domingo, 23 de junio de 2013

El torno del casticismo


Me fascinan los tornos de los viejos conventos. Recuerdos de un tiempo perdido. Llegábamos el grupo de niños al decrépito convento donde una placa rezaba "Parroquia de Santa María de los Caballeros", justo enfrente de la casa donde había vivido y muerto Miguel de Unamuno, donde hoy se asienta una estatua suya que se eleva sobre terrazas llenas de guiris. Uno decía "Ave María purísima"/"Sin pecado concebida"/hermana, queríamos recortes de hostias". Algún comentario cariñoso, giraba el torno y aparecían los recortes que comíamos entre risas por la calle de Las Úrsulas. Olía a humedad y a madera encerada, a cal y a tiempo. El torno tenía el misterio de una frontera entre mundos y eras.

Después todo fue diferente. Mi ciudad, Salamanca, fue convirtiéndose en el parque temático "Unamuno y alrededores". Se llenó de especialistas y forenses de sus huesos, en un castillo ensimismado que se elevaba en la niebla como el pueblo de "La saga fuga de J.B." de Torrrente Ballester. Se me fue criando una costra antiunamuniana a medida que crecía y crecía la industria unamuno, el culto a sus cartas y a sus cortes, entre ellos el "que inventen ellos" en polémica con Ortega. Otra industria, otra escuela de forenses.

Sabía que algún día tenía que volver sobre mis pasos, regresar al torno y volver a pedir los recortes para sentir de nuevo el sabor de una historia llena de tragedias y telarañas. Me obliga una conferencia que organiza Manuel Silva, ingeniero e historiador de la ingeniería, sobre "Técnica e ingeniería en España: del noventayochismo al desarrollismo". Participo en una mesa redonda sobre la polémica entre Unamuno y Ortega acerca de la europeización de España, más o menos cien años después.

Un viejo positivista como el que escribe tendría que estar contra Unamuno y con Ortega sin ninguna duda, y alinearse con esa multitud de repetidores de la frase al comienzo de un vacuo discurso sobre innovación y desarrollo. Mas lo cierto es que siempre me he sentido muy alejado de esos refritos de frases que consumen quienes necesitan un poco de lenguaje cuando hace ya décadas que dejaron de leer. Hasta ahora, cuando por obligación tengo que volver a donde no quería como Al Pacino quejándose en El Padrino III de que le retraen al lugar del que huía.

Unamuno se puso estupendo con el casticismo, reivindicó (con razón) lo peculiar del europeísmo de Joaquín Costa, que había anunciado la necesidad de una incorporación a Europa sin perder lo peculiar de la cultura española. Ortega, joven viajado y estudiado en Alemania, se sintió legitimado para hacer sangre sobre un discurso ya herido como el del casticismo. Sin embargo, en plena polémica, ocurrió la barbarie: Europa se convirtió en un barrizal de sangre y fuego que duró dos guerras. Unamuno se convirtió en el referente de los aliados. Ortega descubrió que estaba entre dos fuegos, que había confundido Europa con Alemania, que su discurso estaba fuera de campo.

Del torno del casticismo vuelven a salir recortes de hostias. En el horizonte, relámpagos de una tormenta que se cierne sobre una Europa a medio pensar. En la casa que uno habita, los reflejos de una tragedia interminable, la de quienes no encuentran el sentido de su senda. En el escaparate del progresismo, sólo maniquíes desnudos, discursos sin más metafísica que la de un BOE que confunde el mundo con las leyes. Entre el torno y el escaparate. Un lugar donde se te hiela el corazón.


5 comentarios:

  1. Volvemos metafóricamente al recorte de hostias. Es como la cancion de Serrat "De carton piedra".

    Una Europa a medio pensar, una Europa donde los que votamos no somos decidientes, o decisores, o si somos decidientes pero no decisores sobre qué queremos hacer con nuestro futuro como Pepe o Pepa,nuestro futuro como madrileños, catalanes o gallegos; nuestro futuro como españoles, franceses o daneses; nuestro futuro como europeos, americanos, americanos, asiaticos o africanos.

    Aquí se mezclan las separaciones continentales de la deriva tectónica, con la geoeconomía. El geomorfismo fenotípico de negros, blancos, amarillos, cobrizos y caucásicos, con las clasificaciones epistemológicas religiosas.

    Y la verdad, no siempre poner en orden es poner en paz.

    ResponderEliminar
  2. Fernando,yo tambien fui mucho a los conventos. Pero la formula era: "Ave Maria Purisima / Sin pecado concebida / Hermana, quisieramos unos recortes de las sagradas formas," y a veces te las regalaban y otras te cobraban una peseta. Que tiempos! (disculpa la falta de acentos).

    ResponderEliminar
  3. Magnífico, como siempre.
    me hubiera gustado acudir a la conferencia, estoy seguro que hubiera aprendido algo más sobre Unamuno con el que tengo simpatías y reproches.

    Ya te contaré un día mi relación con el torno de las Úrsulas. Es una de mis "fotos sin cámara". Tenemos que hablar de ello ya que me jubilo y tengo en mente hacer un libro sobre ese tema: las "fotos reveladas en mi materia gris".

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Manolo, Victorino:
    hablaremos!
    y claro, había que suavizar el lenguaje para conseguir que te llenaran la caja.

    ResponderEliminar
  5. Buenos días.
    Dos asuntos que han brotado de mis sesos con la lectura del artículo. Primero, lo inevitable en la vida (que debería estar registrado en cualquier libro de Educación para la Ciudadanía): la obligación que tenemos todos de volver a donde no queríamos. Segundo, una defensa -sin armas, sin demasiada trinchera- del casticismo. El progreso, como el arroyo fluyente que empapa la reseca tierra, necesita su tiempo para encontrar su hueco en el sistema que se ha formado luna a luna, día a día.

    ResponderEliminar