(Cindy Sherman: Untitled Film Still)
Es muy difícil explicar por qué ciertas obras nos absorben y nos atan a ellas con una fuerza que no logran otras mucho mejores en apariencia en calidad literaria, pictórica, fotográfica o fílmica. Buscando la respuesta me he enganchado a varias obras del crítico y teórico del arte Michael Fried. Había leído su obra El lugar del espectador (La Balsa de la Medusa, 2000) donde trataba la pintura francesa del XVIII, pero desconocía su obra sobre la pintura del XIX, sobre el arte abstracto y el minimalismo contemporáneos y, sobre todo, sobre fotografía. Estoy enganchado a sus libros. He encontrado un esclarecimiento simple y poderoso de mis afinidades electivas. Por ejemplo: en pintura, Chardin, Manet, Hopper; en fotografía, Cindy Sherman, Jeff Wall; en cine, Hichtcock, Antonioni. Todos ellos están unidos por un hilo común que se explica, según Fried, por la ausencia de teatralidad. Las obras se cierran en sí mismas y se nos presentan más como una pregunta que como una respuesta. Los personajes aparecen ensimismados, cerrados a toda muestra de emoción y, sin embargo, encerrados en un marco intensamente emocional. En las obras "teatrales" (no de teatro, por supuesto), sostiene Fried que la obra se ofrece a la vista del espectador como si fuese una mercancía en venta. Se deja apropiar demasiado rápida y explícitamente porque su sentido está construido para desplazarse rápidamente al ojo del espectador, presente allí como comprador en una subasta. Pero no ocurre de este modo en la otra gran corriente del arte, la que oculta, como decía José Luis Brea, "un ruido secreto".
Estas obras, paradójicamente, nos atraen porque crean una absoluta distancia con nosotros. El ensimismamiento del objeto nos atrae como nos atraen las preguntas sin respuesta, como nos atraen las personas distantes y ensimismadas, a las que pensamos habitando mundos interiores que querríamos compartir con ellas. Nos enamoramos de los silencios porque los sabemos llenos de palabras. Nos preguntamos quiénes son esos personajes porque nos importan las personas que parecen esconder. Todo lo contrario del arte teatral, del negocio del Gran Hermano, de las vidas-máscaras.
Jeff Wall (A picture for woman)
Y exactamente nos ocurre lo mismo con el misticismo socialista de las obras de Daineka; pese a todo, pese al archipiélago, da igual: la estética sigue siendo un instrumento en manos de las sirenas que nos arrojan al abismo.
ResponderEliminarDiscúlpeme,profesor Broncano, pero su lectura de Fried me parece fallida. La diana de Fried no es el "arte espectáculo" sino todas aquellas prácticas artísticas que introducen la temporalidad en la obra (que luego uno pueda identificar eso con las derivas espectaculares o mercantiles es otra historia). En todo caso Fried piensa en su crítica en el minimalismo, el arte conceptual, el land art, etc. Fried- que, más allá de discusiones es sin duda uno de los grandes historiadores del arte del pasado siglo- defendía la continuación, o la culminación, del proyecto formalista de Greenberg. Es decir, la especificidad del medio, la planitud del soporte o la autoreferencialidad (él, ya en los años sesenta veía la pervivencia de ese proyecto sólo en algunas formas de formalismo abstracto tardío). Por todo ello me sorprende la referencia a José Luis Brea, para el que ( hasta donde yo sé) eran tan importantes el minimalismo y el conceptual, y cuyo discurso giraba precisamente en torno al problema de la temporalidad, la diferencia y la imagen-tiempo.
ResponderEliminarGracias por mantener vivo este blog.
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ResponderEliminarGracias por las precisiones, que ciertamente son adecuadas. En realidad a Fried le importaba criticar fundamentalmente una forma de minimalismo que consideraba teatral. La teatralidad es realmente su punto importante. Así se titulaba el primer libro que le hizo famoso: Absortion and teatricality (traducido aquí por El lugar del espectador) y luego mucho más claramente en sus estudios de Courbet y Manet. Pero en la obra más polémica, después de distanciarse (teórica y personalmente) de Greenberg, Art and Objectood, opone la obra del escultor Anthony Caro, su ídolo, a minimalistas como Stella porque considera que estos minimalistas solo piensan en la obra colgada del museo. Él fue fiel a una cierta forma de abstracción que planteaba una pregunta, una suerte de ilegibilidad o ruido secreto (de ahí mi referencia a Brea,) a diferencia del arte hecho para "ser visto", con un espectador implicado en el diseño del espacio pictórico. Su crítica del arte de museo le aproxima mucho a Brea, aunque los gustos por artistas puedan ser distintos. Su última obra sobre la fotografía, de la que tomo las dos referencias, es mucho más explícita en estos puntos. Gracias en cualquier caso por los comentarios.
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