domingo, 28 de octubre de 2018

El cuerpo inacabado





"Los cyborgs, en el sentido de cuerpos que están mediados tecnológicamente, no solo incluyen a los cuerpos hih-tech adaptados a los cazas o a los iconos de Hollywood sino también a los cuerpos mal pagados y explotados de tantas mujeres y niños en las plantas de producción deslocalizadas y en aquellas bolsas crecientes de trabajo mal remunerado dentro de las economías avanzadas que alimentan la economía global orientada tecnológicamente"

Rosi Braidotti escribía estas palabras en Transposiciones (2006), antes de haber publicado Lo posthumano (2013), antes también de la crisis que habría de mostrar la cara más siniestra del capitalismo contemporáneo. Son cyborgs los cuerpos constituidos por entornos sociales, políticos, económicos y tecnológicos. La teoría del cyborg comienza ya en la obra de Marx que nos habla del cuerpo hecho mercancía y de la era industrial que transforma el cuerpo en apéndice de la máquina. No es posible pensar el cuerpo sin las mediaciones biológicas, sociales y técnicas que le dan forma. Es erróneo hacerlo como si el cuerpo humano fuese tan solo un producto de la evolución biológica y el soporte de una mente formada por la cultura.

El cuerpo es relativo. Es el fruto de procesos de intercambios metabólicos, técnicos y culturales que dibujan un paisaje de variedades ilimitadas en la humanidad. Los niños de las escuelas de las barriadas pobres de Bombay o las favelas de Río; los cuerpos dolidos de las trabajadoras de los call-centers; los cuerpos de los 80.000 aislados en confinamiento, entre los 2.3 millones de encarcelados en Estados Unidos; los cuerpos de los 25,4 millones de refugiados hacinados en campos polvorientos o embarrados; los cuerpos de ancianos abandonados en residencias-negocio, desarraigados y olvidados; los cuerpos atados a sillas que sortean los obstáculos de las ciudades; los cuerpos alimentados por comida ultraprocesada, rápida y grasienta. También los cuerpos selfie mantenidos por laboratorios, gimnasios y supermercados orgánicos; cuerpos dotados de capital erótico y simbólico; cuerpos sin estigma y con las señas del poder: ojos claros, altura sobre la media, tallas pequeñas; cuerpos-producto del bienestar.

Paseo por Carabanchel Alto. En un cajero del Banco Santander, una joven latina se retrasa minutos y minutos delante de la pantalla. No saca dinero; llama inquieta por teléfono y baja lenta la calle, vestida con vaqueros de talla grande, de almacén de saldo, con rostro angustiado, apenas musitando. La pantalla del cajero, su smartphone, su ropa de calle y su cuerpo forman con el barrio un todo inextricable que cuenta en su tardo caminar una historia de vida que me es tan ajena como cercana. La calle está llena de pequeñas tiendas de ropa, de teléfonos, peluquerías, ópticas, tabernas. Las aceras cuentan una historia de consumo y producción. Más abajo, ya llegando a la periferia del centro, aparecen los gimnasios, las inmobiliarias y los concesionarios de automóviles. El relato tiene puntos de inflexión y curvas creando sendas sociotécnicas diversas.

Toda política es política corporal. Toda política corporal es también una metafísica del cuerpo. Pensamos en la desigualdad como una cuestión de ingresos y no como historias del cuerpo, como cartografías de una diversidad humana técnica, social y culturalmente producida. La política neoliberal está enraizada en la metafísica romántica de la Bildung, de la formación biocultural que se expresa en el Bauplan de un cuerpo que se desarrolla desde lo bajo a lo alto, que se desenvuelve hasta adquirir una forma perfecta, autónoma, desarraigada de toda dependencia y triunfadora en el espacio social. Está en el culmen de la evolución, en el final de la historia. El Kant pesimista aventuraba que con el fuste torcido de la humanidad poco se puede hacer. También él tenía una imagen clara del cuerpo: un árbol que crece recto hasta alcanzar la forma ideal. No el viejo olivo de tronco retorcido y corteza rugosa. Las modalidades fascistas del capitalismo lo son también del ideal metafísico romántico: lo alto y lo bajo, lo seco y lo húmedo, lo masculino y lo femenino. Cuerpos sanos no contaminados por desviaciones o imperfecciones sexuales o fisiológicas.

También las políticas de izquierda que abjuran de la diversidad tienen su propia política corporal.


Admiten la diversidad como algo inevitable en un mundo contemporáneo en el que no renta mucho oponerse a lo políticamente correcto, pero afirman con entusiasmo que toda contradicción corporal se resuelve en la contradicción de clase. La igualdad como ideal no admite la diferencia más que como una fase episódica que debe resolverse en la contradicción fundamental. Género, etnia, cultura, diferencia funcional, deseo alternativo. No son más que adjetivos de lo sustantivo, que se expresa en la producción y distribución económica. La dialéctica se orienta hacia un fin último de igualdad suprema de cuerpos libres.

Toda política corporal define una cartografía del deseo. Lo mismo que el conocimiento y la ignorancia, lo mismo que el capital económico y cultural, la sociedad determina siempre una distribución de ese impulso de la vida que llamamos deseo y que se expresa en los lazos afectivos que constituyen nuestra naturaleza de seres dependientes: la confianza, el amor, la amistad. El poder se manifiesta siempre en la distribución del deseo. Asimetrías y simetrías, reconocimientos o ignorancias epistémicas definen una topología cambiante del deseo.

Toda política es una política del devenir. Rosi Braidotti la propone como una política de zoe antes que bios: crear un mundo sostenible implica abandonar las políticas de lo alto y lo bajo, de la forma perfecta que soñaron los románticos (en todas las formas que adopta el romanticismo contemporáneo). Diseñar entornos, municipios, comunidades y estados orientados a la expresión diversa de las fuerzas de la vida. Crear dependencias allí donde los ideales neoliberales aspiran al desarraigo, la independencia y autonomía. Enlazar lo aislado bajo condiciones de reconocimiento.

No es posible un mundo sostenible bajo el capitalismo. Es una convicción que comienza a generalizarse en un mundo dominado por aparatos militares económicos y políticos orientados al dominio y el mantenimiento de las élites. Socializar las posibilidades de futuro para esta y las siguientes generaciones implica una nueva conciencia de unidad de lo natural, lo técnico, lo cultural y lo social. Implica también una política de redistribución del deseo, de un hábitat de afectos que se manifieste con toda la riqueza que expresan las fuerzas de la vida.

Todo lo corporal es político.


Algunas referencias para continuar sobre el tema:

Mari Luz Esteban: Antropología del cuerpo
Santiago López Petit: Hijos de la noche
Joao Biehl; Peter Locke: Unfinished. The Antropology of Becoming
William Connolly: Facing the Planetary: Entangled Humanism and the Politics of Swarming.



La ilustración primera es uno de los azulejos de Adriana Varejao.
La segunda es una obra de realismo socialista de la que no he encontrado el autor.

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