sábado, 9 de octubre de 2010

Tlatelolco, Cascorro



Llego exhausto de México DF. Algunos estudiantes conmemoran por La Alameda el aniversario de la noche de Tlatelolco (matanza de estudiantes que se manifestaban en la Plaza de las tres culturas en 1968); el país conmemora el centenario de la República y el centenario de la Revolución. Anda la gente renovando las señas de identidad: en el Museo de Antropología, miles y miles de mexicanos recorren las salas mexica, maya, tolteca,... en ritos de identificación. Por todas partes se oyen conversaciones sobre lo que son-somos-seremos.DF parece una ciudad ensimismada.
DF es una macrópolis que siempre me parece una ciudad del futuro: milagrosa, mágica, orgullosa y suave, construida sobre impredecibles equilibrios. Todas las formas de vida se distribuyen en una insólita capacidad de simbiosis. Tomo la línea 3 del metro: Indios Verdes- Universidad que recorre DF de norte a sur: más grande que el universo es la sucesión de gentes que hablan de tiempos incongruentes entre el tiempo presente y el pasado. Entran continuamente a los vagones vendedores de todos los tipos de pequeñas mercancías, predicadores de todas las ideas, cantantes de todas las músicas. Los simbiontes del metro cartografían las culturas de la macrópolis: prefiero el metro a cualquier transporte para conocer el alma de las ciudades y en cuanto puedo me introduzco allí para sentir los pulsos de la polis. Allí están los que sobreviven, los que no miran más que al interior de su cansancio.
Rosaura Ruiz, rutilante nueva directora de la facultad de ciencias de la UNAM, facultad que fue siempre el centro de todas las luchas estudiantiles, de Tlatelolco a los zapatistas, se queja de la poca atención de México a la ciencia. Puede ser: pertenecemos a la misma cultura barroca. Objeto, sin embargo, que México es un universo de creatividad, más cerca del futuro que las viejas ciudades europeas. Un espectáculo de vida abriéndose paso.
En Madrid ya se huelen las nubes oscuras del otoño: españas que afilan los cuchillos; españas que tienen nostalgia de la política de machos-machos frente a estas políticas de señoritas. Se huele el temor de un país de nuevos ricos. Echo de menos el sentido de destino, la dignidad de la pobreza y al tiempo la invencible creatividad de los simbiontes de la línea 3. Espacios de esperanza allí donde están las rendijas de los espacios de capital: quienes se han situado en lo peor, con la tranquila mirada de sísifos, no pierden el tiempo en el territorio del miedo. Tienen que sobrevivir.

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