Reflexiones en las fronteras de la cultura y la ciencia, la filosofía y la literatura, la melancolía y la esperanza
martes, 2 de septiembre de 2008
El presente eterno
Vivimos en el espacio, pero habitamos en un lugar: nuestro entorno está manchado con nuestras proyecciones, sueños, hábitos, temores y admiraciones. En el tiempo es más difícil hacer esa distinción. Como seres termodinámicos que somos, nuestro organismo es un enredo de ordenamientos causales que nace, cambia y muere para, en ocasiones, prestar parte de su ADN a otro(s) organismo(s), pero la persona que somos, que habita en ese ámbito nebuloso que está entre la realidad y lo imaginario, no es un simple objeto termodinámico. Nuestra historicidad es más complicada. Los pensadores orientados hacia la Historia como madre de la verdad, que decía Cervantes (Pierre Menard escribió "la Historia, madre de la verdad", pero quiso decir algo muy distinto) creen que el pasado es algo que pasó, distinto al ahora, y un tiempo que hay que conocer con cuidado y hasta con devoción. Yo tiendo a pensar que no, que los muchos pasados son parte del presente, como también los muchos futuros. Nos resistimos a abandonarlos, forman parte de lo que somos en términos de resentimiento, nostalgia, angustia o esperanza. Vivimos un presente eterno como seres que están relatando continuamente su existencia. Las fracturas del pasado o del futuro son síntomas de que algo anda mal en nuestra mente: cuando el futuro deja de actuar en el presente o el pasado se aleja, nuestro presente languidece. Tenemos muchos nombres para las distintas variedades de este anochecer del presente. Uno de ellos es la muerte, pero otros tienen nombres más técnicos. Vivir en el presente, carpe diem, no es sino hacerse cargo de un mundo que nos desborda por los extremos del ser histórico que somos. Así que si todo es política, también todo es política de la memoria y política de la imaginación. Y cuando ambas se debilitan nuestra identidad también se resiente. ¿Está en peligro nuestra imaginación?
No, nunca.
ResponderEliminarMe gusta pensar a la imaginación como memoria del futuro, memoria proyectiva que nos configura tanto como la otra pero con menos constricciones. Creo que la política de la imaginación puede ser más libertaria y responsable cuando no descarta sino que recupera a su simétrica de manera activa, cuando examina minuciosamente los presentes del pasado que también fueron en su momento imaginados como futuro. Y finalmente cuajaron en lo que cuajaron.
ResponderEliminarSí, la imaginación se mueve entre el pasado y el futuro activos, como también lo hace la memoria, que está hecha tanto de recuerdos como de proyecciones (recordar para...). Siempre está la responsabilidad como un componente del agente libertario que aspiramos a ser.
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