Pocos conceptos como "confianza" son tan cotidianos como difíciles de tratar. Quizá "suerte" comparta el mismo sino, pero lo dejaremos para otro día. Aunque la confianza y la desconfianza son los lazos sociales fundamentales todavía no entendemos muy bien cómo funcionan ni cómo dilucidar sus matices y distinciones. Economistas, politólogos y filósofos han dedicado numerosas obras a aclarar el concepto sin que haya mucho acuerdo. La Real Academia, siguiendo su obligación, trata de recoger los usos más extendidos sin entrar en las profundidades filosóficas y así nos explica hasta seis actitudes que se distinguen por el objeto y por la fuerza de la predisposición. Me fijaré solamente en la primera de las acepciones:
Si comparamos este acercamiento con el que realiza el Diccionario de Oxford de su término correlativo "trust" encontraremos una diferencia curiosa, también en la primera acepción:Confianza.(De confiar).1. f. Esperanza firme que se tiene de alguien o algo.
Trust
[mass noun]
La diferencia es notoria y curiosa. En el diccionario español, la confianza es una actitud afectiva que se resuelve en esperanza. En el inglés, una actitud cognitiva, "1. una firme creencia en la fiabilidad, verdad o habilidad de alguien o algo". Las dos entradas señalan sendos aspectos centrales de la confianza: la faceta emocional y la epistémica.
Cabría pensar que la dimensión epistémica es la que prima, y que de hecho es la creencia en la fiabilidad, verdad o habilidad la que despierta la esperanza. Esta es la línea que han seguido desde hace mucho los economistas (ellos saben mejor que nadie la importancia de la confianza en la trama de las relaciones económicas. Cualquier manual de microeconomía lo señala en las primeras páginas). Para los economistas la confianza se asienta en el cálculo de riesgos. El problema es que no les salen las cuentas. Si se confía no se calcula y si se calcula no se confía. No hay peor ofensa para aquellas personas en quienes confiamos que decirles que nos basamos en un cálculo de sus acciones pasadas.
En qué se equivocan y por qué los economistas es algo muy interesante para un filósofo porque nos dice mucho de la metafísica implícita en las ciencias sociales, o al menos en la corriente hegemónica en las ciencias sociales. Veamos: ciertamente, a un economista le confiaríamos nuestros ahorros y dinerillos, pero nunca nuestras vidas ni las vidas de nuestros hijos o de las personas que amamos. Le confiamos nuestras vidas y futuros a los médicos, a los profesores, a los bomberos (tendría que decir también que a las fuerzas de seguridad y militares, cuando ocurre ocasionalmente que están al servicio de todos y no de la clase dominante). Le confiamos nuestra vida, sí, a la gente que amamos y nos ama, y esperamos todo contra toda esperanza.
El error de los economistas es que se han encelado en la tensión entre lo cognitivo y lo emocional, pero la dicotomía fundamental no es ésta. Podemos decir, usando la misma palabra, que confiamos en que el coche no nos deje tirados en la carretera y que confiamos que nuestra pareja recoja a los niños en la guardería y no los deje tirados en la calle. Pero la misma palabra cubre dos actitudes muy diferentes. En el primer caso dependemos de la funcionalidad y fiabilidad de los mecanismos del automóvil. En el segundo caso dependemos de algunas funcionalidades y capacidades, también, pero sobre todo dependemos de la voluntad de la otra persona.
La confianza es un lazo entre voluntades no entre capacidades. En eso es en lo que se equivocan los economistas. La voluntad es la fuerza que nos hace seguir cuando las cosas se ponen feas y dificultosas. Confiamos en las habilidades de la persona de referencia, pero sobre todo confiamos en que su voluntad se impondrá incluso a sus habilidades.
Los griegos (Aristóteles) lo sabían bien cuando valoraban la valentía entre todas las virtudes. La persona valiente no es quien no siente miedo o está ciega ante las circunstancias. La persona valiente es la que impone su voluntad al miedo y al conocimiento (lástima que los griegos llamaran "andreia" a una virtud mucho más femenina de lo que se acepta en el régimen patriarcal). La valentía es la expresión de la agencia humana en un mundo de causas y azares. Cuando confiamos en la otra persona confiamos precisamente en su valentía ante las causas y azares. Nos entregamos, no a sus capacidades, sino a su voluntad. Como el niño que se arroja en brazos de su padre.
Hay una expresión idiomática inglesa que acierta en esta clave de la confianza: "When the goin gets tough, the tough get going" (que se mal-traduciría por "cuando las cosas se ponen duras los duros se ponen en marcha"). Por el contrario, cuando se pierde la confianza ya sólo queda el miedo y el cálculo. El que ha perdido la confianza en el mundo sólo sabe calcular y vive en un mundo de terror. Quien aún ama sabe que depende de la valentía de los otros y las otras.
No hay otra razón para seguir viviendo que el que otras personas han depositado su confianza en ti y en que cuando las cosas se pongan feas contarán contigo. Como Lord Jim, cuando traicionamos esta confianza ya sólo somos cadáveres vivientes, zombies.
Qué inspiradora esta entrada... sin duda un tema fascinante que de inmediato pone a reflexionar. Como siempre profesor, una respuesta inteligente y en mi concepto acertada, que me genera más confianza en quién estoy confiando mis estudios filosóficos. Muchas gracias profe Fernando. Qué blog tan maravilloso.
ResponderEliminar¿Ha pensado publicar un libro con tanto material tan bueno del blog?
Alvaro - Colombia
"Para los economistas la confianza se asienta en el cálculo de riesgos". Los políticos se apoyan en la estadística y en su capacidad para manipular a ésta. Las personas, en general, se apoyan en la costumbre, el interés, la apariencia y en sus afectos subjetivos, entre otros aspectos
ResponderEliminarNo se puede confiar en un cobarde. Esto y que sólo se vive una vez, lo sabe todo el mundo. Claro análisis sobre la esperanza.
ResponderEliminarLa confianza parece ser junto a la tolerancia, el concepto clave de las democracias liberales. Sïn confianza no hay democracia se dice muchas veces. Sin embargo, paradojicamente la confianza se sustenta en su contrario la desconfianza. Las democracias liberales basan la confianza en sus lideres en que desconfian del poder que se les otorga y para ello ponen muchos filtros o "pruebas" que obligen a los mandatarios a hacerse digno de la confianza. Por ello la mentira es el peor pecado de un político en los EEUU.
ResponderEliminarCausas y azares, tan bien cantados por Silvio en el disco del mismo nombre, y el atormentado Lord Jim. Certeras imágenes para ilustrar el núcleo de la fe en otro humano. El lado epistémico ocupa lugar dominante respecto a objetos, pero respecto a personas, su papel es deudor del afectivo.
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