domingo, 20 de enero de 2019

La imaginación vulnerada





Se ha caracterizado con perspicacia nuestra sociedad como una sociedad del Doble Vínculo. Fue un término que acuñó George Bateson para nombrar las situaciones en las que el individuo recibe mensajes de imposible cumplimiento: se anima a las personas a emprender cierta línea de conducta que, cuando se inicia entra en contradicción con una norma o constricción más profunda. Es decir, se anima ha emprender un plan de acción que de ser puesto en marcha llevaría a su fracaso. Y aquí "emprendimiento" está usado con intención pues suministra un ejemplo clarificador. Se le dice al joven, o al maduro al borde de ser despedido de su trabajo: "debéis ser emprendedores" "dejad vuestros trabajos y convertíos en empresarios de vosotros mismos", cuando el emisor del mensaje sabe bien que el emprendimiento es una orden de imposible cumplimiento en una economía de oligopolios ordenada a expropiar sistémicamente toda iniciativa. En el mejor de los casos el emprendimiento es un breve tiempo interino antes de caer en las garras de la deuda y de la empresa oligopolista, que se apropia --expropia en realidad-- de ese trabajo imaginativo sin haber pagado los costos de la creación. "Sé crítico" ("repite lo que te digo"). "Sé creativo" ("obedece a lo que te digo"). "Encuentra las fuerzas en ti mismo" ("olvídate de buscar ayuda mutua"). Como en la película They Live, de Jon Carpenter (1988), todos los mensajes y anuncios que nos inundan podrían ser leídos como mensajes de sumisión si tuviésemos las gafas cognitivas adecuadas.




De todas las órdenes autosocavantes, las que definen la sociedad del conocimiento, la innovación y la imaginación son las más que mejor definen nuestra era de protocolos ordenados a estrechar los horizontes y a cerrar las ventanas de posibilidades alternativas: "Busquemos la sociedad del conocimiento" ("preservemos estructuralmente la ignorancia"). "Sed innovadores" ("repetid los procedimientos y protocolos"). "Sed imaginativos" ("adaptad vuestros deseos a lo que os vendo").

Me he ocupado últimamente sobre las trampas del conocimiento y la innovación (espero que en unas semanas esté disponible un texto sobre ello, Puntos ciegos. Patologías de la sociedad del conocimiento) y querría ahora dibujar un rápido apunte sobre los daños a la imaginación en la sociedad del Doble Vínculo. Para calibrar estos daños lo mejor es comenzar por reparar en la importancia que la filosofía encontró en la facultad de la imaginación y en concreto Kant, quien de algún modo define el concepto en la forma que hoy usamos.

Kant trató la imaginación en dos de sus grandes obras: en la Crítica de la Razón Pura y en la Crítica de la Razón Práctica, y en las dos situó la imaginación en un lugar central de las capacidades cognitivas (en la Razón Pura) y morales (Razón Práctica), es decir, en el ¿qué puedo conocer? y ¿qué debo hacer?. En la primera de las Críticas, Kant considera que la imaginación es una condición de aplicación de los conceptos al material empírico. Un concepto no podría ordenar la experiencia, dándole sentido y produciendo comprensión sin el ejercicio de la facultad de imaginación que hila lo universal del concepto con lo concreto de la experiencia perceptiva. En la Crítica de la Razón Práctica, la imaginación es igualmente el medio por el que un curso de acción en una situación concreta se convierte en un imperativo moral pues el sujeto moral es capaz de imaginarse en el lugar de otros que estuvieran en la misma situación. Observemos como se activan estos dos usos de la imaginación en la maduración cognitiva y moral de los niños. Por ejemplo, el concepto usual y cotidiano de "espacio". Una persona cognitivamente madura domina el concepto de espacio cuando, pongamos por caso sabe que las cosas que ve tienen una cara oculta que no ve, pero que podría hacerlo si diera la vuelta alrededor de ese objeto, o que a sus espaldas hay cosas que no ve, etcétera. La imaginación opera en la aplicación del concepto de espacio activando posibilidades contrafácticas como "si mirase desde el otro lado de la habitación vería las cosas de otro modo". Moverse correspondientemente en el espacio guiados por el concepto implica poner o activar estas formas imaginativas. En lo que se refiere al conocimiento moral, el uso de la imaginación es similar. El niño comprende que su acción ha hecho daño a otros cuando es capaz de situarse en el lugar de aquellos e imaginar el sufrimiento causado por su acción. Sólo entonces activa nuevas emociones desconocidas como la culpa y la vergüenza, y no meramente el miedo.

