Se reacciona a la suerte mediante conjuros: destino, religión, loterías, ... Nos sirve de poco la razón para hacernos con la idea de la suerte. "Aceptar la suerte", "resignarse al destino"... La historia de la cultura es la historia de las vías de escape al pensamiento de la suerte. El Libro de Job cuenta bien cómo se reacciona ante la suerte en un juego de rebeldía y sumisión. Toda la filosofía antigua, de Aristóteles al estoicismo, es una larga meditación sobre la aceptación de la suerte. Que la suerte no te toque: que tu alma esté más allá de la suerte. Toda la filosofía del Barroco es un memento mori, un recuerdo de la suerte (como estrategia retórica para soñar el reino de lo necesario, el lugar donde ya no habrá más suerte y a donde nos deberían encaminar nuestros auténticos deseos)
Parece que la suerte amenaza lo que pensamos como el núcleo de nuestra existencia: nuestro plan de vida, el paisaje de futuro donde imaginamos existir, aún sin muchos detalles, aún sin creernos todo, pero que construye nuestra vida como un gepeese que ordenase cada acto en la dirección asignada. "Plan de vida" y suerte parecen oponerse. Como el GPS equivocado que ya no reconociese ni la calle ni el camino. Como si la suerte fuese la poderosa fuerza que amenazase nuestro plan de vida. Y de ahí la sorpresa, indignación, rebeldía que suscita la ruptura de los planes.
Nuestra psicología parece ser incapaz de mirar a la suerte de otro modo que no sea confrontación o sumisión. Como si no pudiésemos vernos como lo que somos: puro producto de la suerte; suerte congelada por un tiempo; suerte cambiante que se sueña a sí misma bajo la máscara de la necesidad.
Se me ocurre que hay, que debe haber, formas diferentes de estar en la contingencia, de saberse contingencia, que no sea confrontación o sumisión: el héroe o el esclavo. Se me ocurre que algunos filósofos como Spinoza y Nietzsche entrevieron esas formas: el impulso de persistencia, la voluntad de ser. No son algo ajeno a la suerte: son formas de suerte, maneras de estar en la suerte.
Como la hormiga que ha perdido el rastro de la fila en la era, todo es obstáculo, todo contingencia, todo pura exploración. Sólo le queda lo que la suerte le dio: voluntad de subsistencia más allá de la circunstancia, impulso de vida, incapacidad de rendición.
Corredores de fondo que olvidaron el lugar de partida y el lugar de llegada, que olvidaron cuál era el premio de la carrera y si acaso aquello era una carrera pero que siguen diciéndose: "otro paso más", "levántate y corre". Ese es el sentido de una vida sin sentido. Eso es lo que somos.
Estoy contigo.Creo que no hay suerte en esta vida ,creo que en vez de suerte hay casualidad ,la casualidad ,nunca es casualidad,siempre ocurren las cosas por un algo ,por una razón.Sigo buscando mi camino,tengo 39 años y aun no lo he encontrado,ojalá llegue el dia en que por fin lo consiga,creo que entonces seré feliz.
ResponderEliminarSi Hegel está en lo cierto entonces hablar de" mala suerte" sería una quimera o una disculpa, la coartada con la que justificar nuestra ineptitud o desidia. Pero si a veces se producen una serie de circunstancias que hacen que alguien sin excesivo mérito ni esfuerzo alcance sus propósitos,(quien más quien menos, todos disponemos de algún ejemplo a mano), hay ocasiones en que se producen circunstancias adversas que impiden a otro alcanzar el logro que persigue sin que nada hayan podido hacer su esfuerzo y su valía, lo que perfectamente nos permite hablar de buena y mala suerte, creo yo. Inteligencia divina, puro azar, ¡qué sé yo..¡
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