lunes, 19 de noviembre de 2012

El riesgo de la escritura (filosófica)























Dice Bernard Williams (muy bien citado en el libro de Josep Corbí al que nos referimos en esta entrada) que escribir sobre asuntos de moralidad es arriesgado. En primer lugar porque, a diferencia de otros campos, es muy fácil mostrar las entretelas del alma y es difícil ocultar los puntos ciegos de la perspectiva personal (más que la filosófica). El filósofo moral difícilmente engaña sobre sí. Puede sentir la tentación de impostar la voz y emitir un sermón más cercano a la prédica de púlpito (en sus variantes de parroquia, reunión de comité, teléfono de ayuda, mesa de tertuliano o salón de escépticos) que al seco discurso del analista del juicio y el comportamiento moral. Puede sentir la tentación de ocultarse bajo la distancia de un texto abstracto lleno de vocabularios lejanos a la experiencia cotidiana y de ejemplos anodinos ayunos de cualquier matiz y detalle. Pero no puede evitar que se descubra su carácter moral por los juicios que hace,  los casos que trata y el contexto desde el que habla. En segundo lugar, escribir de moral es arriesgado porque las palabras tienen consecuencias. Son palabras  leídas con propósitos prácticos (para encontrar iluminación o claridad de ideas) y que tratan de temas que conciernen a muchos. El libro del filósofo valenciano Josep Corbí, Morality, Self-Knowledge and Human Suffering. An Essay of the Loss of Confidence in the World (Routledge, 2012) es a la vez un manifiesto sobre cómo hay que escribir sobre moral y un ejercicio ejemplar de ello. Es un texto que debate sobre la mirada moral del escritor moral: sobre cómo y desde dónde mira y a qué. Y es a la vez un ejercicio de filosofía que se ocupa del problema moral del sufrimiento con una voz original, grave, que resuena en las fibras más profundas de nuestra capacidad de juicio.
Se dilucida la idea de que toda aproximación moral al daño que sólo tenga en cuenta las relaciones entre víctima y victimario deja en la oscuridad  aun tercer agente que no puede ser olvidado, y que si es excluido significa el abandono del campo moral. Me refiero a quienes tendrían que haber estado ahí para impedir el daño: todos aquellos (una silla vacía) que callaron cuando debieron haber levantado la voz, la mano o el puño. Se crea de esta forma un espacio público moral mucho más rico y denso en normativa que el espacio abstracto de agentes morales regidos por un código (por muy auto-impuesto y universal que sea).
Volveré mucho sobre este libro, un hito en la historia de la literatura moral escrita desde este país y un hito en la historia de la literatura moral en el contexto internacional.
Este año estamos de suerte. Aparece al mismo tiempo que Pain: A Cultural History de Javier Moscoso (Palgrave, 2012). Otro ejemplo de escritura sobre el sufrimiento, en este caso desde los estudios culturales y la historia de la ciencia. También un manifiesto sobre cómo y qué escribir acerca de cultura en toda su complejidad. También un hito internacional, en este caso acompañado de una magnífica versión española (Historia Cultural del Dolor, Taurus, 2011).
Son libros audaces que cambian el paso anodino de nuestra cultura académica y nos hacen mejores por el hecho de tenerlos al lado, por su manera de pensar fuera de la escisión que nos asfixia, entre una escritura cada vez más periodística y otra cada vez más críptica y lejana.
Podría poner muchos ejemplos de cómo no deberíamos tratar ciertos temas, referirme a muchas escuelas y autores, pero me encuentro leyendo un texto en estos momentos que no me resisto a citar:
"Es que el capitalismo no nos vuelve esquizos al nivel de un modo de vida, sino al nivel del proceso económico. Funciona por un sistema de conjunción. El capitalismo funciona como -usamos esta palabra a condición de aceptar que implica una verdadera diferencia de naturaleza con los códigos-- una axiomática. Una axiomática de los flujos descodificados. Todas las otras formaciones sociales han funcionado sobre la base de un código y de una territorialización de los flujos"
Fue escrito por alguien que respeto (Deleuze, se habrá adivinado ya), pero he leído varias veces el párrafo y no logro adivinar qué puede querer decir (lo que dice sí lo entiendo en su literalidad). Habría muchos otros ejemplos, de la filosofía analítica, del debordismo paródico que nos inunda últimamente, de la vieja hermenéutica. Hay una moral del texto que uno no debería olvidar para no mostrar demasiado rápidamente los propios descosidos.



2 comentarios:

  1. "escribir sobre asuntos de moralidad es arriesgado" - muy cierto, quizás es un ejercicio funambilístico. Nunca entendí cómo determinados escritores morales y opinadores podían ser reverenciados hasta el fanatismo y, de repente, un día, como por arte de magia, por algún hecho aislado o alguna supuesta metedura de pata, ser denostado por el mismo público que hasta entonces le jaleaban. Es algo que me hace cuestionarme la racionalidad del género humano, la forma en que el humano entiende el mundo de las opiniones, de la moral... o que también me hace pensar en oscuras fuerzas actuando entre bambalinas dirigiendo o desviando la atención y la voluntad común. Es algo que no sé si algún día llegaré a entender o, caso de entenderlo, será algo con lo que nunca comulgaré moralmente

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  2. No me extraña que, aún siendo filósofo no entienda el párrafo de Deleuze que ha citado. Dicho autor es uno de los que utiliza Alan Sokal en su libro "Imposturas intelectuales", como ejemplo de discursos difícilmente comprensibles, que fácilmente se prestan a parecer decir algo, cuando en el fondo solo hay una gran confusión.

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