domingo, 6 de octubre de 2013

Informe sobre la ceguera


Creo haber dicho alguna vez, en todo caso pensado muchas, que los filósofos somos sanadores de conceptos. Uno de los más dañados por el tiempo es el de "ideología". Entre la versión inocua e inoperante de Destutt de Tracy y Karl Mannheim, que considera que simplemente describe cualquier conjunto de creencias y valores que motiva a las gentes y culturas, y la no menos inoperante de cierta tradición marxista que postula que la ideología es una visión sesgada y falsa del mundo, producida por la posición en la estructura de clases (ya se sabe, la ideología, como el mal aliento, siempre la tiene el otro),  tendríamos que encontrar algún sendero intermedio útil y operativo en los tiempos que corren. 

Recientemente, el omnipresente (omnisciente, etc.) Zizek ha intentado renovar la noción de ideología en una sociedad post-ideológica. Considera que la ideología contemporánea ya no falsea lo que ocurre, simplemente nos vuelve cínicos. Tiene un punto de razón y muchos de equivocación. Tiene razón en que las ideologías no ocultan la realidad. Se equivoca en ese diagnóstico entre cartesiano y lacaniano de que vivimos en un mundo de cinismo (en el que se supone que también habita él, aunque no nos aclara si su aparente ironía le libra del cinismo).

En realidad las ideologías son eficientes porque contienen mucha dosis de verdad. Si la clase dominante consigue movilizar a su favor muchos intereses en eso que Gramsci llamaba la cultura hegemónica, es porque acierta en muchos diagnósticos y mecanismos de movilización de las conciencias. Se equivoca aquí radicalmente una larga tradición marxista. Las teorías dominantes son básicamente correctas, eficientes, describen rasgos objetivos de la realidad. Los valores que postula la cultura hegemónica son en cierto modo valores compartidos, por eso son tan efectivos. 

Lo que hacen las ideologías no es distorsionar la realidad en el sentido de la falsedad sino en un sentido mucho más sofisticado que es el de la mentira. La mentira puede ocurrir diciendo la verdad absoluta. Las mentiras son manipulaciones de la mente del otro usando medios efectivos, no importa si esos medios son epistémicamente correctos o equivocados. En nuestro caso, las ideologías son fundamentalmente filtros que dejan ver algunas cosas y ocultan muchas otras. Toda teoría nos permite levantar un mapa de la realidad. Todo complejo de valores nos permite una red de actitudes reactivas, emocionales y prácticas, a lo que ocurre. Pero, precisamente por este carácter entre representacional e instrumental, las teorías y los sistemas de valores dejan sombras y puntos ciegos al tiempo que iluminan otros. 

Si pensamos las ideologías como falsedades no explicaremos nunca su poder eficiente. Y lo que es más grave, caeremos en el extendido vicio de creer que con eslóganes contrarios se realiza un pensamiento contrahegemónico efectivo. Para nada. Me encuentro muchas veces con alumnos, compañeros y amigos (léase el masculino en sentido inclusivo) que confunden el activismo y la actitud teórica. Que creen que elevando el tono discursivo, que acudiendo a aforismos y a guiños al lector o al auditorio, realizan un trabajo de socavamiento de la cultura hegemónica. Se equivocan. 

Los conceptos y las teorías son armas poderosas, poderosísimas. Han de ser dominadas para que puedan ser efectivas. Quienes cierran los ojos y creen que la microeconomía y la teoría de la decisión es un invento del capitalismo que no hay que aprender y controlar, se equivocan radicalmente y, lo que es peor, se equivocan mucho más si alguna vez tienen que tomar decisiones. Diría lo mismo de la sociología, y, en lo que a mi respecta, de la filosofía que se ocupa analíticamente de los conceptos. Como si la voluntad sustituyera a las constricciones. Es puro pensamiento mágico. 

