tag:blogger.com,1999:blog-900520704743868193.post394748725093755647..comments2024-03-07T22:58:26.050+00:00Comments on El laberinto de la identidad: El secreto de la confesiónFernando Broncanohttp://www.blogger.com/profile/11429418531791789721noreply@blogger.comBlogger2125tag:blogger.com,1999:blog-900520704743868193.post-6124671795834123452008-09-23T14:22:00.000+01:002008-09-23T14:22:00.000+01:00Hols estitxu: magnífico contraejemplo a mi propues...Hols estitxu: magnífico contraejemplo a mi propuesta!Fernando Broncanohttps://www.blogger.com/profile/11429418531791789721noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-900520704743868193.post-42484794257958258382008-09-23T13:33:00.000+01:002008-09-23T13:33:00.000+01:00Tu entrdad, me ha hecho recordar algo divertido. T...Tu entrdad, me ha hecho recordar algo divertido. Tenía unos ocho añitos cuando se celebró mi primera confesión. Como en buen cole de monjitas que se precie, todo sacramento se celebra a lo grande, para deleite de los papases y mamases que iban a ver el espectáculo. Íbamos bien disfrazaditas con nuestras túnicas, los zapatos relucientes y el pelo recogidito –siempre el recato-. En la entrada a la iglesia nos colocaron en fila india y nos dieron a cada una un cirio encendido para la entrada triunfal. Delante de mi iba Fulanita Menganitez, que llevaba el pelo larguísimo en una trenza. Yo siempre he sido bastante despistada y me maravillaba ya desde entonces con mucha facilidad, así que seguramente estaría en aquel momento con la boca abierta mirando alguna imagen sagrada des vestíbulo, o incluso el dobladillo de alguna monja. Claro, cuando volví a mirar hacia delante había la trenza de Fulanita Menganitez había prendido fuego y chillé. Se la apagaron muy rápido, pero se armó mucho revuelo y empezó a llorar muchísimo. Me sentía muy apenada por ella, que tenía que estar tan guapa. ¡Pero había sido sin querer! La cosa se debió de arreglar de alguna manera rápida y eficaz, que a eso no hay quien gane a las monjitas, entramos en la iglesia y empezó la ceremonia. <BR/>Cuando me tocó por fin entrar al confesionario, el cura, como buen cura, estaba ya al tanto de mi hazaña y después de preguntarme si había dicho mentirijillas, o había tenido envidia de los juguetes de alguien me dijo:”¿Y no hay nada más?” y yo dije tan segura y repipi: “No”. “Y ¿lo que le ha pasado con Fulanita Menganitez?” insistió. “Pues eso no se puede confesar” le dije repitiendo como el loro repipi que era la lección de catequesis “porque para confesar un pecado hay tener conciencia de haberlo cometido, intención y arrepentimiento. Yo me arrepiento de haberle quemado el pelo, pero fue sin querer, así que no había intención”.<BR/>Y sin embargo hoy, que no me confesaría jamás ante un cura, me habría sentido culpable...<BR/><BR/>Pd: Y como muestra, un botón: Siento haberme enrollado tanto...Anonymousnoreply@blogger.com