domingo, 16 de septiembre de 2012

Poéticas de la desobediencia


"El término desobediencia remite a una actitud que se ha relacionado con lo infantil, asociada más a la defensa de un derecho adquirido que una exigencia revolucionaria, de hecho podría decirse que este tipo de reacciones se dan desde el interior de los sistemas en un contexto donde cualquier acción extrínseca o promesa revolucionaria resulta rápidamente neutralizada"

Tomo el título, la cita y el tema del interesantísimo libro de Loreto Alonso Atienza, Poéticas de la producción artística a principios del sigo XXI: Distracción, Desobediencia, Precariedad, Invertebrados. Monterrey: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2011. Loreto es una artista de Lavapiés que, como tantos de su generación, ha tomado el camino del exilio y la emigración para recalar en México desde donde relata las prácticas insumisas del arte contemporáneo. Loreto detecta los sutiles hilos que enlazan gestos, actuaciones y actitudes que niegan la realidad presente sin cerrar los ojos cuando el mismo mirar duele. Un relato de gestos mínimos que forma multitud y comunica la luz que da la fuerza creativa de la vida contra el oscuro trasfondo del tiempo presente.
Efectivamente, hay algo de infantil en la desobediencia, hay algo de impotencia en su ejercicio, y hay algo de desesperanzado en la actitud desobediente. Pero también hay impulso y distancia de la norma, ejercicio de la autonomía y ruptura del consenso. Quien desobedece rompe el espacio común y por ello hace visible los límites de lo existente, señala un lugar donde nadie se atreve a mirar y reivindica este territorio como propio al tiempo que exige su reconocimiento.
Quien desobedece es impertinente, molesta, preferiríamos que se fuera, que dejase el sitio libre y no volviera. La desobediencia, sin embargo, es un ejercicio de movilización de la atención. Sin desobedientes el mundo miraría siempre en la misma dirección, atraído por la música, letra e imagen del señor de cada día.
Cuando además la desobediencia se torna poética, es decir, en creadora de obra que tiene por intención movilizar la sensibilidad, se produce entonces un juego de inestabilidades que afecta a la experiencia colectiva. Hay pocas acciones tan efectivas estéticamente (es decir, efectivas en la transformación de la sensibilidad hacia lo que realmente importa como sentido de la existencia) como la indisciplina guiada por la intuición creativa que suspende los significados familiares, las normas invisibles, los muros transparentes, las emociones degradadas, los discursos vacíos.
Relatos de la impertinencia, poéticas de la desobediencia, juegos desde la precariedad, estrategias de la táctica mínima. Algo está ocurriendo fuera de los circuitos del arte normalizado que necesitamos con urgencia.

2 comentarios:

  1. El desobediente: adquiere una serie calificativos, que los individuos de cualquier estructura social, tienen perfectamente catalogados en la categoría de "aquello que es peligroso desde destro", no es el enemigo exterior fácilmente identificable; sino alguien que desde dentro de nuestra cultura amenaza nuestra cultura.
    Y queda calificado por una serie de adjetivos que semanticamente tienen un sentído común: ¡¡¡"peligro interno a la estructura social", Tui, Tui, Tui,....!!!.
    Así se le adscribe al taxón de: desobediente, provocador, indisciplinado, contestatario, impertinente, disidente, hereje (si toca lo más sagrado).
    Las crisis que producen en el orden social, el orden estético, o en el ético los disidentes, son empujes evolutivos a las cristalizadas estructuras sociales, culturales, etc.

    Ana la de la Carpetana.

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  2. Cómo está don Fernando,
    Fui alumno de usted cuando estuvo por acá en Costa Rica, reviso su blog regularmente, ya que utilizó mucho su conceptualización de la identidad como proceso dialógico, para enfrentar el actual indivualismo conceptual de lo político-social. Esto porque mi tema es del la autonomía, en tanto construcción de una posible salida a la crisis en que nos ha metido el capitalismo transnacional y la inminente necesidad de recuperar esa ligazón individuo-colectividad. Sobre el tema de estas líneas suyas, siento un problema respecto de analizar la desobediencia en términos puramente estéticos, y me refiero aquí al mal sentido que esto ha tomado en cuanto relacionado solamente con lo formal. Estoy de acuerdo en todo la molestia que se asocia con el tema de la desobediencia, pero considero, y creo que alguna forma Usted también, en que si lo infantil resulta ser en buena parte desobediente, esto no es por impotencia, desesperanza o ruptura del consenso, sino porque en tanto la socialización (internalización, apropiación) de lo heterónomo no ha alcanzado su culmine, resulta que se expresa precisamente esa dimensión de la producción colectiva, que aún hoy el sistema no puede negar, porque no puede, sobre la necesidad de lo creativo en sentido de poiesis, de lo novedoso, de lo que viene a resolver esos problemas enquistados, esas posibles salidas a las tensiones que nos llevan precisamente a lo verdaderamente critico. Creo yo, que la desobediencia es un acto totalmente en favor de lo colectivo, de critica radical, pero además práctica, sin la cual, posiblemente, no habriamos ni siquiera elaborado el proceso de construcción de la identidad.
    Solidaridad y respeto, desde la geografía y el tiempo de latinoamerica,

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