viernes, 26 de septiembre de 2008

Demasiada realidad

Hay gente con las ideas muy claras..., y muy fijas. Es un signo de madurez y estabilidad: yo no. Me ocurre por el contrario que el tiempo me pasa, que envejezco pero no maduro. Nunca he tenido las ideas ni muy claras ni muy fijas, es más, entiendo el pensar como drama y conflicto, como una tragedia en la que cada paso lleva a alternativas que atraen y repelen a la vez. La experiencia es a veces la experiencia del asombrarse y no ser capaz de adherirse. Un ejemplo: en 1967 Guy Debord, el situacionista, publicó La sociedad del espectáculo. Es uno de los iconos del 68 y una interpretación muy profunda de la sociedad contemporánea: "Allí donde el mundo real se transforma en meras imágenes, las meras imágenes se convierten en seres reales, y en eficaces motivaciones de un comportamiento hipnótico (...) El espectáculo se constituye allí donde hay representación independiente (....) El espectáculo somete a los seres humanos en la medida en que la economía los ha sometido ya totalmente. No es otra cosa que la economía que se desarrolla por sí sola..." (traducción de José Luis Pardo en Pre-textos, pg. 43). Frente al continuo espectáculo, forma del poder, la espontaneidad, la recuperación de la realidad. No por casualidad estuvo presente en mayo del 68, que tanto espíritu debordiano manifestó: "debajo de los adoquines que levantáis está la arena de la playa..." Cuarenta años depués Debord sigue siendo luminoso: ver el espectáculo actual como un espectáculo distancia y enerva, llama la atención hacia lo otro que no está en el escenario. Pero en el campo del pensamiento todo tiene su contrario (es curioso que todos los filósofos dogmáticos hayan comenzado sus libros escandalizándose por la falta de acuerdo y prometiendo que ellos acabarán con la controversia). Pues bien, digo: Frédéric Tellier, un pensador político francés, publicó en 2003 un inteligente libro titulado La société en son double en el que afirma exactamente lo contrario. La sociedad contemporánea, sostiene, está invadida de espontaneidad y realismo, ha acabado con la distancia y la representación, hay demasiada realidad. Y cree que los lazos sociales existen cuando la persona acepta su papel, su máscara, asume y obedece su guión y distingue entre sí y la necesidad de conservar los lazos sociales, que están hechos de formas: las formas, dice, son intermediarios entre la materia y la idealidad, hacen de nosotros lo que somos, seres en parte espontáneos y en parte receptivos. Abandonar el espectáculo es abandonar la posibilidad de distanciarse e imaginar, la posiblidad de narrar historias otras, y también de dar sentido a la representación. También estoy de acuerdo. Intento buscar formas de hacer compatibles las dos interpretaciones, pero que cada uno haga lo que pueda.

2 comentarios:

  1. Todos dicen lo mismo de maneras distintas

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  2. Hola, es verdad eso de que leer -dicho burdamente, imaginar, narraciones ficcionales pero de corte filosófico (ni precisamente académico ni profesional o por ventas)- es un ejercicio que aunque duele y requiere entrenamiento y poca gente esté dispuesta a ejercerlo, es una salvación, o al menos una puerta (-que salida suena a machismo-)de emergencia o simplemente otra perspectiva. También lo peor es cuando un estereotipo se crea y se cree, o cuando Youtube gana la atención, modo, y creencia de muchas personas. Ahora que se acerca en AL un 2 de octubre -matanza de estudiantes en el '68- han publicado algo que suena ya y casi siempre a hastío, petulancia, arrogancia o vergüenza para los contemporáneos, lecturas en radio de Octavio Paz -como poeta-: esto quiere decir a mi entender que la poesía (ojo y la poética en general) ayuda; al menos reconforta o nos recuerda en múltiples maneras la finitud, la fragilidad y la maravilla de poder ampliar los abanicos mentales, sentimentales y demás. O tal vez, que la regla de uso de 'nosotros' no contempla el que también hay muchos otros 'nosotros'. La fijación de ideas claras es siempre un esfuerzo colectivo; es como los cacharros tecnológicos que no solventan el milagro de estar vivos, si acaso dictan un nuevo modo de afrontar las situaciones, pero que continúan desarrollándose. Qué gusto ver la referencia ajena a la más típica de Baudrillard que también su idea de hiper-realidad desarma cualquier beso bien dado: o eso nos hacen creer. Saludos

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