Los filósofos y los salones son como los niños y los parques. Se necesitan: un salón sin filósofos es como un jardín sin flores, un filósofo sin salones es, simplemente, un borrador de filósofo; un perpetuo opositor, egregia figura de la ecología hispana. Eso ha sido al menos la regla social desde Grecia, donde ya los salones cambiaban de carácter: para la gran mayoría fueron el ágora, para algunos privilegiados (Platón, Aristóteles) los salones del trono. ¿Qué ocurre ahora, que los filósofos ya no son invitados a los salones? Toni Gomila me envía este artículo de un filósofo en ascenso académico en la galaxia norteamericana, Jason Stanley:
http://www.insidehighered.com/views/2010/04/05/stanleyPara los filósofos profesionales o aspirantes el artículo es apasionante. Stanley se queja de que en Estados Unidos los filósofos no sólo se han distanciado de los humanistas, sino que en los practicantes de las humanidades progresivamente abjuran de, o aborrecen a, los filósofos. De los grandes premios académicos de Humanidades concedidos en Estados Unidos, los premios MacArthur, sólo 6 filósofos los han recibido, y aclara Stanley que tampoco son "muy filósofos": Stanley Cavell, Patricia S. Churchland, Leszek Kolakowski, Richard Rorty, Thomas M. Scanlon, Judith N. Shklar. Hasta 60 comentarios ha recibido el blog, lo que prueba que la herida duele. Jason Stanley se queja de que los humanistas desprecien a los filósofos y los consideren gente abstraída en conceptos y lenguajes abstractos; se queja de cómo se ha malinterpretado el lugar del positivismo lógico y de lo analítico; se queja de que la academia ha cambiado abandonando a una filosofía que sigue fiel al proyecto ilustrado: la "mainstream", la corriente dominante en Estados Unidos, sostiene, sigue fiel a Descartes, Kant y a la gran filosofía, a diferencia de los humanistas, y a diferencia de gente (cita) como Nietzsche o Slavoj Zizej que se habrían ido a los márgenes. Los comentaristas se explayan más con la filosofía "continental": Foucault, Derrida, y todos los santos. Stanley se queja de que las Humanidades no atiendan ya a la gran tradición filosófica y se hayan quedado colgadas de figuras menudas y menores.
Stanley ha escrito un libro muy discutido, un buen libro, titulado Knowledge and Interests, en el que defiende la naturaleza contextual y gradual del concepto de conocimiento y la idea de que el conocimiento depende de cómo los intereses determinan los estándares de evaluación. Es un libro muy libre y muy interesante que es recomendable aunque algunos no acepten su lenguaje analítico. Stanley no ha considerado necesario ni referirse ni citar a Habermas o, quizá, sospecho, ni siquiera lo ha leído. Pero reivindica la gran tradición. Es parte de lo que está sobre el tapete: la referencia a la historia, para él, es prescindible aunque en su argumento la continuidad sea un elemento retórico fundamental.
Quizá parezca que mi sarcasmo me sitúa del otro lado, en el que supuestamente estarían los humanistas: la filosofía como historia de la filosofía, el discurso de filosofía como casa de citas, la filosofía como género literario. Pero no: el que suscribe ama y odia a un tiempo las virtudes y los defectos de la tradición analítica (por no decir que forma parte de las sociedades española y europea de filosofía analítica); ama y odia un tiempo las virtudes y defectos de la tradición fenomenológica y hermenéutica; ama y odia a un tiempo la necesidad de estar presente en la vida cotidiana y el respeto a la profundidad conceptual; ama y odia a un tiempo el estar dentro y fuera de los salones. Lo nuevo, lo que le asusta y preocupa al que suscribe, es que la academia se haya dividido entre humanistas y filósofos. Esto es nuevo en Estados Unidos, donde sospecho que Dewey y James, por no decir Thoreau, se estarán removiendo en sus tumbas. En Europa han ocurrido muchas cosas: el mundo germánico se ha dividido entre una creciente admiración por el estilo francés y el estilo analítico; el mundo francés ha abandonado su admiración por lo alemán y se ha ensimismado en su tradición; el mundo italiano,....; el mundo inglés, quizá, haya terminado imponiendo en parte su estilo, como los cocineros españoles. Ahora bien, mutatis mutandis, la situación no es diferente a Estados Unidos. Como en el cómic de Axterix, la zanja ha dividido a la aldea. El problema es más serio de lo que parece: que la filosofía se haya divorciado de las humanidades y las humanidades de la filosofía es una de las peores catástrofes culturales que afectan a la cultura contemporánea. En los días de Dante, algunos comenzaron a llamarse humanistas para distanciarse de los lógicos de las universidades. Fue un tiempo creativo pero catastrófico tanto para las humanidades como para la filosofía. Tuvo que llegar el barroco para restaurar una relación que había conducido a todos a una situación extrema.
Observo con pena la falta de cultura humanística de muchos filósofos (de cultura literaria, de cultura artística,... de cultura simplemente); observo con pena la falta de cultura filosófica de muchos humanistas (de cultura lógica, de claridad de conceptos y palabras); observo con pena la progresiva distancia entre la filosofía divulgadora y la filosofía académica; observo con pena cómo salones se han llenado de turbamultas. Y tengo nostalgia de los tiempos de la filosofía en el ágora.
Estos