“Extrañamiento” es un término que usamos los filósofos para
describir un modelo de subjetividad no egocéntrica, lejos de la idea
agustiniano- cartesiana de un sujeto hecho de una conciencia solipsista.
Extrañamiento es lo que produce que el sujeto se encuentre con el Otro, con los
otros, se distancie de sí y se convierta en una persona en un mundo común
compartido con otras personas. Carlos
Thiebaut ha trabajado mucho sobre este proceso de conformación de la
subjetividad humana. Él me ha despertado el interés por el problema filosófico
de entender cómo el yo termina siendo el resultado de muchas interacciones con
un tú, con un nosotros, con un ellos. Encuentro en la filosofía contemporánea dos
modos de acercarse al extrañamiento como condición de subjetividad. El primero
es un modelo que llamaré "generalizador", el segundo, un modelo "experiencial" (para quienes deseen más información, citaría los nombres de G.H. Mead y Levinas, en la
concepción generalizadora, y Sartre, en la experiencial).
Estoy en la cola del supermercado y, distraído, me encuentro
con el rostro de la cajera que atiende a la persona que está delante. Aquél
rostro se presenta como una parte del mundo que ya no puede ser concebida como
objeto ni instrumento. Aparece como una demanda de atención, de reconocimiento.
Ya no veo a una cajera indeterminada, sino a esa persona, mujer, obrera,
cansada. Deja de ser un componente más del espacio que me rodea y se convierte
en una pregunta. Intento ponerme en su lugar. Mi mente se resiste en la
imaginación, pero no emocionalmente.
Siento el frío de su trabajo mecánico, de su obligada sonrisa y saludo,
de la constante atención a la pantalla de la caja. Dejo fluir la emoción y me
doy cuenta de que mi relación adecuada no puede ser la compasión. Hay en su
rostro abstraído una demanda de justicia. Una demanda por la injusticia de la
situación: yo privilegiado, ella explotada en su trabajo. Deja de ser una
cajera, esta cajera y se convierte en una persona que comparte el mundo conmigo
y con los demás. Éste es el modelo de extrañamiento “generalizador”. El otro se
presenta como un rostro primero concreto, un “otro concreto” que demanda
reconocimiento, pero que no podrá lograrlo mientras no sea convertido en un “otro
generalizado” que lo convierta en un ser igual a mí.
En ese momento la cajera levanta la cabeza y me mira. Una
leve inquietud me revela la vergüenza que siento. La vergüenza es una extraña
emoción que surge solamente ante la presencia del otro, es la reacción afectiva
que muestra la vulnerabilidad de nuestra posición ante la mirada ajena. ¿Por
qué la vergüenza? Siento la mirada de un modo al que no puedo acceder. Me ve
como el cliente siguiente, como un nuevo objeto de su trabajo. De un modo que
está alejado de mi acceso. No puedo verme así, desde fuera. Y este ser objeto
del espacio de la mirada del otro lo revela como una presencia no puramente
cognitiva. Produce a la vez mi extrañamiento ante un ser que soy pero que no
puedo conocer como lo hace su mirada, y mi extrañamiento ante una presencia que
no puedo evitar, que no desaparece porque yo baje los ojos o me esconda. Pero
al mismo tiempo esa presencia es objeto de mi mirada y aparece como una persona
que puedo describir conceptualmente, pero cuya experiencia me está velada. Se
crea así un círculo de asimetrías en el que consiste lo común que tenemos las
personas. La experiencia de la mirada ajena es ahora la condición de que pueda
considerarme un yo separado del mundo que no se resigna a ser lo que es, bajo
la mirada del otro, aun sabiendo que se es bajo los ojos objetivizadores del
otro. Éste es el modelo experiencial. Aquí, no es mi mirada ni mi capacidad
empática para ponerme en el lugar del otro, las que producen el extrañamiento,
sino la mirada del otro, que revela una presencia que cambia mi subjetividad y
la escinde entre lo que el otro ve y lo que yo creo ser. Miedo, vergüenza,
vanidad. Son emociones que son despertadas por la mirada del otro y que nos
extrañan del mundo interior.
No es sencillo acercar los dos modelos y no es posible
prescindir de lo que cada uno quiere hacernos entender. Nos hablan de dos
experiencias necesarias para tener experiencia, para llegar a conformar una
subjetividad sin la que nuestra mirada no sería para los otros distinta a la
ciega presencia de una cámara.
Excelente descripción psicológica y antropológica de la complejidad de la subjetividad yoica desde dos interpretaciones. Considero que es posible una mayor multiplicidad y diversidad valorativa acerca de la estructura consciente subjetiva.
ResponderEliminarJose Manuel: no te quepa la menor duda. No hay nada más variado y subjetivo que buscar las razones de la subjetividad.
ResponderEliminarMe gusta la idea de considerar la imposibilidad de conocer como el fundamento del conocimiento. Se habla del sentimiento de vergüenza, de vanidad, pero también el conocimiento de lo que creo o quiero ser se forma a partir de esa escisión entre mi ser objetivado (que no puedo conocer) y mi yo (accesible solo a mi mirada). Quizá, en este sentido, cabría interpretar que la facultad imaginativa no sólo se dispara ante la necesidad de darnos un ser, sino de representarnos un ser (representación que es siempre ante la mirada del otro) Lo que me pregunto es, ¿cómo llegamos a estar ciertos de que es otro, diferente e independiente de mí, el que me mira?, ¿no presupone dicha creencia la creencia de que soy, y de que soy distinto e independiente del otro?, ¿pero cómo puedo creer que soy distinto de ti sin antes considerarte como un ser distinto e independiente de mí...?, ¿no caemos en un círculo sin posibilidad de principio ni fin...? Saludos
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