sábado, 11 de diciembre de 2010

Los que confunden la vida y el lenguaje


Las cincuenta pastillas de Seconal que llevaron a Alejandra Pizarnik, en 1972, a las sendas negras de la existencia en la nube, marcaron la frontera de la vida y el lenguaje a quien se había negado a reconocer ese limen.
Para tod*s aquell*s para quienes esa frontera siga siendo un pantano que se sabe y no se quiere atravesar las palabras de Alejandra tendrán un sentido inmediato:

LOS DE LO OCULTO

PARA QUE LAS PALABRAS no basten es preciso alguna muerte en el corazón.

La luz del lenguaje me cubre como una música, imagen mordida por los perros del desconsuelo, y el invierno sube por mí como la enamorada del muro.

Cuando espero dejar de esperar, sucede tu caída dentro de mí. Ya no soy más que un adentro.

Ya no somos más que un adentro: residuos de un tiempo de fronteras y muros que se establecieron para ayudarnos (amenazarnos) a distinguir la realidad de la apariencia y terminaron encerrando las almas en un adentro que no quiso reconocer la realidad. Como si las palabras bastasen para distinguir la vida y el lenguaje.


4 comentarios:

  1. Para tod*s aquell*s... Qué pena que la lectura un texto tan tarso e inquietante se vea contaminado por esa tenebrosa aceptación de componendas degenerativas.

    ResponderEliminar
  2. A mí me gusta ese aparente acantilado que viene a dejar el género en suspenso. Si digo lo que pienso, ¿las palabras me ayudan o lo hacen más vano?, ¿son ayuda u obstáculo?. Mundo, pensamiento, vida, lenguaje... y en medio alguien

    ResponderEliminar
  3. Sí, claro: el lenguaje siempre es político. Toda elección léxica lo es. El texto es siempre un sistema de elecciones: a veces hay que dejar el género en suspenso, a veces no. La pena que siente el respondente anónimo también es política, también estética. Pero si el comentarista me preguntase por qué mi elección, le diría que es una forma de ser fiel a Alejandra Pizarnik, aunque esa persona crea que es una simple concesión al lenguaje sindicalista.

    ResponderEliminar
  4. Cuando Alejandra Pizarnik se suicidó yo tenía un año. Hasta hoy no le perdono, ni se lo perdonaré, que me haya privado de ella.

    ResponderEliminar