sábado, 5 de mayo de 2012

Doce caras de un poliedro de silencio


  1.       Hay silencios que unen y silencios que separan. Cuando la pasión de paso a la intimidad deseamos el silencio con la persona amada. El tiempo de la palabra era el tiempo del deseo, el silencio es el tiempo del cumplimiento y la perfección. Con los amigos callamos: nada tenemos ya que decir. Hay silencios de miedo, odio y venganza. El silencio de la madre e hija que conversan cuando escuchan la llave de la puerta.
  2.       Silencios como resistencia a la interpretación. Son silencios que cierran la puerta del sentido; silencios que soslayan toda comunicación; silencios que escapan; páginas ilegibles de un diario. Son silencios que callan el significado para salvaguardar la verdad. En los silencios que construyen la casa están las habitaciones propias, los reductos de la identidad.
  3.       Reducir al silencio. Reduce al silencio quien toma la palabra y la encierra en un muro de poder.  Quien reduce al silencio a otro también reduce al silencio a un tamaño que impide toda conversación. Quien reduce al silencio agranda el ruido.
  4.        Artefactos de silencio. No meros aislantes del ruido sino dispositivos de producción de silencio, transformadores del mundo en silencio. Libros, tratados de metafísica, hojas de poesía: máquinas de silenciar. Quien sube por la escalera llega al silencio.
  5.      El silencio de las esferas. No el universo música de los griegos sino el vacío silencio. “Falta el aire” sostiene el filósofo natural. Solo hay ruido cuando hay un medio natural. Pero el vacío no es la falta. No es la nada. El vacío es el silencio de las esferas. Quien sufre de ruidos sabe que no hay dentro ni fuera. Todo es ruido. El silencio de las esferas como deseo de vacío.
  6.      Senderos de silencio son los caminos de los muertos. Calles del camposanto que expanden las calles de la aldea. Hay un camino único que lleva al barrio de los muertos donde se abren las avenidas especulares de la cháchara de la tribu.
  7.       El silencio de los ciegos. Es la soledad. La soledad que ocurre porque lo invisible calla. La soledad que ocurre porque sólo hablan los pensamientos y se vuelven ruido sin contacto con el mundo. La soledad que ocurre porque la imaginación se vuelve fantasía.
  8.       Arquitectos del tiempo son los silencios, sostienen los filósofos. El tiempo interno es hijo de la discontinuidad y la repetición. Vivimos en el tiempo porque los silencios construyen la diferencia.
  9.       El grito de Antígona es inaudible. Es el silencio del espanto, la forma en que el silencio expresa el exilio del mundo. El grito de Antígona es el silencio máscara de la víctima.
  10.       Silencio administrativo. Es el silencio del poder. El poderoso administra silencios para mostrar que su fuerza es la de negarse a sí mismo la palabra. El poderoso sabe callar. Es poderoso en la economía del desprecio.
  11.       Hay una caverna donde la realidad se convierte en imagen y hay otra caverna donde la realidad se convierte en silencio. Los prisioneros auscultan los silencios y en sus matices elaboran el mundo. El filósofo sale y oye el ruido.
  12.       Quedan pocos lugares donde los silencios instituyan el espacio de la conversación. Lugares donde vayamos a estar en silencio. No a estar solos sino a estar en silencio. Hubo tiempos de silencio, lugares perdidos, cenobios donde la presencia del otro se manifestaba en la cercanía del silencio compartido. Silencios estambre que tejían la urdimbre de la hermandad. Silencios elementales que se gestaban alrededor de los elementos. Del fuego, silencios de oscuridad; del agua, silencios húmedos bajo el aliso de la ribera; del aire, cuando el ángel del ensimismamiento;  de la tierra, silencios desérticos que dispersan los cuerpos y las almas por las cuevas y células. Silencios cósmicos de entonces.            


1 comentario:

  1. El tropo; la poesía, debieron empezar así (en una cosmovisión evolucionista, entendámonos). Epistemológicamente: silencio, soledad, tristeza,....,podrían encontrarse en un mismo orden. Pero, no, Fernando, está claro que no lo están. Los matices conforman un universo diferente. Estamos en otro orden de dimensiones.

    Ana la de la Carpetana.

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