viernes, 18 de enero de 2013

El tiempo de las pantallas





La presentación el miércoles pasado del libro de Juan Martín Prada en La Central del Reina Sofía me había vuelto a plantear uno de los problemas más viejos de la teoría de la cultura desde la época del modernismo: cuál es el valor, si lo tiene, de la autonomía del arte (sigo, de otro modo, con mis últimas divagaciones sobre el lugar de la filosofía también como territorio autónomo).

Juan se plantea en este libro las dificultades que el arte contemporáneo (el más contemporáneo) presenta tanto al lego que se enfrenta a una obra como al crítico y teórico que tiene que dar cuenta de ella. Reconoce que ya no es posible ver al crítico como el sabio que desvela el significado profundo de la obra, del mismo modo que tampoco cabe enfrentarse a estos nuevos objetos e imágenes como acertijos que deben ser resueltos para encontrar su mensaje oculto. Su propuesta, luminosa, es pensar la obra como un nudo que debe ser desatado, encontrando los muchos hilos y conexiones con el mundo en que habita el espectador.

La obra, diría yo, parece haber perdido de su función de portadora de significado propio para convertirse en otra cosa, probablemente en una ocasión para crear sentidos nuevos en la mirada y la vida del espectador y en su momento histórico.

De ahí mi pregunta inicial: ¿cuál es el valor de la autonomía del arte? El hecho de que no haya un rastro limpio entre las características de la sociedad y las del arte nos lleva a esta pregunta. Cada sociedad produce su forma de arte, pero seguramente no en el modo que les gustaría a los grupos sociales. Ni a los hegemónicos ni a los subordinados.

Juan nos plantea otra segunda pregunta: ¿qué arte cabe hacer y pedir en un tiempo en el que los medios culturales fagocitan toda actitud crítica y la desarman o convierten en propaganda propia a mayor velocidad que la de la invención creativa? ¿Qué arte cabe en el tiempo de las pantallas?

La respuesta está también en la idea anterior. Si no hay nada que desentrañar, tampoco hay nada que  pueda ser utilizado. Una obra como una pregunta que debe ser respondida por el espectador cambiando su vida. Desde esa manera de entender el arte, la obra no es tan claramente susceptible de ser apropiada: cuando puede ser apropiada por todos, porque nadie es dueño de su significado, el acto de apropiación se convierte en otra cosa: en crear nudos nuevos de relación entre la obra y la vida.

Da igual que los picasos ya sean  fotos de calendario y que Telefónica use las asambleas del 15M para hacer publicidad de sus tarifas. La imposibilidad de apropiación del arte nace de la extraña propiedad que tiene de tejer referencias, matices, sugerencias, deseos y promesas de otra forma de vivir sin el orden y concierto sobre los que se asienta el poder. Tiene más de siembra que de fruto.

Hay, sin embargo, que matizar: autonomía se puede entender en el sentido culturalista, el de los elitistas como Harold Bloom y señores del canon, que se sienten dueños de las llaves del sentido y el valor, es decir, en tanto que una tradición histórica que sólo rinde cuentas ante la propia academia del arte, y la autonomía como extraño don que tienen algunas obras humanas para trascender a su tiempo y condición para convertirse en preguntas sin respuesta.


4 comentarios:

  1. Juan Maria Prada toca puntos totalmente cruciales en lo que respecta al arte que claro esta deriva en la cultura de nuestro tiempo.

    “Reconoce que ya no es posible ver al crítico como el sabio que desvela el significado profundo de la obra, del mismo modo que tampoco cabe enfrentarse a estos nuevos objetos e imágenes como acertijos que deben ser resueltos para encontrar su mensaje oculto. Su propuesta, luminosa, es pensar la obra como un nudo que debe ser desatado, encontrando los muchos hilos y conexiones con el mundo en que habita el espectador”. Muy deacuerdo en esta frase pero pienso que el” critico” u “experto” es capaz de deshacer el nudo que debe ser desatado necesita saber el terrero dentro del cual se creo las conexiones, por medio de las cuales se creo el hilo y se formo el nudo.
    La creatividad colectiva esta en juego, como esta en juego nuestra cultura, manipulada como muy bien dice Fernando “Cada sociedad produce su forma de arte, pero seguramente no en el modo que les gustaría a los grupos sociales. Ni a los hegemónicos ni a los subordinados”.
    Si evocamos lo anterior hay poco que desentrañar, es cierto pero nos lleva a pensar y a organizar una nueva manera de crear no las formas del pasado, individualismo del Ego ya esta superado, La obra de arte comienza por una pregunta Como sobrepasar la parte observador objeto, ver y mirar la parte significante creativa de su vida. Lo significante y significado el acto de apropiación se convierte así en otra “cosa”: en crear espacios nuevos concebir la universidad como verdaderos espacios de creación y vida donde arte y la educación tomo la forma de creación transdisciplinaria. Acinidino

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  2. Gracias por la entrada, pero me pregunto: Si la obra tiene autonomía respecto del autor, si ella, por sí misma, es capaz de ocasionar en el espectador nuevos nudos y sentidos, ¿de dónde le viene ese poder?, quiero decir, según esta concepción, ¿cuál es el origen del que se forma lo artístico?, ¿y en virtud de qué puede acontecer esa extrañísima conexión con el espectador para que éste teja sus propios nudos? Gracias

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  3. En este "tiempo de pantallas", en esta sociedad digital, cualquier obra de arte que pretenda serlo, no nos olvidemos, ha de mostrar, como naturaleza propia,vida (hálito), fuerza(aliento) y soplo (conexiones con el entorno). En todo ello se aloja precisamente la autonomía del creador y de su obra, su firma e identidad. Y ¿qué arte cabe hacer en estos tiempos presentes? Este interrogante, como bien se sabe, se abrió en el momento en que "el mercado" encontró su mercancía y todavía hoy está por cerrar: todo artista que se precie de ello es consciente de que desayuna cada mañana sobre el mantel de esa pregunta. No obstante, no puede ignorarse que nuestra sociedad digital ha abierto un espacio lleno de riesgos y retos a la autonomía de los artistas; algo o mucho que les obliga a buscar nuevos modos de usar las técnicas y de tratar los materiales y de "gobernar" los medios. En cambio, este "tiempo de pantallas" puede convertirse en un inmenso "escaparate", siempre soñado por los artistas pero, ahora, a la altura de sus manos, mientras sean sean capaces de preservar la "originalidad" de su obra en un mundo donde proliferan las imágenes.

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  4. Rival legal teams, well-financed and highly motivated, are girding for court battles over the coming months on laws enacted in Arkansas and North Dakota that would impose the nation's toughest bans on abortion.
    For all their differences, attorneys for the two states and the abortion-rights supporters opposing them agree on this: The laws represent an unprecedented frontal assault on the Supreme Court's 1973 Roe v. Wade decision that established a nationwide right to abortion.
    The Arkansas law, approved March 6 when legislators overrode a veto by Democratic Gov. Mike Beebe, would ban most abortions from the 12th week of pregnancy onward. On March 26, North Dakota went further, with Republican Gov. Jack Dalrymple signing a measure that would ban abortions as early as six weeks into a pregnancy, when a fetal heartbeat can first be detected and before some women even know they're pregnant.
    Abortion-rights advocates plan to challenge both measures, contending they are unconstitutional violations of the Roe ruling that legalized abortion until a fetus could viably survive outside the womb. A fetus is generally considered viable at 22 to 24 weeks.
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