El trabajo duro es usar las teorías y sistemas de valores compartidos para iluminar los puntos ciegos que han creado los intereses dominantes, hacer notar el disenso de quienes no tienen voz y explicar por qué no la tienen. Para ello es necesario un trabajo lento, parsimonioso, una carrera de resistencia que no es menos dura que la resistencia activa. Bertold Brecht lo describía en un poema en el que reconocía que lo que enseña la escuela es ideológico, pero animaba a aprender lenguas, matemáticas, historia, filosofía. Los viejos topos realizan sus trabajos muy lentamente y desde muchos túneles, pero nunca por  métodos sencillos. 

Gramsci lo entendió muy bien. Encerrado en la cárcel por el fascismo se puso a releer a todos los filósofos italianos de un siglo atrás para explicarse por qué la ideología del catolicismo mediterráneo había sido tan efectiva en la configuración de una cultura tan compleja y lúcida como la italiana. No encontraremos en sus escritos descalificaciones sino, por el contrario, cuidadosos análisis de los conceptos e ideas de los otros. Por eso su trabajo fue contrahegemónico y permitió ver tantas zonas oscuras. No se le ocurrió en ningún momento tomar por tontos a quienes habían creado una cultura tan poderosa. Pero nunca desesperó de encontrar sus puntos ciegos. 







3 comentarios:

  1. Hola Fernando,
    El post es muy lúcido. El tema de la ideología siempre me ha interesado mucho. Creo que Althusser hizo mucho daño con su dicotomía ciencia/ideología, la peor lectura de Mrax : la dogmática. las ciencias sociales ( y antes Marx) intentan un trabajo científico par entender la sociedad. Pero el trabajo científico, aplicado a lo humano, es difícil y enmarcado a cuestiones ideológicas y valores. Como dices no es blanco ni negro. El mismo neoliberalismo, que a veces la izquierda presenta como un disparate, tienen elementos ideológicos que pueden ser interesantes y que la gente normal entiende. La realidad es compleja y desde esta complejidad la filosofía debe trabajar los conceptos atendiendo a los procesos reales que describe.
    Un buen post.
    Saludos

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  2. Si afortunadamente tenemos la utopía de que como un esfuerzo transgeneracional avanzaremos en nuevas comprensiones de procesos tan complejos como los idiologicos que permiten no solo la reproducción conocido sino muchas veces la trasmutación a lo nuevo que nos produce nublamiento y nuevos espejismos, qué tan felices hemos sido con las TI, que las suponemos cono ajenas a toda ideología y no expresan una cantidad inmensa y condesada de trabajo vivo, entonces como su propiedad, acceso, uso y sobre todo apropiación no desliza, replantea contenidos ideológicos del futuro y presente de nuestras sociedades, justamente la inmaterialidad de muchos contenidos ideológicos hacen más potentes y como los retrovirus poderosos e inmunes mucho mas a consignas y mantras, que no tienen la potencia para transtocar los montajes poder, de ahí la importancia en todos los ordenes desde la teoría hasta practicas de debatirla y poderla pensar en las trasmutaciones de nuestras sociedades

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  3. Me gustaría aportar "mi algo".
    Quizá enfrentarse a que la existencia del ser humano está condicionada por lo económico y no querer que sea así, sea lo que a Marx le hace lanzarse a su actividad de pensador. Por lo menos así creo que lo entienden señores tan dispares como TW Adorno y Paul Johnson.

    De lo que se trata en primer lugar es de conocer que es aquello que "conduce a la sociedad", lo que la hace ser como es. Eso es lo que se conoce como ideología, "lo conducente".

    Se pasa luego a expresar una teoría que sirva para conducir a la sociedad hacia el objetivo propuesto; en este caso marxista que el ser humano no tenga dependencia de lo económico en su existencia. Esa teoría tiene la pretensión de ser "conducente" mediante la sustitución de lo actual, por tanto, es ideología. La implantación social de esa teoría "conducente" se llama praxis y entra dentro de la ideología por ser su método. Paul Johnson y los britanicos, en general, a la teoría+praxis "conducentes" las llaman actualmente "ingeniería social.

    Por tanto, la ideología en el pensamiento crítico es tanto lo "conducente" en la sociedad actual como las alternativas "conducentes"
    que pretenden sustituir la actual.

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