domingo, 9 de diciembre de 2012

Pensar con claridad


Me preguntaba en la entrada anterior por la condición de "analítico" o "continental" en filosofía. Esta cuestión  suscita generalmente una inmediata elevación de la adrenalina y la activación de ciertas pasiones que recorren casi todo el espectro de las emociones negativas. Cada parte ha elaborado un relato de la otra donde ocurren ciertos textos, se citan ciertas actitudes y acontecimientos y se desarrolla, en definitiva, un retrato de lo que no se es o no se quiere ser.
En el lado del analítico, al final, está el famoso texto del Tractatus (que un amable lector me recordaba) sobre la siempre presente posibilidad de pensar y escribir con claridad. En el lado continental se aludirá a la importancia de lo no dicho en el lenguaje, en la presencia de las múltiples voces del pasado y los orígenes de  la palabra, en sus consecuencias performativas, y, también al final, en los compromisos ontológicos nunca confesados por el otro.
Ahora bien, ¿qué es pensar con claridad? ¿qué es decir y escribir con claridad?
En el discurso analítico es fácil encontrar una respuesta en los textos académicos que encontramos en las revistas más prestigiosas: definir los términos, hacer explícitos los principios, elaborar distinciones conceptuales que especifiquen diferentes condiciones necesarias y/o suficientes, exponer ejemplos sencillos de entender y discutir, construir la posición ajena y argumentar con precisión contra sus supuestos, establecer las condiciones de validez de lo que se está defendiendo, dejar abiertas preguntas para posibles críticas ulteriores. Este esquema articulador del objeto literatio "artículo filosófico" conduce a una escritura canónica tan difícil de lograr como de leer para el público inexperto. La claridad no siempre implica facilidad de escritura y lectura.
Este estilo puede llegar a formas caricaturescas, como las que proliferan en las revistas debido al sobre-esfuerzo e impostación del lenguaje para lograr ser publicado, pero también un ejercicio de maestría literaria, como el que encontramos en algunos autores como Quine o Bernard Williams. Pero la cuestión central no es una cuestión de estilo.
Donde aparecen los problemas es principalmente en la ética de los ejemplos. Los ejemplos analíticos suelen ser ejercicios de imaginación de condiciones abstractas, a veces micro-relatos de ciencia ficción, siempre esquemas abstractos que huyen de cualquier concreción de circunstancias y personajes.
Josep Corbí, uno de nuestros mejores autores analíticos ha convertido esta cuestión en una cuestión central filosófica en su magistral libro: Morality, Self-Knowledge and Human Suffering. An Essay on The Loss of Confidence in the World (Routledge, 2012). Sostiene Corbí con toda razón que la distancia en los ejemplos, que presupone una cierta actitud de imparcialidad y alejamiento de lo personal e idiosincrásico, puede ser también ceguera moral e incapacidad para pensar la circunstancia humana. Y aboga por tomar como ejemplos materiales más densos narrativamente como los que encontramos en los grandes autores (los suyos en su libro son Primo Levi, Amèry, Celan, Dostoievsky, Musil, Alexievich, ...) o en la materia de la experiencia histórica.
La pregunta de Corbí es cuánta distancia exige la claridad; cuánto alejamiento de la circunstancia, cuánto poner entre comillas el propio carácter, cuánta indiferencia son condiciones para pensar y decir con claridad.
Y ocurre que, cuando se formula en estos términos la pregunta, uno descubre cuán cercanos están muchos analíticos y continentales en la misma actitud de alejamiento, y se observa también que muchas veces la claridad de los analíticos y la profundidad de los continentales no es sino un refugio para resguardarse de las demandas de la circunstancia.
Estamos en un tiempo en el que muchos se han convertido en predicadores de la inutilidad e irrelevancia de las humanidades. En realidad constituyen dos grupos de diferentes talantes, intereses y poderes. No es inusual que cada grupo piense en las caricaturas de analíticos o continentales para elevar la voz con insolencia y desprecio. Es nuestro deber hacer que estas voces no encuentren razones en las que apoyarse.

