sábado, 27 de diciembre de 2008

El horno del herrero

Leo con fruición los manuales y libros de instrucciones de los aparatitos porque me resultan un lenguaje misterioso escrito por alguien que escribe oracularmente para no ser entendido. "Lee el jodido manual", reza una de esas frases de la jerigonza de los programadores y expertos en informática: léelo, tienen razón. Es una forma de literatura que nos rodea y que no leemos como literatura cuando deberíamos hacerlo. Hé aquí un texto de algo parecido a un manual de instrucciones. Está escrito en una tablilla de barro perteneciente a la biblioteca de Asurbanipal, en el siglo VII antes de nuestra era, pero seguramente es copia de un documento mucho más antiguo de la cultura mesopotámica. Son las instrucciones para comenzar a construir un horno metalúrgico en el que habrán de ser fundidos los metales.

Si quieres poner los cimientos de un horno (de minerales) elige un día apropiado en un mes favorable y pon los cimientos del horno. Una vez que hayas orientado el horno y te hayas puesto a la obra, coloca los embriones divinos en la capilla del horno --ningún crisol debe entrar allí ni ninguna cosa impura debe estar ante los ojos-- y derrama delante de ellos el sacrificio ordinario
. Si quieres meter el mineral en el horno ofrece un sacrificio a los embriones divinos, coloca un pebetero con el ciprés, derrama el kurunnu (una bebida fermentada), enciende el fuego bajo el horno y enseguida introduce el mineral en el horno. Las gentes que admitas cerca del horno deberán purificarse antes y solamente entonces las dejarás aproximarse. La madera que quemarás en el horno serán de sarbatû grueso, troncos descortezados que no hayan formado parte de ningún fascio y que hayan sido cortados en el mes de ab. Es la madera que habrás de quemar en tu horno.

Instrucciones de un ingeniero piadoso que sabe que las cosas han de hacerse como es debido, que no puede construirse un horno de cualquier manera ni echarle ahí cualquier madera. Exactamente igual que ese manual de instrucciones que me habla de extraños componentes que han de operarse según no menos extraños procedimientos.
Sigo con mi cruzada para intentar comprender la comprensión. Y me parece que los textos mesopotámicos y los manuales de instrucciones son buenos ejemplares para poner a prueba cualquier teoría de qué es comprender. Desde luego no es explicar, o mejor dicho: no basta con explicar. Cualquier historiador podría explicarme el texto, y quizá algún antropólogo y paleoingeniero explicarme también las reglas. ¿Las entendería?, ¿habría entendido lo que el texto dice aún sabiendo ya por qué están ahí esas normas?, ¿me consolaría el saber que nosotros sabemos mucho más de metalurgia? Quizá la explicación aún no se ha convertido en una voz de la que pueda apropiarme. Y no me interesa la idea de interpretar como jugar a ser un artesano asirio. Me imagino como asirio y como herrero, y sigo sin comprender el texto. Pero estoy seguro que un herrero asirio lo comprendía bien, y no se le ocurriría admitir a un impuro en su herrería. Sabía que el arado que estaba cociéndose en el crisol no serviría para mover los terrones y la tierra no daría fruto por su culpa.
Los encantadores asistentes del servicio informático me dicen cosas parecidas y yo las cumplo escrupulosamente. Ni por asomo se me ocurriría cerrar el sistema operativo sin las abluciones prescritas.

4 comentarios:

  1. me recuerda un libro de alquimia que tengo en casa de Giordano Bruno...
    claro, no escribía para ser entendido pero....!!!!

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  2. Para Reyes me he regalado un cacharro que tiene toda la apariencia de ser un teléfono, pero también es un mp8, cámara fotográfica, y mini-ordenador con impresora y escaner; hace análisis de ADN, test de alcoholemia, mide el nivel de glucosa en sangre y predice las probabilidades de lluvia para los próximos 126 días. Fernando, ya que se te da tan bien, ¿te leerías el manual de instrucciones por mí? Son unas 437páginas, pero trae dibujitos... (esos son los que más me cuestan y, encima, en ningún sitio encuentro a qué dioses encomendarme.

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  3. El manual técnico más antiguo que se ha conservado es asirio y fue hallado en la célebre
    biblioteca de Asurbanipal (668-626 antes de nuestra era). Su título: La Puerta del Horno, nos
    permite entrever el contenido.[R. Campbell Thompson : On the Chemistry of the Ancient Assyrians (Londres, 1925)] El texto describe, al principio, las precauciones que deben tomarse
    para construir el horno donde se realizarán las operaciones: “Si quieres colocar los fundamentos de un horno, escoge un día apropiado de un mes favorable. En cuanto los obreros hayan terminado el
    horno, ponte a trabajar. Toma a los que han nacido antes de tiempo, pero no mezcles nada extraño,
    nada impuro. Ofréceles libaciones; el día que coloques los ingredientes en el horno, haz un
    sacrificio en honor a los que han nacido antes de tiempo. Luego encenderás fuego bajo el horno y
    colocarás los ingredientes. Los hombres que trabajarán en ello han de purificarse; sólo entonces
    podrán acercarse al horno. La leña que arde bajo el horno debe ser madera de estoraque que no se
    haya utilizado para almadías y que haya sido protegida con cuero”.
    Los eruditos [R. Eisler: L’Origine babylonienne de l’alchimie, en “Revue de synthèse historique”, pp. 1, 25 (1961) ] han discutido durante mucho tiempo el sentido de estas palabras: “los que han
    nacido antes de tiempo”. ¿Se trata de fetos humanos y de una especie de sacrificio ritual para
    obtener favores de los dioses del horno? El buen sentido nos señala que no debía ser demasiado
    fácil conseguir fetos en Babilonia. Además, poner carne humana en un horno destinado a
    operaciones metalúrgicas entorpecería, de entrada, el trabajo de los fundidores. Debemos ver en esta
    expresión un tecnicismo para designar los minerales que no han alcanzado la madurez del metal o
    las piedras que han quedado en estado bruto y que no son preciosas. Por otra parte el tratado de La
    Puerta del Horno es muy preciso en sus descripciones técnicas. Así, el escriba señala que para
    calentar el horno es preciso tomar “madera que no se haya utilizado para almadías”: la madera era
    escasa en la baja Mesopotamia, procedía de las montañas de la parte alta del país y, para
    transportarla, se fabricaban almadías con pellejos de cuero hinchados y colocados debajo de un
    armazón de maderos. Los barqueros bajaban por el río en la almadía cargada de mercancías. Al
    llegar a las ciudades del delta mesopotámico, desmontaban la balsa y vendían la madera. Los
    pellejos deshinchados se cargaban en asnos y volvían al punto de partida para ser cargados de
    nuevo. Esta madera saturada de agua fangosa no era apta para el trabajo metalúrgico de un alto
    horno de reducidas dimensiones y era preferible utilizar madera seca transportada en la almadía y
    protegida por un toldo “de cuero”.

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  4. http://files.myopera.com/Filectio/files/La-Alquimia-por-Lucien-Gerardin.pdf?1291141368

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