Reflexiones en las fronteras de la cultura y la ciencia, la filosofía y la literatura, la melancolía y la esperanza
sábado, 28 de febrero de 2009
El paseo de los melancólicos
Me voy encontrando con tantos ojos en los que me reflejo que me parece estar en la sala de los espejos de La Dama de Shangai: la anciana con su perrito, arrastrando con la correa al único ser afectuoso que no la ha abandonado; el cincuentón al que el cardiólogo ha dado un aviso; la pareja de verdes en su bici; el empleado de banca con traje impecable de deportes; el emigrante en su chándal barato integrándose en la vida ciudadana,... El Paseo de los Melancólicos discurre desde la vieja fábrica de Mahou a Ronda de Segovia por las antiguas vías de ferrocarril que anudaban el vientre de Madrid: de Príncipe Pío a Atocha, pasando por las ya olvidadas estaciones de Delicias, Peñuelas e Imperial, hoy un pasillo verde que apenas conserva rastros de su pasado industrial. El carril bici, por el que vamos los viandantes o correteantes une ahora trozos de historia que son como pedazos del alma. Cruzo bajo el Viaducto hasta las raíces rocosas que sustentan la Almudena en el Parque de Atenas, a la sombra de Rouco: su recuerdo y su sombra me alcanzan desde hace muchos años, cuando era un oscuro vicerrector que recordaba a Richelieu. Salta en el ipod "Correcaminos, al loro" de Extremodouro: me parece adecuado al recuerdo que me había invadido, me reconcilio con todos los correcaminos que nos cruzamos con ojos entre nostálgicos y ensimismados. Llego hasta Campo del Moro, a la sombra de la sombra del poder del palacio, casi vacío como la trastienda del poder; Virgen del Puerto, tumba de Durruti, con su iglesita reconstruida por Franco ladrillito a ladrillito (políticas de la memoria del que triunfó que ahora miro con indiferencia); Ronda de Segovia, comedor de sopa boba bajo el Seminario y las Vistillas (todavía no es la hora y aún no está la cotidiana cola de seres ocultos que se agrupan ahí para sobrevivir como correcaminos que son); de nuevo Paseo de los Melancólicos, más perros, más ancianos, más empleados de banca, más ensimismados. Más Pasillo Verde; Paseo de la Esperanza, salen de misa niños y ancianos de una de las iglesias garaje que han crecido por la zona; estación de Delicias, restos del madrid industrial que fue sustituido por el madrid de los servicios, lleno ahora de correcaminos que nos encontramos sin ir a ningún lugar. "Se me acercan las paredes, se me alejan las salidas", canta Fito y los Fitipaldis; Santa María de la Cabeza: "una carrera con salidas/para las miserias de la vida", La Polla en uno de sus ácidos cantos; "todos sometidos/todos sometidos", repite el estribillo. Exacto.
Leo con gusto tus reflexiones. La melancolía, unos de los titulares de tu blog, entre la melancolía y la esperanza, fue una de las cosas que más me llamó la atención. Nuevamente insuperable tu reflexión de sabado. La melancolía es ese extraño sentimiento, que yo no sabía que tenía o que padecía, haciendo referencia a los humores de hipócrates y al caracter de enfermedad incurable del alma. A mi me ocurren crisis melancólicas los domingos en la tarde, entre las 5 y 7 de la noche. Es un momento de tan profunda tristeza y desesperanza que no sé si alguien o algo lo vaya a disipar algún día. Dicen que dos soledades juntas se acompañan, asi me siento yo al leer tu reflexión sobre la melancolía.Puedo imaginar muy bien que causa ir entre un rio de gente con un sentimiento melancólico.
ResponderEliminarHace algunos meses llegué a Madrid. Su historia la aprendí en libros (en wikipedia veo algunos otros datos) y al llegar como buena turista me saqué fotos en los rincones ad hoc. Ahora que llevo más tiempo y paso rutinariamente por las calles que retraté me parecen parecidas a las que dejé en mi país. Las mismas caras aburridas en el metro, las mismas rocas coloridas para ocultar los años, las historias, las pobrezas pasadas, las glorias ajenas... Su reflexión es como un mapa de la nostalgia de la ciudad, un mapa que me hace falta.
ResponderEliminarGracias por decidirse a blogear.