencia es que no tenemos confianza, si damos confianza es que rechazamos la evidencia. Por eso es tan peligroso decir, y mucho más difícil aceptar, "confío en ti". Si uno acepta esa frase acepta sus consecuencias. Es un performativo radical, una transformación en la historia como "te perdono". No puede decirse ni aceptarse impunemente.
Así la comprensión: se refuerza con el tiempo, se rompe con el instante. Hay ciertas situaciones que al cambiar nos dejan como el salvaje que ve aparecer un barco en el horizonte y ya no sabe si es parte del paisaje o un monstruo inexplicable.
Podría referir la figura a muchas cosas, pero estos días los telediarios me dejan como un salvaje ante un barco.

sábado, 6 de febrero de 2010

Los ojos del morlock


La historia es bien conocida por las varias películas más que por la lectura de la novela La máquina del tiempo de H.G. Wells: en el futuro, las clases pudientes y los proletarios habrían evolucionado por separado dando lugar a los bellos eloi, tan ociosos como amables y encantadores, y los morlocks, oscuros cavernícolas hábiles constructores de maquinaria que de vez en cuando usan a los eloi para complementar su escasa dieta. Una discusión con Toni Gomila y Camilo Cela-Conde acerca de la evolución de la mente humana me llevó a quedarme pensativo sobre lo extraño de la evolución de nuestra especie: una especie extremadamente sensible a los nichos que ella misma creó, de forma que sus funciones son híbridos de la naturaleza y la cultura, cambiando así el escenario evolutivo. Nichos cambiantes que producen una diversidad de conductas y habilidades sin parangón con las otras especies de simios: una variedad que hace dudar de la misma noción de "naturaleza humana". Y aquí comenzaron mis cavilaciones: en general, el marxismo sospechó siempre del darwinismo, intentando evitar toda alusión a constantes humanas no determinadas por la lucha de clases. El marxismo oficial siempre se sintió más cómodo en una versión lamarckiana de la evolución, en donde la misma idea de especie no es sino un flatus vocis y todo consiste en la adaptación al medio a través de la fuerza de las necesidades y la ulterior transmisión cultural. La añoranza antidarwiniana entre los marxistas no es menor que entre los católicos, aunque por diferentes necesidades. Hasta aquí, seguían mis pensamientos una senda más o menos orientada por las viejas y nuevas controversias.
Pero irrumpían en mi cabeza sin cesar las noticias del día: cuatro millones y algo de parados, a los que habría que sumar los que esconden las estadísticas bajo esas cosas de cursillos para parados, es decir, cuatro millones y medio reales; un millón en donde todos en la familia están parados; los bancos siguen aumentando sus beneficios y ocultando sus cuentas; los dos partidos principales haciendo el idiota pensando en qué dirá la prensa mañana, etc... Fue cuando recordé la historia de los eloi y los morlocks.
Quienes vivimos en el jardín del paraíso de los eloi no escuchamos las maldiciones de los morlocks: a estos barrios no llegan los morlocks más que por la noche, para mirar los cubos de la basura (ya no son "sintecho", son gente con la que uno se encuentra en la esquina y que solamente se distingue por la mirada desvaída y descreída). La "naturaleza humana" parece dividirse en dos: la de los eloi y la de los morlocks.
No hay miedo, los eloi no tienen miedo de los morlocks: no saben de su existencia más que por los telediarios.
Pensamientos no deseados que irrumpían en mis consideraciones acerca de si es posible aún un programa de investigación sobre ciertas constancias humanas, sobre la naturaleza humana. Y de nuevo recordé cuando Marx aún no era marxista y decía cosas como que sólo cuando no hubiese clases comenzaría la historia humana. Y pensé que sí, que tal vez no somos/no tenemos naturaleza ni cultura, sino esperanza y desesperanza, futuro o pasado.
Ya que la televisión nos ha ilustrado sobre la vida y la muerte en Haití, tal vez deberíamos en pensar en nuevas formas de turismo multiaventura para observar a los morlocks en su hábitat natural. De día, claro, de lejos, claro. Una forma de resolver la crisis: propongo.

lunes, 1 de febrero de 2010

El año que vivimos peligrosamente

En El jardín de los senderos que se bifurcan, Borges metaforizó la vida sartrianamente como una ilimitada serie de decisiones que optan por un camino y dejan otros. Demasiado optimista y demasiado pesimista. La vida está más dada y menos dada de lo que Borges creía en los tiempos luminosos en los que le cupo escribir. Pienso, me pienso, ahora, la vida como una historia terminable en la que hay tiempos sagrados en los que se decide tu destino por un tejido de acontecimientos en los que te ves envuelto y sólo a medias logras darle sentido, aunque sabes que están ocurriendo acontecimientos que te desbordan, como esa mañana del 11-s en la que supimos que el mundo había cambiado pero no cómo ni hacia dónde.
Estos días evalúo una asignatura fin de carrera (para algunos) y, como siempre me ocurre, me cuelgo en una red de preocupaciones por las vidas que vendrán de aquéllos que infinitesimalmente dependen de mí. Y recuerdo, Amacord, el tiempo, los tiempos, que transformaron mi vida.
Cada cual tienes sus modos y sus tiempos. Pero, ésta es mi reflexión por esta tarde, hay tiempos especiales, tiempos que nos especian y nos transforman, tiempos peligrosos en los que vivimos en el filo. Tendría que pensar con más cuidado, pero para mí fue fundamental la transición de los dieciséis a los diecisiete, cuando descubrí a la vez a Camus, a Leonard Cohen, a Led Zeppelin, a Tapies, a los Manuscritos de Marx ( y todo lo demás, la relacionalidad, lo acogedor que tiene el otro). Vivir peligrosamente: sabía y no sabía que todo se estaba decidiendo, que dependía y no dependía de mí, que estaba en la cuerda floja, que dependía el futuro de mí sin saber cómo. Por eso era peligroso. Los peligros reales e imaginarios que me acecharon después sólo fueron anécdota. Cuando, más tarde, quise haber sido Lou Reed y haber vuelto del wild side, fue porque parte de mi generación no lo logró y se quedó colgada en muchas ramas de la historia.
Soy, sorry, fruto de los empujones que me dieron en aquellos momentos, como si mi vida hubiese discurrido por callejones estrechos, llenos de una procesión hacia ningún lado, y tus decisiones hubiesen nacido de la acción-reacción de los codazos de la historia.
Vivir para contarla. No hay otra.
Pero aún así, cuando te sientes en esos momentos en los que tu brazo puede dejar a alguien fuera del sendero del jardín, te abruma la nostalgia y la esperanza