Es curioso que asociara a Bacon con la sombra cuando aún no había visitado la doble exposición sobre la sombra del Thyssen/CajaMadrid. El comisario es Victor I Stoichita, a quien mucho leo, autor de la Breve Historia de la Sombra (Alfaguara) que está en el origen de esta exposición. La primera parte me interesó menos, por lo conocido: la sombra como mito del origen de la pintura ( la doncella corintia de Plinio el Viejo perfilando la sombra de su amante); la sombra como constructora del volumen del barroco; la sombra ocasional de la figura en el romanticismo, salvo el divertido cuadro sobre el origen del realismo socialista, lo demás es interesante por los cuadros en sí mismos y el rescate de algunos autores. Sube el interés y se desciende a más profundidad en la segunda parte en CajaMadrid, donde se muestra la sombra en la pintura, fotografía y cine del siglo XX, o al menos de la primera mitad. Es aquí donde aparece la otra dimensión de la sombra: la sombra como presencia de la no presencia; como amenaza; como reflejo de lo no consciente; como metáfora de la opacidad de la mente:
Discutía el otro día con Guillermo de Eugenio sobre los vampiros como figura contemporánea, sobre cómo el nosferatu ha conseguido perder su temible reflejo de lo amenazador y se ha convertido en figura de la otredad, incluso de la otredad del adolescente que descubre la complejidad de lo social. Murnau había conseguido poner en imágenes a Freud: el vampiro lo llevamos dentro, por eso viaja done vayamos y amenaza a todos los que nos rodean. Dreyer lo dejó aún más claro en su inquietante Vampiro, una película que consigue levantar la aprehensión incluso o sobre todo por su mismo lamentable estado de conservación, como si fuera el vestigio de un sueño que apenas recordamos: hay sombras que se desprenden y viajan solas, presencias de lo que no está, indicios de lo que acecha en el lago oscuro de la mente
En la selección de secuencia de películas (lo que más me impresionó de la exposición) aparecen algunas de las sombras más negras de la historia del cine: el Iván de Eisenstein, la sombra de Stalin que se cierne sobre las paredes de un palacio tan cercano al Castillo Kafkiano
o las sombras por las alcantarillas de la Viena de la posguerra donde habitan los fantasmas que construyeron Europa: la especulación, el militarismo, el desprecio y el cinismo, "el tercer hombre" que siempre reflejará el uso comercial de la inteligencia. El Tercer hombre de Carol Reed es la sombra de la memoria, la pesadilla de la amistad que recordamos con afecto y que no querríamos volver a encontrar:
Si Freud es el Señor de las Sombras, su profeta es, para mí, sin duda, a pesar de otros arcángeles de lo oscuro, Dreyer. Es quien asocia la luz y la sombra en los cimientos del imaginario. Gertrud en la sombra. Paredes de una habitación que miramos los espectadores del deseo que somos.
Decía Pasolini en uno de su poemas tardíos: "adoro la luz sólo si no ofrece esperanza". Cierto: es la madre de la sombra, la proyección de la presencia de la ausencia. Si la sombra hizo la pintura, la fotografía ha convertido la sombra en la proyección de los fantasmas de la mente.
A propósito de Pasolini y la relación Luz-Sombra: acaba de publicarse nuevamente en España "La maravillosa historia de Peter Schlemihl" de Chamisso (en la ed. Nórdica, 2009) donde el fáustico Schlemihl vende su sombra al diablo. Desesperación: sin lo sombrío no destacan las luces.
ResponderEliminarDavid