Entre millón y millón de anuncios logro ver en televisión Crueldad intolerable, de los hermanos Cohen, que había visto divertido y distraído en el cine. Una comedia de lo que Stanley Cavell llamaría reconciliación de una pareja: George Cloney, caricaturizándose a sí mismo, y Catherine Zeta-Jones; un abogado especialista en divorcios y una divorciadora profesional especializada en divorcios rentables. Chocan, él gana un caso y ella le devuelve una irónica venganza haciéndole sufrir su propia medicina. Él se descubre enamorado, se casan, ella le plantea el divorcio... en fin, recuerda más que mucho a las comedias de los años cincuenta. El tema de la obra es una cláusula de separación de bienes que, anunciada antes de la boda por la parte más débil económicamente, parece probar que el verdadero móvil es el amor. Sobre todo si estratégicamente la parte más favorecida responde al instante siguiente de la boda rompiendo la cláusula como regalo, para probar su amor,...., en fin la trama ya está armada. Ellos son dos tiburones que viven de engañar a los otros. Pero se enamoran. El viejo chiste pregunta por cómo hacen el amor dos erizos: con cuidado, claro. Aquí el mecanismo será los dos actos de firmar y luego romper la cláusula de separación de bienes: "rompemos este contrato como condición para poder seguir juntos". Es curioso esta cláusula que muestra el amor de uno de los miembros de la pareja bien firmándola, bien rompiéndola, cuando teóricamente el amor sería compartirlo todo. Pero la vida es así. Al final ambos, que ya son ricos, aceptan vivir juntos a condición de romper la cláusula, lo que les convierte en frágiles ante el otro, pues así cada uno de ellos podría intentar divorciarse y sacarle una contrapartida económica: son especialistas. Amor de erizos. Lo interesante del mecanismo es esta cláusula de amor y contrato que arma la trama de la comedia: "declaramos que nos amamos y para ello ponemos el cuello al alcance de la boca lupina del otro: compartiremos todo, sobre todo nuestra tendencia a aprovecharnos del otro".
Aunque no superficialmente, el acto de romper el acuerdo de separación de bienes es autorreferente. Las oraciones autorreferentes interesantes son aquéllas que se incluyen a sí mismas para establecer una condición de éxito semántico o pragmático. La más conocida es la paradoja del mentiroso: "esta oración es falsa, dijo Epiménides, el cretense mentiroso", la propia oración incluye una condición de fracaso. Colecciono autorreferencias, algunas muy divertidas. Más interesantes son las autorreferencias prácticas: una oración que induce un acto que la destruye "quemar después de leer" o, más interesante; "tonto el que lo lea". El mecanismo irónico de esta película es de esta clase, recuerda al conocidísimo final de Johnny Guitar de Nicholas Ray: "miénteme, dime que me quieres...". Kant hubiese disfrutado con este ejercicio de insociable socialidad. Se casan, se engañan, se reconcilian y firman y rompen el contrato como signo de contrato. Maravilloso: los Cohen diseccionan la nueva pareja de profesionales exitosos.
Intrigantes amores de tiburones.
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