La historia del juego (no su definición en forma matemática) consiste en un bien (pongamos, una tortilla) que debe ser dividido entre dos agentes. Uno de ellos, A, tiene el cuchillo para hacer la división (es el agente que hace una oferta que supone equitativa); el otro, B, tiene la capacidad de decidir: puede aceptar el trozo que le toca o no. Los resultados son que si B no acepta la oferta los dos pierden todo, si la acepta, la tortilla se reparte de acuerdo a la oferta. El juego se juega una vez, por lo que los agentes se encuentran ante una decisión que no pueden corregir sobre la marcha aprendiendo del contrario.
Uno abre los periódicos y parece que la economía, los mercados y los gobiernos del mundo, juegan el juego del ultimatum: los gobiernos hacen una oferta y los mercados deciden. El juego real es más complicado pues importa la información que se tenga sobre el otro agente, y a veces ocurre que los agentes reales se entremezclan, pero el juego describe grandes rasgos de la situación, como el llamado dilema del prisionero durante la Guerra Fría. Como se sabe bien en psicología de la Teoría de Juegos, una de las mejores estrategias en estos juegos es ser o fingir ser completamente irracional y loco: se suele contar la historia del ladrón que entra en casa y amenaza a la familia con una pistola a cambio de la bolsa. Si el cabeza de familia es suficientemente frío como para volverse loco y, pongamos por caso, tirar la llave al agua, el ladrón queda sin fuerza en la amenaza. Uno diría que las continuas descripciones de los mercados como histéricos, locos, etc. suenan bastante a esta estrategia. El juego entonces pasa a una nueva fase en la que el bien a repartir se convierte en una apuesta sobre la racionalidad del otro. Si los dos se vuelven locos, el caos, si uno convence al otro de que está loco, gana. Los mercados juegan con la ventaja de que tienen una máscara que impide ver las caras y es más fácil hacer creer que están locos. La verdad, si yo fuese los gobiernos diría que la opción más racional es irme de vacaciones. Es curioso, estos dos días, cuando comenzaba la amenaza, la noticia de primera página de los grandes periódicos de opinión económica (Wall Street Journal, Financial Times y otros generalistas) era quíén estaba de vacaciones y quién no. Me pregunto por qué. ¿Y si todos hubiesen tomado la decisión de Berlusconi e irse a la playa dejando a Doña Ángela y sus mercados pensativos?
(Si alguien se pregunta qué bien se reparte aquí, está claro: es un mal. Es el reparto de la pobreza o las rebajas de las políticas que se han llamado el Estado del Bienestar (¿quién rayos le pondría este nombre?). Los gobiernos deben decidir cuánta desigualdad social son capaces de inyectar en el sistema antes de que salten los plomos, los mercados decidirán si es suficiente). El próximo gobierno conservador seguirá en el juego pese a lo que cree: podrá rebajar todo lo que quiera los bienes públicos, pero se endeudará por las políticas de seguridad (para aguantar la presión de la calle (Sol) y rebajas de impuestos (para aguantar la presión de la calle (Serranos).
No estoy de acuerdo con tu reflexión. Sólo has explicado un tipo de juego: el que participan 2 agentes. Pero hay muchos más. Los solitarios, y los que participan más de dos, como la petanca, el parchís,el monoploy, el fútbol o la especulación, por decir algunos entrañables, multitudinarios o terroríficos - que para gustos están los sabores.
ResponderEliminarTendemos a pensar todo en binominos, pero la mesa que mejor se sostiene es la de 3 patas, eso dicen arquitectos, carpinteros y otros que saben del tema.
Ya que has diferenciado dos agentes: gobiernos y mercados, quién dice que no son el mismo?
Y te olvidaste de que en este juego están los mediosdecomunicacióndemasas tirando los dados a lo loco de vez en cuando también. Sino qué sentido tuvieron las investigaciones de Lasswell, Macluhan y Adorno. Agenda setting, my dear friend.
No soy ningún experto, pero en los juegos hay que conocer las reglas antes de ponersea apostar en el tablero o solicitar una partida de prueba al menos- esta opción me encanta - con el fin de conocer las reglas que no dominarlas y observar un poco las manías de cada jugador en esa partida simulacro.
Me habré tirado un farol sin saberlo y como Silvio tendré un as en la chancla?
Guiño.
No nos engañemos. Se trata del mismo juego de siempre, pero con gente más despierta: cada día más y más gente sabemos que la Banca romperá las reglas cuando más le convenga y que impondrá nuevas reglas. No hablemos del Mercado: en realidad se trata de un Casino
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