Reflexiones en las fronteras de la cultura y la ciencia, la filosofía y la literatura, la melancolía y la esperanza
viernes, 30 de mayo de 2014
La angustia del poder
Dos de las grandes fuerzas en la acción social son la angustia del poder y la angustia de perderlo. El viejo mafioso de Andreotti tenía razón en que el poder desgasta a quienes no lo tienen (se le olvidó decir que también desgasta a quienes lo tienen y están aterrorizados ante la posibilidad de perderlo). Hay que entender los mecanismos psíquicos personales y colectivos del poder para poder manejarse en los conflictos sociales donde está en juego la correlación de fuerzas sociales.
En las recientes elecciones europeas el movimiento social PODEMOS ha obtenido un respaldo de votos inusitado para una iniciativa que había surgido con premura, sin fondos, sin apoyo mediático, pero basada en el trabajo voluntario de todos aquellos que habían aprendido nuevas formas de acción política en el 15M y los movimientos Occupy. A la sorpresa inicial ha seguido una rápida, intensa y agobiante campaña en la prensa tradicionalmente entremezclada con las formas políticas que han regido España desde la transición democrática (no sólo política sino también y sobre todo culturalmente). No preocupa tanto la pérdida de poder político (que no ven aún cerca) cuanto la pérdida de poder cultural, que sí temen cercana y que saben también unida a muchos intereses económicos en juego. Pues el poder cultural se ha convertido en la fuente más importante de poder político y económico.
El claro objetivo de esta campaña es llevar a este movimiento a la angustia del poder. La sutil pregunta: "¿queréis el poder o queréis ser un grupo testimonial?" ha sido una de las más poderosas armas en el desgaste de todos los movimientos de resistencia social de la época contemporánea. Porque apunta a mecanismos subyacentes efectivos. La amenaza de la marginalización y la promesa del poder pequeño pero tangible, unidas, han sido un instrumento bien conocido que ha llevado al equilibrio del estatus quo de Europa en los últimos cincuenta años, desde que comenzaron a nacer movimientos diferentes a las viejas fuerzas políticas de la Guerra Fría.
La actual crisis en el marco de la reconfiguración geopolítica, producida por la globalización y por la mutación del capitalismo hacia nuevas formas basadas en el control financiero y el dominio tecnológico, ha producido también nuevas formas de resistencia que aún no han sido entendidas (de ahí el miedo) por la cultura hegemónica. La tentación de estigmatizarlas mediante recursos viejos, acudiendo e estereotipos (radicalismo, proto-terrorismo, etc.) va a ser cada vez mayor y cada vez más los discursos más burdos caerán en ella, pero la parte más inteligente del estatus quo tendrá una actitud mucho más contemporizadora, entre la pregunta del "pero ¿qué queréis?" al "si en realidad nosotros estamos de vuestro lado". En el fondo, maneras de repetir el viejo dilema.
Ciertamente, también, la tentación del poder y la tentación del calor de la pureza son tan incompatibles como igualmente poderosas. "Queremos más poder" y "queremos conservar el que tenemos" son polos antagónicos que ha destrozado afectiva y políticamente a la resistencia social durante ciento cincuenta años. De ahí que sea tan difícil salir indemne si uno acepta responder a las preguntas del poder.
Pero no es necesario aceptar un dilema que sólo es expresión de las angustias de quienes han llevado a nuestras sociedades a esta situación de desigualdad creciente. El término "podemos" es un término factivo, enuncia algo que es, no algo que se desea o quiere. Es un término que enuncia una realidad que existe y que no ha sido reconocida, pero que no busca reconocimiento, sino auto-afirmación. ¿Qué realidad? La constituida por nuevos vínculos afectivos, culturales, políticos que unen a inmensas zonas de la sociedad excluidas del poder y sometidas a procesos de marginación y desigualdad.
La respuesta no es desear el poder (no hay peor deseo, pues los viejos demonios pueden concedértelo) sino reconocer que ya se tiene. Un poder nuevo de lazos débiles que se estructura en nuevas formaciones ajenas a las viejas masas y ajenas también a los menos viejos movimientos sociales. Que tiene la inteligencia que tienen las redes: plástica, ambigua, adaptativa. Que es inmune a los estereotipos y a las categorías (las categorías han sido también un arma efectiva en el pasado, que han producido el confort de creer que si estabas calificado como "progre" ya estabas salvado por la historia).
