domingo, 16 de octubre de 2011

Tiempo de resistencia

Cuando la vida te trata mal, cuando el futuro se fractura y se convierte en angustia, todo se vuelve privado. Las relaciones con el mundo y con los otros se disuelven y la realidad se reduce a un cuerpo dolido por el sufrimiento. El dolor nos aísla, nos encierra en la cueva del cuerpo.
Las emociones son la forma en la que damos sentido a lo real, sin ellas el conocimiento no logra el estadio de la comprensión, de la relevancia y de la apropiación de lo que ocurre. Pero las emociones son ambiguas: detectan el mundo y detectan a la vez nuestra reacción al mundo. Y a veces esta doble detección no es la adecuada. Cuando la vida te trata mal, tus emociones detectan el mal y detectan la fractura que causa ese mal en tu cuerpo. A esta reacción la llamamos angustia, la forma más destructora del miedo.
Pero si las emociones son ambiguas, tienen la virtud de ser plásticas y transmutarse unas en otras. El miedo se transforma en alivio cuando la realidad cambia para bien, pero puede seguir otras sendas. Puede transmutarse en rendición, en la formas que tiene la depresión humana y que alcanzó su pozo más profundo en los llamados  "musulmanes" en los campos de exterminio. O puede transmutarse en indignación que produce resistencia, como la de aquellas mujeres de Birkenau que, aún sabiendo su destino, fueron capaces de ayudar a una de ellas, embarazada, a traer al mundo a su hijo. Su indignación generó esa forma de resistencia al destino que establece la senda de los humanos en el mundo. Gracias a ellas la humanidad se salvó como proyecto.
Hace años Santiago López Petit analizaba bajo esta perspectiva lo erróneo que había sido pensar en nuestra reacción colectiva al 11 de marzo en Atocha como "estamos unidos por el dolor". El dolor, decía, no nos une: nos separa y encierra. Sólo la indignación nos puede unir en la resistencia al destino. No habrá destino mientras una sola persona se indigne.

4 comentarios:

  1. La resistencia ha de ser la base de nuestra acción, es cierto. Pero percibo una cierta distorsión en nuestro modo de indignarnos. Entiendo que se ponga en cuestión el sistema financiero, la dictadura de los poderes fácticos de los especuladores, que se reivindique al ser humano por encima de la deriva contraria al estado social… Todo me parece bien, pero no tengo la impresión de que se tenga en cuestión la situación real del mundo (pobreza, hambre, explotación, aplastamiento de sociedades enteras, corrupción…). ¿Sólo se quiere no perder derechos básicos del estado de bienestar? ¿De dónde proviene ese bienestar? ¿Acaso en buena medida no hemos vivido bastante bien porque la realidad del mundo es radicalmente injusta? ¿Sólo se quiere la vuelta sin costes al estado anterior de la crisis? ¿Por qué entonces no había indignación? ¿Porque ahora nos dan a nosotros? ¿Qué pensará un refugiado somalí, los inmigrantes africanos que se juegan la vida para llegar a Lampedusa (y no los queremos aquí. Callamos como putas), qué pensarán los ciudadanos de la primavera árabe que han visto como el turismo se ha hundido totalmente en Túnez y Egipto (nos solidarizamos con ellos porque no nos costaba nada y era bonito)…? Tengo la impresión de que el ciudadano que sale a la calle a indignarse no acaba de tomar en cuenta todos los factores del asunto y sólo sabe una cosa: que la culpa es de los otros, qué bien saber quiénes son los malos. Pero yo no lo tengo tan claro. Indignarse es una resistencia al destino pero también una suerte de toma de conciencia que debería ir más allá de nuestra circunstancias.

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  2. ¿Cómo impedir que una gota de agua se seque?

    Arrojándola al mar.

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  3. También hay otra forma, como decía la Milonga de andar lejos:
    Ayúdeme compañero;
    Ayúdeme, no demore,
    Que una gota con ser poco
    Con otra se hace aguacero.

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  4. Como dijo el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche: "Nos desconocemos nosotros mismos" Creo que esa es la base de muchos de los conflictos internos y externos que vivimos y que se hacen presentes en nuestro día a día.

    Un artículo interesante, lleno de sentido y cargado de esperanza.

    Saludos.

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