viernes, 1 de marzo de 2024

En el nombre del nombre


 

Lido Rico, cerámica


I

Los vientos del norte recobraban

otros gélidos días
del tiempo futuro oscura nube
que guarda pruebas
para amantes ensimismados.

Allí le dijo

--siempre estaré contigo
meses sin memoria que han de pasarnos
no tocarán tu alma,
negaciones que empareden
tus pasos se abrirán
a mi voz.

Escuchaba como quien ya no oye llover,

repetía la salmodia de sus palabras,
estrechaba la cintura de su promesa
y sabía del lugar de su voz en el orden de las cosas.

Cada duda era masticada por la urgencia.

Allí le dijo

--no te amo a ti, amo tu especie
que no existe sin tu cuerpo,
estoy delante de ti
dos pasos antes del abismo,
no tienes otro camino que mis pasos.

Ya no sangraban sus oídos,

las hormigas volvían seguras a su nido,
los caminos habían olvidado bifurcarse, lejos
los confesionarios se recogían

--calla, no digas ni aún lo necesario,

me faltan tus palabras,
no me pierdas de vista,
en tu pesadilla no olvides
mis tres nombres secretos.

Allí le dijo:

-- somos dos y el destino

se ha venido a nuestros pies.



II

 Los pasos dados

con cuidado de las horas
que restan del instante germinal
con los ojos abiertos
a todas las ventanas que traiciona el alba

 Los pasos contados

de tiempo en tiempo,
acompasando los vacíos
que una torre solitaria
acoge en la colina

Los pasos perdidos

en el humo de los días,
en un sendero de lagartos rojos,
en el triste vacío de un alba gris,
en un bosque de líquenes ariscos.


III

En el tono adecuado,
la razón y la rima
exactas

En la dulce expresión
de una lenta voluta
de humo

 

En el estricto acoso
de la palabra escrita
sin eco

 

En el eterno olvido
de la pared de piedra
labrada

 

Escribiré tu nombre



jueves, 22 de febrero de 2024

Tres poemas


(Paul Rebeyrolle, pintura)



 A lo largo de las próximas entradas, El laberinto de la identidad estará dedicado a publicar viejos poemas míos que habían quedado olvidados en un cajón, y que tal vez puedan interesar a alguien


I


Añoraba en ciertos días
sus pecados capitales, su soberbia,
su ira, su lujuria, su envidia,
su gula, su avaricia, su pereza,
su cuerpo iluminado
por los últimos rayos del verano.

En sus sueños volaban ángeles caídos
por un jardín de delicias.

Añoraba en esas horas
las metamorfosis del amo y del esclavo
en una nube de sábanas,
rendiciones y caricias.
Añoraba en precisos momentos
en que la tarde exige su óbolo
un lugar al sol mirando al sur.

Sabía que a cierta edad
las palabras se dicen siempre en serio,
que los bálsamos no curan luxaciones del alma,
ni los abrazos nostalgias del ser.


II


Las huellas que tus huellas acogen,
las hojas que tus pasos mueven,
los lirios que sortean tus dedos,
el agua que resbala por la piedra,
los bosques que olvidan tus otoños,
la zarza que protege al jilguero,
la sombra de la noche en la sombra de tu cuerpo,
el claro que conmueve al silencio,
las rodillas que imploran reposo,
el musgo indiferente a los inviernos,
las chozas abandonadas,
el rumor que todos han oído y nadie cree,
la luna que vuelve redonda la esperanza,
la iglesia solitaria que resuena de silencio,
el sol en la pared de piedra,
la chaqueta fatigada que cuelga en el armario,
la pregunta ingenua que no sabes contestar,
la luz del amanecer en la piel de tu espalda,
el hilo de lluvia que subraya la calle,
cercan el espacio de mis lugares sagrados.

 

 

III 


En el fin, dijiste, desandaremos el sendero de las  mariposas migratorias

En el último instante, dije, un rumor desatará los nudos de la memoria

Cuando llegue ese momento, dijiste, los ángeles de Rilke pasearán por la piel de tu jardín

Se cerrarán los tiempos, dije, en los que invadan tus sueños  serpientes azules

En la hora del encuentro, dijiste, no dudarán las piedras sobre las intenciones de los vientos

Cuando los años se oscurezcan, dijiste, ya no habrá más esperas en las fronteras del sueño

No contaremos los días, dije, por las tormentas que  asoman en tus ojos.