lunes, 23 de junio de 2008

Caer de pie

En principio era una respuesta a Josep Corbí en el texto anterior, pero me vienen a la cabeza algunos matices que tendría que elaborar más. Dice Schopenhauer en "El mundo como voluntad" (Libro IV de El mundo como voluntad y representación, LXVI) "La virtud no puede nacer sino del conocimiento intuitivo que nos revela en los demás la misma esencia que en nosotros". Se me ocurre que éste es el mejor ejemplo de lo que he calificado una visión especular del mundo y de los otros. Incluso en concepciones abiertas a la otreidad se desliza a veces esta concepción del otro como espejo de nuestro yo. No es pues casual que Schopenhauer tenga que reconocer que toda moral consistente debe conducir al suicidio: aunque solo sea por el tedio de la repetición. Pero no: no somos así. La experiencia que le contaba a Pepo, que me parece la experiencia fundante de lo humano es la que adquieren los niños hacia los dieciocho meses, cuando son capaces de arrojarse en brazos de su madre superando el miedo al abismo, innato en todos los mamíferos. Arrojarse al vacío sabiendo que los otros están ahí para recogernos. Jugarse la vida no por los otros sino en los otros. Una forma de heroísmo muy humana.
Se aducirá que la experiencia humana a lo largo de la vida es la experiencia de los golpes que uno se da porque los otros no estaban ahí cuando esperábamos. Y se dirá que quizá lo que aprendemos, como el perro golpeado que somos, es la desconfianza y el miedo a los otros. Creo que ahí está en parte la raíz del mal.
Sería una ingenuidad negar los golpes y la experiencia de la injusticia: no, el resentimiento por lo que los demás deberían habernos dado es también una experiencia primaria, que nunca debe abandonarse bajo pena de no saber de qué está hecho el poder. Pero la experiencia no da por sí misma conocimiento. La desconfianza no es aún conocimiento, es simple existencia herida. El conocimiento, sospecho, es aprender a caer de pie. Somos como volatineros que esperamos la mano de los otros en el trapecio de la vida. Todos los días, en sesión de tarde y noche. Podríamos quedarnos abajo y no subir: no hay red. Pero el buen volatinero aprende a caer de pie y a volver a subir al trapecio. No subir allí significa que el otro tampoco encontrará las manos que esperaba.
Mientras tomaba el café de la mañana visité por un momento el desierto de Arabia: ahí os dejo un recuerdo:

5 comentarios:

  1. Lo difícil está en encontrar la confianza en los otros. Superar el golpe de habernos caído al vacío, a veces lleva su tiempo y cada cual tiene el suyo, pero el volver a salir al trapecio es innato. La desilusión y perder las esperanzas pueden llevar al suicidio o no volver jamás a intentar subirse al trapecio Ese volver a salir, sin embargo, lleva la experiencia negativa y también de superación consigo, pero hasta qué punto uno está dispuesto a saltar al vacío, de nuevo, sabiendo que los otros posiblemente no estarán, o incluso, están viéndote y no te ayudan a caer de pié?

    Creo que después de varias caídas, cuando se aprende a caer de pié, subir al trapecio es ya algo cotidiano, me explico, uno busca cómo caerse en mejor equilibrio, ya que la experiencia te dice que los otros si no están, es por algo, y hay que buscar el por qué.Mejor prepararse a la caída, esa es la experiencia positiva.

    Yo, no sé si es por lo desconfiada que soy en los otros, pero he llegado a la conclusión, que cuando caes del trapecio al vacío,(uso la imagen de tu foto), caes al desierto, y para volver a subir no puedes caer mal en la arena y morirte de sed, como esperar a que vengan en tu ayuda.

    Ahora, demos la vuelta a la tortilla. Sabemos esperar también a los que caen? cómo sabemos si caen bien o no? Es en base a la experiencia?

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  2. Sí creo que das en el clavo de las dificultades de la confianza. Sin embargo, piensa en el instante en que ves al otro (perdona que use el masculino como genérico) lanzarse con los brazos abiertos. Ha creado un lazo contigo que es difícil romper. Es el milagro de la confianza. Poner la confianza en otros es un riesgo pero también un débil lazo con el que nos atamos al mundo. Pero sí, aprender a vivir tiene algo de felino. Hay un bello poema de Rilke sobre la pantera en su jaula que tiene mucho que ver con ese saber ir por la vida.

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  3. Creo que, de todas formas, nadie no se fia de nadie 100%, y hay momentos en la vida que te fías de alguien y te echas en sus brazos como dices. No importa las veces que te hayas caído en el vacío.

    Supongo que es una característica humana confiar en alguien, aunque la experiencia demuestre lo contrario. No existiría el amor. Tampoco la razón.

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  4. Me recuerda lo que se dice que hacen en Sicilia: cuando el niño aprende a saltar en brazos de su progenitor desde una mesa, éste se quita, y el chaval se da un golpe tremendo (aún no sabe caer de pie). "Para que no te fíes ni de tu padre", es la enseñanza que éste le da.

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  5. Gracias Jesús: la mafia es uno de los modelos que se han trabajado más en los estudios sobre la confianza. Los modelos de teoría de juegos, empleando precisamente esta estrategia dan como resultado lo que el título de un artículo clásico sobre el tema afirmaba: "Ojo por ojo, los dos ciegos". Precisamente

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