La imaginación, nos enseña Kant, es la facultad que nos permite la trascendencia de lo inmediato: del puro dato sensorial o de la situación propia y concreta. Nos sitúa en un territorio de posibilidades alternativas en el cual se hace posible comprender lo general, lo que está en juego, el dar nombre, el elaborar un plan de acción, el legitimar una decisión. La psicología cognitiva nos enseña que esta facultad se desarrolla progresivamente en el niño en un largo proceso por el que llega a ser capaz de desprenderse de lo actual y pensar y vivir a la vez en dos mundos, el presente y el imaginado. Comienza con el juego de ficción, cuando es capaz de usar una escoba como caballo y disfrutar de la maravilla de la metáfora, sabiendo que vive a la vez en dos mundos, el de la escoba real y el de la escoba-caballo. Más tarde desarrollará la capacidad de largos monólogos interiores donde construirá relatos que ordenaran juegos complejos con personajes que ejercen roles alternativos. Por último, adquirirá la capacidad de pensar en la mente de los otros como un espacio de posibilidades o perspectivas diferentes a la suya.

Esta poderosa cualidad de trascendencia de lo real para habitar en el espacio de lo posible es el regalo que le hizo a la especie humana el lenguaje, que creó esa segunda naturaleza escindida entre lo real y lo imaginario. Es un arma peligrosa y ambivalente. Puede servir para anticipar la realidad, calcular posibilidades e iniciar planes de acción estratégicos que alcancen a un futuro lejano y puede servir también para escapar de la realidad y vivir una fantasmagoría que en realidad no es sino una proyección distorsionada de la realidad, como el juego del niño que se encierra en el mundo propio de su juguete.

Es, ¡ay! la facultad más fácilmente colonizable por el poderoso imperio del fetichismo de la mercancía. En la era del capitalismo del consumo, la era del optimismo desatado, el control de la imaginación a través de la publicidad llevaba a que todos los mundos posibles se resumiesen en el cerrado espacio del gran almacén o el centro comercial. "Bienvenidos a la República Independiente de Ikea" podría ser el gran mensaje del siglo del consumo. En la era del capitalismo del futuro inseguro la imaginación fue colonizada por los mensajes apocalípticos. En un ejercicio de eterno retorno ideológico, la vuelta de la imaginación de las postrimerías: el Juicio Final y el Infierno, el capitalismo logra la colonización de una de las fuerzas más poderosas que activa la imaginación: el miedo a lo desconocido. En los dos casos, el optimista y el pesimista, la expropiación de la imaginación es también y sobre todo una expropiación de agencia, de capacidad de ordenar la vida personal y colectiva de modo estratégico trascendiendo la realidad presente y guiados por una realidad que puede ser diseñada y construida por las capacidades prácticas.

En una entrada de hace dos semanas expuse que uno de los argumentos más poderosos en favor de la democracia es que logra resolver mejor que otros sistemas los graves dilemas del reparto y de la activación oportuna del conocimiento teórico y práctico, como demostró el caso de Atenas. Lo mismo cabe decir respecto a la imaginación. En ambientes autoritarios, sean paternalistas y basados en el consumo, o autoritarios y basados en el miedo, la imaginación personal y la colectiva quedan gravemente heridas, dañadas en su capacidad de trascendencia. No es infrecuente que estas sociedades la fantasía y la huida de la realidad en múltiples formas más o menos sumisas sea la regla. Las sociedades democráticas, cuando desarrollan prácticas deliberativas amplían los espacios de imaginación de los ciudadanos de manera que sus espacios de posibilidades alternativas crecen a la par que la conversación interminable, también el conflicto y el contraste, abre perspectivas de futuros alternativos que pueden ser construidos colectivamente.



















La Ilustración es "hombre sangrando por la nariz" de Paul Rebeyrolle

No hay comentarios:

Publicar un comentario