lunes, 28 de septiembre de 2009

El turista accidental




He aquí una portada digna de una mirada:





No voy a hablar de la novela y película del mismo título (El turista accidental), aunque ambas son más que apreciables por su suave mezcla de realismo y emoción. Pero sí de otra novela: Mathias Enard: Zona (La otra orilla, 2009). Un autor que no conocía, a pesar de haberse ya traducido varias obras suyas, a pesar de vivir en Barcelona, a pesar de su éxito allende las fronteras lingüísticas.
La recomendación (es una recomendación lo que estoy haciendo) viene a cuento del método y la perspectiva que ha elegido para la novela: un viajero toma un tren con destino a Roma y en realidad el viaje recorre la época contemporánea: sus conflictos, contradicciones, tensiones, múltiples puntos de vista.
Una visión caleidoscópica del mundo en el que vivimos: de sus conflictos, que ya los vivimos como conflictos interiores; de sus zonas de tensión, que nos desgarran; de sus pluralidades culturales, que nos desbordan. Palestina, la Guerra Civil (española), el Holocausto, ...
Lo que me importa de la novela no son las opiniones ni del autor ni del personaje, sino el mismo hecho de narrar de la única forma posible en la que terminamos narrándonos a nosotros mismos lo que nos ocurre: como un viaje, como un sueño de sueños, como un álbum de fotos, como un documental de documentales,..., como un espejo roto.
No tiene la apacibilidad de un best-seller, no es Millenium ("Antes la tele que un best-seller, decía Roberto Bolaño), pero se deja llevar, si a uno le gustan las corrientes que te llevan sin prometerte cursos bien definidos.
Mi recomendación es tardía, seguramente muchos ya la conocen, pero no por ello inoportuna: me interesa más el significado que tiene: el que, para narrar lo que nos pasa, el viaje sea la única forma posible. Cuando Benjamin propuso la figura del paseante, del flanêur, como figura contemporánea, pensaba más bien en un paseo intelectual, o curioso, por la cultura. Pero la cuestión es más profunda. Quizá ya no podemos reconstruir narrativamente la historia a gran escala, quizá solamente podemos darnos a nosotros mismos algo así como un archivo descompuesto y desencajado de imágenes y textos. Ya sé que algo así predicó la vieja (¡qué vieja, dios mío!) posmodernidad. Pero no es eso: se trata de la estructura narrativa misma, no de sustituir grandes por pequeños relatos, sino de que la misma estructura de los grandes relatos quizá es caleidoscópica, y, sobre todo, que el narrador que somos está en la historia como un turista accidental, como alguien que cayó allí como si fuera un fruto maduro de un extraño árbol del que desconoce las raíces, la especie, el nombre, las propiedades.
Al final, ya somos turistas de la historia.

1 comentario:

  1. No he leído la novela, pero por tus comentarios da la sensación de que se acerca bastante a "La Modificación" de Michel Butor. ¿Es así?
    Un saludo

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