Fin y principio
Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.
A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.
Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.
Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.
Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.
De "Fin y principio" 1993
Versión de Abel A. Murcia
El poema es un canto a los inexpertos, una suerte de llamada contra la necesidad, contra las cadenas de causas y consecuencias, a favor de los lazos débiles. Cuando todo es griterío, alguien tiene que recordarnos las cosas más simples de la vida: que acabarán los poderosos poniéndolo todo perdido y alguien tendrá que limpiar sus desperdicios. Desde hace más de un siglo hemos configurado la metafísica de la existencia contemporánea a imagen y semejanza de las guerras, o de los juegos: es lo mismo. Competencia, ganar,mercado, juego. Alguien tendrá que limpiar todo eso, digo yo.
En la historia de la que usted hablaba hace poco en uno de sus magníficos artículos se encuentran los vivos ejemplos de que así fue siempre, es y será. A la caída del Imperio romano le sigue el empeño de un pequeño franco, de nombre menudo pero de gran espíritu, Pipino. De Pipino nació el gran Carlo, el Magno. De los bárbaros se aprende el verdadero significado de la vida, una vez los diques se han desbordado. Cuando cae el Imperio buscaremos una Aquisgran desde donde poder renacer de nuevo con fuerza
ResponderEliminarEn la historia de la que usted hablaba hace poco en uno de sus magníficos artículos se encuentran los vivos ejemplos de que así fue siempre, es y será. A la caída del Imperio romano le sigue el empeño de un pequeño franco, de nombre menudo pero de gran espíritu, Pipino. De Pipino nació el gran Carlo, el Magno. De los bárbaros se aprende el verdadero significado de la vida, una vez los diques se han desbordado. Cuando cae el Imperio buscaremos una Aquisgran desde donde poder renacer de nuevo con fuerza
ResponderEliminarEs genial!
ResponderEliminarAprovecho para decirte que leo tu blog periódicamente y me encanta.
Gracias por tus reflexiones en voz alta.
SÍ, LIMPIAMOS:
ResponderEliminar"Rellenamos el cráter que dejaron las bombas,
y de nuevo sembramos,
y de nuevo cantamos,
para que no se declare vencida
la vida."
Perdón, olvidé: poema anónimo vietnamita.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarCarmen lo interpreta, y seguro que tiene razón, como una alegoría de las mujeres.
Yo me atrevo a interpretarlo también como una alegoría de quienes no creen en la violencia como metafísica de lo moderno
Gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarCarmen lo interpreta, y seguro que tiene razón, como una alegoría de las mujeres.
Yo me atrevo a interpretarlo también como una alegoría de quienes no creen en la violencia como metafísica de lo moderno
un buen canto pues, bien expuesto
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