El teatro es y ha sido siempre el arte de la palabra. Los
agonismos y antagonismos se reflejan en el intercambio de palabras, en las
formas de enunciación y en los silencios y silenciamientos.
Nos gusta el teatro porque representa la acción, sostenía
Aristóteles. Pero esta representación no se muestra simplemente a través de un
relato visual, sino que se refleja en los intercambios discursivos y en la
forma en que los actores la describen.
Es siempre una aproximación indirecta en la que lo narrativo
deja espacio a otras formas discursivas como el razonamiento o la poesía y el
lenguaje indirecto.
En esta mezcla de recursos lingüísticos es donde la
dramaturgia crea una complejidad en el tratamiento de la acción que va más allá
del relato, al menos en las formas lineales de las narrativas realistas, e
incluso más allá de las formas vanguardistas del flujo de conciencia. En cierta
forma, la narrativa contemporánea ha aprendido más de lo teatral que a la
inversa.
Como en el síndrome de Tourette, el lenguaje teatral puede generar
expresiones no controladas por la razón del personaje, y es en las formas
liberadas de expresión en donde la dramaturgia puede explorar los límites del
lenguaje y la acción intencional, como esos tics fuera de control que abren la
puerta a las oscuridades de la mente que genera la acción.
El teatro es por ello un campo de interpelación a la
filosofía que es puesta a prueba en sus intuiciones por la escena o las escenas
en que discurren los antagonismos que imagina la dramaturgia. Así, podemos
poner a prueba la utopía platónica en las tragedias de Sófocles, o el
pensamiento cartesiano en las obras de Calderón, o la filosofía del lenguaje
wittgensteiniana en las obras de Beckett.
Hanna Arendt, Jacques Rancière y Judith Butler, reivindicando
la tesis aristotélica, han insistido mucho en la construcción discursiva del
sujeto político y en la construcción política del sujeto en el discurso. En las
tres aproximaciones, el lenguaje y el poder interaccionan en el espacio común
de la palabra. Me intrigan estas tres formas de distorsión del lenguaje por el
poder o de tres expresiones del poder en el discurso que pueden ayudar a
entender las complejidades de la tesis aristotélica.
Escena 1: Interrupciones
En Antigone Interrupted, Bonnie Honig desarrolla una
(más) interpretación de Antígona y del antagonismo entre Creonte, Antígona e
Ismene. La construcción del sujeto político, afirma Honig, se produce a través
de la forma de antagonismo discursivo que es la interrupción. Joseph Losey y
Harold Pinter habían llevado a cabo una interpretación de la dialéctica
hegeliana del amo y el esclavo en El sirviente. Hegel, por otra parte,
considera Antígona como la formulación más nítida de la emergencia del sujeto
en la disputa de la ley de la carne contra la ley del estado. Las
interrupciones, sin embargo, abren una luz mucho más matizada de la dialéctica:
la interrupción no es traducible a simple falta de reconocimiento, es un
mecanismo profundo del discurso para hacer emerger la palabra en el espacio
común.
Escena 2: Malentendidos
Jean Paul Sartre en A puerta cerrada imagina el
infierno como una conversación inacabable y cerrada entre seres que no se
entienden ni personan a sí mismos ni entienden ni perdonan a otros. Sartre pone
a prueba la alteridad hermenéutica en esta obra, directamente relacionada con El
Ser y la Nada y, más que ser una simple ejemplificación, es una exploración
de un territorio que no puede ser simplemente interpretado como mala fe, sino
que desvela uno de los modos en que el lenguaje y el discurso expresan la construcción
y destrucción de los sujetos políticos: el malentendido como regla, no como
excepción.
Escena 3: Cambios de tema
Harold Pinter, en No Man’s Land confronta a dos personajes
que se han conocido bien tiempos atrás y que tienen serios problemas de
memoria. En el debate sobre lo pasado se van intercambiando afirmaciones sobre
el otro que no solo dejan intacta la distorsión biográfica sino que la
refuerzan a través del mecanismo de cambio de tema que lleva el discurso a lo
que es el título de la obra: la tierra de nadie, la tierra sin seres humanos