10 comentarios:

  1. Claramente, esas voces que hablan de la inutilidad e irrelevancia de las humanidades, están interesadas en que el pensamiento no sea ni claro ni profundo... tal vez porque de esta manera puedan imponer pensamientos oscuros, absurdos y superficiales en su lugar, y para su propio beneficio

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  2. Gracias por la respuesta profesor, esta entrada responde la pregunta que hice en la entrada anterior. Saludos

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  3. La claridad y la pureza tienen una curiosa cualidad: cuanto más se las remueve más se ensucian

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  4. Estimado Fernando,

    soy un ex-alumno suyo y profesor de filosofía ahora preocupado ante el nuevo borrador LOMCE que margina la historia de la filosofía. Estamos creando y difundiendo un blog los profesores de filosofía desde el que se reflexiona sobre el asunto, http://filosofiaensecundaria.wordpress.com. Te animo a visitar y a colaborar en él. Un cordial saludo

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  5. Es muy difícil argumentar contra la crítica de que nuestra oposición a la supresión de la Historia de la filosofía sea, en el fondo, corporativa y gremial. No podemos ser jueces y parte. Eso de autovendarse con el velo de la ignorancia es imposible. Hemos estudiado esa disciplina, nos ha gustado, y encima nos ganamos la vida con ella. ¿Cómo había de parecernos bien su supresión o disminución de importancia?.
    Por eso pienso yo que nuestros argumentos han de partir del hecho de que un alto porcentaje de los críticos a la supresión van a ser personas ligadas laboralmente a la filosofía. Aceptarlo e, incluso, utilizarlo como argumento: Somos los herederos de una tradición milenaria, la Historia de la Filosofía, pero también de una tradición más modesta, la de enseñar Filosofía a jóvenes, que existe desde hace 150 años en España. En esos 150 años se han creado libros de texto, ejemplos, métodos didácticos innumerables, que convierten a la asignatura en un tesoro venerable, incluso para los que la imparten por vez primera, que tienen ya mucho trabajo hecho. ¿No podemos explicar a los nuevos responsables del Ministerio que hay muy pocas alternativas a esa tradición?. Las optativas con las que tendrá que competir son casi todas bisoñas, y pasarán muchos años hasta que logren enseñar como lo enseña hoy la “Historia de la Filosofía”. Sin duda, deberemos mejorar nuestra docencia, pero estamos en pole position respecto a Análisis gráfico o Psicología, por poner un ejemplo nuestro. Hagamos ver al Ministerio que dispone de un tesoro que va a dilapidar si acabamos impartiendo Literatura Universal, o Cultura clásica para completar nuestros raquíticos horarios. Defendamos nuestro trabajo concreto, y no sólo la disciplina académica que lo alimenta. Las grandes palabras, Crítica, Pensamiento, Reflexión, también valen para el arte o la ciencia, no nos sintamos como los únicos valedores de la racionalidad occidental.

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  6. Como soy un miembro de la Red de Filosofía, en la que están todas (o casi) las sociedades de filosofía, y además miembro de la comisión coordinadora, que ha batallado contra las recientes medidas de exclusión de la filosofía en la nueva Ley, no me siento distante del asunto.
    Los profesores de enseñanza secundaria complicados/implicados en la reivindicación se han visto involucrados en un debate sobre qué es necesario defender en la educación que afecta a toda la población. Es algo muy serio, precisamente porque forma parte de la educación básica de los ciudadanos del futuro. El punto es ¿debemos los humanistas embarcarnos en un debate corporativo, a veces simplemente determinado por los libros que hemos leído, cuando lo central es cómo dar instrumentos de pensar y expresar a la experiencia histórica de las nuevas generaciones?
    ¿Podríamos dejar de ser funcionarios-filósofos un momento y comenzar a ser seres humanos en tiempos oscuros?

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  7. Fernando, ¿en tiempos "más claros" no habría filosofía?. El "ahora más que nunca", tan presente en nuestras reivinicaciones me suena a mantrea intemporal. Recuerda a Borges: Me han tocado, como a todos los hombres, malos tiempos para vivir.
    No, que nosotros creemos en el poder de la reflexión filosófica para entender mejor la realidad no es algo discutible. La cuestión es si lo creen muchos más.... Los "libros que hemos leido" son un canon relativamente aceptado de paradigmas de pensamiento, y de lo que tenemos que convencer a "la sociedad", esto es, al Ministerio de Educación, es de que difundir o divulgar ese canon es mejor que dejar que nuestros jóvenes elijan alguna materia más lúdica o más encaminada a sus opciones laborales. Creo que estos maximalismos sobre la función de la Filosfía son solo para nosotros, ¿no te parece?

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  8. La filosofía es tan grande que hace a algunos filósofos vivir en barriles y pedir como recompensa a los emperadores que no nos quiten el sol... claro, luego también están los sofistas... ¿queremos descubrir la verdad a cualquier precio o sólo enrrocarnos en las verdades que no impliquen cambiar nuestro modo y medio de vida?. Otro modo de filosofar es posible... uno que se adapte a la verdad y no uno en que la verdad se adapte a nosotros

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  9. A propósito de la filosofía analítica vs continental, encontré un buen y sintético artículo sobre el tema

    http://www.observacionesfilosoficas.net/filosofiaanalitica.html

    Del profesor Brian Leiter de la Universidad de Texas, Austin
    Saludos

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