El miércoles pasado, alguien, una empresa avisada, había organizado en Madrid la "Noche de los libros". Las pequeñas librerías y las grandes librerías abrían sus locales hasta la madrugada y montaban presentaciones y firmas. Alguien, también empresa avisada, había organizado un partido definitivo, el gran momento en que habría de dilucidarse entre las dos grandes "filosofías", o sea, un Madrid-Barcelona. El miércoles pasado, a las siete de la tarde, Fabio había organizado en la librería Arrebato, en el corazón de Malasaña, en la Calle de la Palma 21, la pequeña vía contracultural de una ciudad que, por otras razones, ya es muy contracultural, una lectura y presentación del libro de poemas de Ben Clark,
Basura. Ben Clark, amigo, jovencísimo, Premio de Poesía Hiperión por
Los Hijos de los hijos de la ira, un libro fundamental para entender a las jóvenes generaciones que no entendemos, ha escrito poemas sobre la basura, desde la basura, tomando noticias buscadas entre la basura, bajo la basura, hacia la basura en que estamos convirtiendo el mundo. Estábamos allí los previsibles pocos, que tambíén sabíamos que allí se jugaba alguna confrontación entre dos filosofías. Ben se sentó, sacó de dos bolsas un montón de comida basura que distribuyó por la mesa, comenzó a abrir envases, a servirse sucedáneos de colacaos, de pastas, pastillas, cornflakes, comenzó a comer ansiosamente y a leer ansiosamente:
Si llenamos el Nilo de desechos
seguirá todo el Nilo en la palabra
Nilo,
Pero con la basura es diferente:
será si así se llama o no será.
Y una vez bautizado, entonces sí:
el Nilo envenenado en la palabra
-- y toda la basura en la palabra--
basura.
Jugaba Ben con las palabras y con la basura, con las palabras basura y con los paisajes infinitos de basura. Nuestras vidas son los ríos que llevan la basura a los basureros infinitos.
Para saber a qué se referían
le añadían "basura" a las palabras:
hipotecas, comida, televisión, contratos...
Ya no hubo confusiones pero nadie
quiso indagar por qué fue tan sencillo.
Ben hablaba de buscadores de basura, de sintecho que leen, los únicos que leen, todos los periódicos y saben de qué hablan, de mendigos encontrados cadáveres en la basura, o envenenados por la basura en la Plaza de Callao de Madrid. Nos hablaba de los seres que cada noche vemos salir de no sé donde y examinar, clasificar, reordenar, los cubos de basura. De los programas, de las noticias. De la "sopa de plástico", esa zona del Pacífico dos veces Texas, que es un mar de los sargazos ya de plástico. De la obsolescencia programada: de nuestra obsolescencia programada.
Hubo que acabar. Había que asistir a la confrontación definitiva entre dos filosofías.
http://www.facebook.com/pages/Editorial-Delirio/100401073341635?sk=info
No sé que me da que empezamos a forjar nuestra identidad en la basura que producimos. ¿Somos basicamente productores de basura?. El caso es ser algo, lo que sea!. Parece que empieza a convertirse en nuestra actividad principal: desechar, eliminar, basurar. Ay! cuando nos creamos ese "somos", que díficil será volver atrás. Y entonces que más dará la sopa de plástico del Pácifico, que la sopa cósmica,y que la sopa boba: ah!!¿pero no es lo mismo?.
ResponderEliminarGenoveva
Me resuenan los consejos de Escrutopo, que sabe más por viejo que por diablo, y quien en su carta número XII a su sobrino Orugario, nos permite aclarar que no es lo mismo gustos y aficiones que sucedáneos, al menos eso interpreto ahora:
ResponderEliminar"Los gustos y las inclinaciones más profundas de un hombre constituyen la materia prima, el punto de partida que el Enemigo le ha proporcionado. Alejar al hombre de ese punto de partida es siempre, pues, un tanto a nuestro favor; incluso en cuestiones
indiferentes, siempre es conveniente sustituir los gustos y las aversiones auténticas de un
humano por los patrones mundanos, o la convención, o la moda. Yo llevaría esto muy lejos: haría una norma erradicar de mi paciente cualquier gusto personal intenso que no constituya realmente un pecado, incluso si es algo tan completamente trivial como la afición al cricket,
o a coleccionar sellos, o a beber batidos de cacao. Estas cosas, te lo aseguro, de virtudes
no tienen nada; pero hay en ellas una especie de inocencia, de humildad, de olvido de uno
mismo, que me hacen desconfiar de ellas; el hombre que verdadera y desinteresadamente
disfruta de algo, por ello mismo, y sin importarle un comino lo que digan los demás, está
protegido, por eso mismo, contra algunos de nuestros métodos de ataque más sutiles.
Debes tratar de hacer siempre que el paciente abandone la gente, la comida o los libros que
le gustan de verdad, y que los sustituya por la "mejor" gente, la comida "adecuada" o los
libros "importantes". Conocí a un humano que se vio defendido de fuertes tentaciones de
ambición social por una afición, más fuerte todavía, a los guisados con cebolla"
C.S. Lewis (Cartas del diablo a su sobrino)
Linda forma de hacer surco la delgada línea entre los dos conceptos, y que rescata el valor de la experiencia cotidiana, ordinaria, en todo su potencial liberador. Interesante también lo que dice Wiki: "...la «victima» es un hombre joven a quien se incita, por medio de la tentación, a trasladar hacia el terreno de la imaginación todos los valores positivos o virtudes, llevándolo a la inactividad, pues un acto positivo siempre refuerza una virtud"
Pura vida!