"Cada cuarto propio comporta la posibilidad de contener un ojo que mira o su equivalente óptico artificial. La mirada viene dada por el pensamiento de que puede haber alguien al otro lado que observa. Cada edificio repleto de ventanas esconde en cada una de ellas, apagadas, la contingencia de camuflar un ojo voyeur, la eventualidad de ser una ventana indiscreta.
Resulta inquietante, atemoriza ese lado que no llegamos a ver sino como potencial mirada tras una cortina o tras una fisura entre la puerta y la pared. En ese transcurso, de descubrimiento de la mirada se produce un proceso de subjetivación: no vemos el objeto sino la mirada misma, aquello que en el gesto se convierte en una entidad mítica."
Así inicia Remedios Zafra el capítulo "El cuarto de al lado" de su Un cuarto propio conectado (Fórcola ediciones, 2010). Es un libro de fenomenología poética de alguien que ha nacido y habita en la sociedad-net, de una netiana que examina su vida y las vidas contemporáneas bajo la luz de Virginia Woolf, quien había convertido el cuarto propio en signo de identidad: un espacio-cuerpo libre de sumisión.
El cuerpo-espacio que es el cuarto conectado nos relaciona con nosotros mismos y con el mundo bajo un régimen de miradas múltiples: miradas a la pantalla, ruidos que conectan el cuerpo con el resto de los cuerpos de la vecindad, avatares de uno mismo que andan libres por un espacio material-virtual y que son algo más que espejos, algo menos que yoes-otro, algo diferente al yo con el que dialogábamos cuando nuestra existencia discurría en el cuarto-habitación de Heidegger, morada oscura de un yo solitario jesuítico.
El cuerpo-espacio conectado es un cuerpo-mente extendido por un espacio material e imaginario a la vez, solitario y poblado de miradas. El cuerpo-espacio donde se desenvuelven las identidades netianas es menos un lugar, sostiene Remedios Zafra, que una heterotopía.
Una ex-posición tan llena de sugerencias como de iluminación de las zonas remotas de nuestra existencia. Tan profunda como la piel.
Las cámaras, cuando no conoces al que te mira ni sabes dónde se encuentran ni te han pedido permiso, resultan incómodas. Uno se siente observado, intimidad-o... si al menos conocieras los nombres y NIFs de quienes te observan...
ResponderEliminarFernando, comparto contigo esta lectura poética del libro de Remedios, un libro que ilumina efectivamente nuestros cuartos conectados más oscuros. Gracias por tu reseña y por tu lectura atenta.
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