Reflexiones en las fronteras de la cultura y la ciencia, la filosofía y la literatura, la melancolía y la esperanza
jueves, 21 de mayo de 2009
Los principios de la filosofía
A cada tiempo su filosofía. Para Aristóteles, y para los griegos anteriores a la primera globalización que supuso el helenismo, la filosofía comienza con el asombro y la curiosidad, con la confrontación con un mundo que espera ser ordenado por el logos. Para lo que hemos llamado modernidad, se ha dicho, fue la sospecha de la distancia entre apariencia y realidad lo que hizo de mucha gente filósofos: suspicaces profesionales, y a veces irritados militantes contra tanto escepticismo. Fue el deseo de tolerancia lo que llevó a la sospecha de lo real como mera apariencia y a la reivindicación de la apariencia como pura realidad. En esa modernidad cansada por la angustia epistemológica hemos vivido y vivimos, más aún quienes han convertido en una profesión la crítica de la modernidad y con ello han reforzado, sobre todo en sí mismos, la angustia contra el realismo. Pocas cosas hay más aburridas que leer tanta filosofía contemporánea que termina siempre en la misma cantinela: postular la realidad es caer en los vicios modernos... Otra forma de agobio (como decía la canción: "dejaron de ser hipies sin dejar de ser palizas"). La tercera actitud, la que sentimos como más nuestra, como experiencia contemporánea, o como elaboración filosófica de la experiencia contemporánea es la decepción y el desengaño como principios de todo pensamiento: desde el "demasiado tarde para los dioses, demasiado pronto para el ser" a la marea de depresión profunda contemporánea, a sus formas líquidas, la filosofía se ha asentado en una suerte de distancia infinita del entusiasmo, en una resurrección del destino y abjuración de la historia. No es sorprendente así que el público busque refugio en esos sucedáneos de filosofía que son los escritores que, remedos de los bestsellers, rozan la literatura de autoayuda con términos filosóficos. No es sorprendente tampoco que tanta otra gente haya encontrado en la poesía un nuevo lugar de refugio (queda la novela cada vez más como fuente de adicción a la realidad, reflejo en la escritura de esa adicción a los espejos que son las series de televisión). Del asombro al escepticismo, del escepticismo al desengaño: algo serio nos pasa. Nuestra imaginación sufre de alguna enfermedad que produce sólo o mera fantasía o puro cinismo. El sueño de la razón produce monstruos.
Me parece que pontifica; eso sí, con mucha conceptualidad, superfluamente. Malo. Los pilares filosóficos son tres humildad - solo se que ...eso, nada - duda - insisiendo...realmente, lo único que sé es que no sé...- y busqueda de lo real que es atemporal, porque no está contaminado por el tiempo, amoral porque está absolutamente ajeno al hombre y ¿como se dice lo que es ajeno a los dioses? ateo, no ¿verdad?. Pues muchas gracias. Ah! cuando le leo, me acomplejo pero me recupero con Kafka.
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