sábado, 20 de marzo de 2021

Lo contrario del humanismo

 



 El humanismo es un sustantivo en busca de adjetivos: cívico, literario, ilustrado, romántico, marxista, ateo, religioso, burgués, liberal, socialista, … Lo contrario del humanismo, sin embargo, parece reducir el humanismo a una ideología ahistórica, esencialista y metafísica que, en el mejor de los casos, afirma la naturaleza humana y la unicidad de la humanidad y, en el peor de los casos, confunde la especie humana con el hombre, con la explotación de la naturaleza y con una suerte de pensamiento débil y blandito que aún cree en los derechos humanos, en la agencia y en la autoría.

En el bando opuesto al humanismo parecería que hay un frente unitario que, puesto que identifica claramente lo criticable del humanismo, lo hace desde una actitud común que evitaría las fragilidades del humanismo.  Si leemos la entrada Antihumanism de Wikipedia nos hallaremos entre los autores más reputados del pensamiento contemporáneo. Recojo algunos de ellos (en orden de aparición en el artículo): Nietzsche, Heidegger, Saussure, Levi-Strauss, Barthes, Lacan, Brecht, Derrida, Foucault.

En realidad, el antihumanismo necesita tantos adjetivos como el humanismo y se dirige a tantos supuestos objetivos teóricos que es difícil saber qué entiende por humanismo el antihumanismo. Lo humano se disuelve para algunas perspectivas en un trasvase de la teología a la creencia en el hombre, para otras en los modos de producción y reproducción social, para otros en los discursos del poder, para otros en la formación patriarcal de la reproducción social,… Y el resultado es un complejo de críticas entre las que no faltan las contradicciones: se acusa al humanismo de falta de historicidad, cuando enfrente encontramos una división blindada de filosofías a-históricas como las del estructuralismo lingüístico o antropológico o el marxismo de Althusser. En otro lado, Foucault, como Nietzsche, está del lado de las explicaciones genealógicas, y entre ellas las del concepto “hombre”, que tiene sin duda sus raíces en la modernidad, pero esas raíces tienen savias muy distintas: en las formas de humanismo más interesantes, no es la separación de la naturaleza lo que importa sino la resistencia contra la barbarie y la violencia inhumanas (que no animales). 

La crítica a la confusión entre la humanidad y el “hombre” tiene mucha razón y ha sido una confusión que atraviesa la historia (también la del antihumanismo: el sucesor del hombre en Nietzsche no es el lado femenino de la humanidad sino el Übermensch). Pero en el pensamiento humanista están autoras como Christine de Pizan, Mary Wollstonecraft, Simone Weil, Hannah Arendt o, más reciente, Judit Butler, por citar solamente algunas.Y si atendemos al marxismo humanista, tan denostado por Althusser: el Marx de los Manuscritos, el Lukács de Historia y conciencia de clase, el Karl Korch de Marxismo y filosofía, el Gramsci de los Cuadernos, Marcuse, Henry Lefebvre, Merleau-Ponty, Sartre, … una larga historia de pensadores que ciertamente están menos de moda, pero este es precisamente el problema, el por qué el antihumanismo se ha convertido en una suerte de atmósfera cultural que impregna todo. Lo cierto es que la casa del antihumanismo está tan llena de fantasmas como la del humanismo. La querella contra el humanismo raramente sobrepasa las fronteras del academicismo, aunque lo sea bajo un palio de crítica cultural.

En Buen trabajo del sarcástico novelista y crítico literario David Lodge (1988), su protagonista, Robyn Penrose, una feminista académica, se define como materialista semiótica, “una posición de sujeto en una red infinita de discursos –los discursos de poder, sexo, familia, ciencia, religión, poesía, etc.”, y cuando es criticada por sus concepciones deterministas afirma “antihumanista, sí, inhumana,  no…el sujeto verdaderamente determinado es quien no es consciente de las formaciones discursivas que le determinan”. Irónicamente, la protagonista tendrá que aprender que la realidad no está hecha de discursos sino de recortes de presupuesto que afectan al trabajo en la universidad, convertida cada vez más en una industria.

En realidad, lo contrario del humanismo no es el antihumanismo. Lo contrario del humanismo es la rendición a la barbarie.


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