La respuesta no es desear el poder. Es decir "(ya) podemos". Y continuar con cierta indiferencia a un ruido de multinacionales mediáticas quizá ya menos temerosas por el miedo a perder el poder que el inundadas por la nueva angustia de no saber qué está pasando.
Ni se si ha leído a Byung-Chul profesor de la escuela superior de diseño de Karlsruhe pero habla precisamente de ese "yes we can" como una metáfora de la positividad entendida como rendimiento del pedir permiso entendido como forma de poder ... está claro que no es el deber de anteriores épocas pero quizás ese poder es más bien un querer como sentido de posibilidad y en eso esta esa agonía de la que habla en el grupo político PODEMOS y la sociedad que QUEREMOS... Creo que se está atento a estos grupos desde dentro y desde el afuera para ver hasta que punto son una realidad posible o un humo pasajero... es cierto que no hay que desmerecerlo pero quizás conviene no vanagloriarlo del todo todavía ...
ResponderEliminarInteresante entrada. Podría ser que los políticos acaben diseñando nuevas formas de combatir estas formaciones de resistencia basadas en la voluntariedad social, aunque para eso, como bien dejas entrever, el primer paso es comprenderlas. Desde luego, la espontaneidad, rapidez y alto grado de adaptabilidad con la que se van formando los nuevos vínculos de resistencia, por otra parte, emergentes del interior, siempre afectivo, emocional, vuelven inservibles las tradicionales formas de control y exclusión, de forma que a lo mejor, para estos colectivos de resistencia, ya no hay motivo para angustiarse por perder el poder (¿cómo lo iban a perder si los circuitos por los que circula son invisibles a las formas tradicionales de control y exclusión?)La angustia a perder el poder sólo la tiene quien contempla la posibilidad de perderlo. Saludos
ResponderEliminarSobre los límites del poder, al hilo de lo que plantea, escribí: Límites y poder de la tecno-ciencia en las sociedades nihilistas (en http://www.digital-abaco.com/Abaco_6869/#/1/), que me gustaría compartir. Un saludo
ResponderEliminarFernando, efectivamente Podemos ya está ejerciendo un "poder" que le han dado las urnas: otras formaciones los buscan, sus opiniones son oídas y consideradas como una referencia...
ResponderEliminarPor otra parte, han dicho que quieren poder político real para transformar la sociedad. Por tanto ya están sometidos a las dos angustias que has comentado.
Me pregunto si ¿eso significa que ya se encuentran bajo las reglas convencionales del ejercicio del poder? o ¿hay otras alternativas para ese ejercicio?
Fernando, efectivamente Podemos ya está ejerciendo un "poder" que le han dado las urnas: otras formaciones los buscan, sus opiniones son oídas y consideradas como una referencia...
ResponderEliminarPor otra parte, han dicho que quieren poder político real para transformar la sociedad. Por tanto ya están sometidos a las dos angustias que has comentado.
Me pregunto si ¿eso significa que ya se encuentran bajo las reglas convencionales del ejercicio del poder? o ¿hay otras alternativas para ese ejercicio?
Fernando, efectivamente Podemos ya está ejerciendo un "poder" que le han dado las urnas: otras formaciones los buscan, sus opiniones son oídas y consideradas como una referencia...
ResponderEliminarPor otra parte, han dicho que quieren poder político real para transformar la sociedad. Por tanto ya están sometidos a las dos angustias que has comentado.
Me pregunto si ¿eso significa que ya se encuentran bajo las reglas convencionales del ejercicio del poder? o ¿hay otras alternativas para ese ejercicio?
La cuestión es saber emplear el poder. Sin que este sea meta, sino medio para lograr unos fines. Llevamos demasiados años soportando progres de el país dominical que comparten pesebres con los del magazine del mundo. Habrá que dar tiempo, pero de momento "confiamos" que las reglas se pueden cambiar.
ResponderEliminarSaludos