El Ateneo de Cáceres (una increíblemente activa, dinámica y envidiable institución, que, como casi todo, funciona sólo por y con el entusiasmo de la buena gente) organiza estos días un curso/congreso con el intrigante título de "¿Cultura o Educación?". Me he distraído combinando la pareja de términos y construyendo posibles situaciones y sociedades en las que se promocionen las dos, una o ninguna. La concepción romántica de la formación de la persona y del pueblo, la
Bildung, consideraba que ambas no pueden ir sino juntas (Me acaba de llegar el último libro de José Luis Molinuevo:
Magnífica miseria. Dialéctica del romanticismo. CENDEAC, 2009 en el que elabora el romanticismo siempre presente en nuestra época visual, y fue la primera ojeada el comienzo de esta extraña elucubración). Pues eso: el romanticismo, una forma de ilustración, sostiene que la cultura sólo existe si forma y desarrolla al sujeto, lo educa y lo transforma. Tiene una visión muy normativa de la cultura. Pero hay otras maneras de entender la cultura mucho más etnográficas en las que se trata solamente de prácticas, ritos, artefactos, universos simbólicos, maneras de comer, de matar y de amar, en los que la educación puede estar o no. La educación, por su parte, es un proyecto social de transformación de la mente (y las habilidades. Los intelectualistas (Jose Luis Pardo, Esto no es música) consideran que la educación no debe tener que ver con destrezas y habilidades), en particular de las mentes más plásticas: niños y jóvenes, con el objeto de convertirlos en ciudadanos, pues se considera que un ciudadano debe tener un grado de cultura normalizado para ser considerado como tal. Hay pues, también, posibilidades de educación como normalización sin cultura: adoctrinamiento, adiestramiento, etc. Me gustaría una cultura como cultivo más que como culto, una educación que no fuese e-ducere, llevar a la gente, sino educarnos y enseñarnos unos a otros (hace años que aprendo más de los alumnos que lo que enseño), me gustaría una sociedad, en realidad, sin cultura ni educación en los sentidos oficiales y burocráticos, sin cultos ni maestros. Mientras tanto...
Otra cosa: como todas las primaveras me sorprenden los lirios de Getafe: nacen milagrosamente en un cruce inmenso de carreteras, en un terraplén que nadie cuida ni plantó, nacen a docenas, llenan de violetas la mirada, afirman la vida contra el cemento. Celebran la esperanza. Cuando en la A42 nacen los lirios es que la primavera está cerca (me parece que uno de los evangelios dice algo parecido)
Muy bueno, Fernando, totalmente de acuerdo.
ResponderEliminar(De hecho, la versión no corrupta de los manuscritos de los evangelios dice "en aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos en un atasco, 'ved los lirios del arcén...', etc., etc.").
Tambien entendemos la educación como el instrumento idóneo para la transmisión de la cultura, de aquello de los ancestros que se desea conservar y que por tanto cultivamos, revivimos; cuando desechamos algo de nuestros antepasados dejamos de referirlo como parte de nuestra cultura y cuando de algo decimos que es nuestra cultura, estamos realmente elogiandolo, enorgulleciendonos de su existencia.
ResponderEliminarAparte de eso, hay otras cosas, por ejemplo, las leyes que son normas escritas; cuando las sociedades empezaron a escribir sus normas, legitmitaron con ello la violencia social; la ley jamás adolece de violencia. Es muy infrecuente que un pueblo presuma de sus leyes. Las leyes son susceptibles de cambio, la cultura tambien pero lo hace tan lentamente, tan pausadamente que gracias a esa lentitud podemos mirar hacia la Historia y entenderla.
Otro instrumento práctico, de carácter economicista o cuando menos mucho mas prosaico es la instrucción, el adiestramiento, lo que aprendemos en las escuelas, en las altas y en las parvulas.
Sin las leyes no existiría la propiedad de lo que nos es ajeno por naturaleza – nuestro cuerpo es lo único que por naturaleza nos pertenece - ni se darían las consecuencias de aquella propiedad que son muchas de las leyes, mucha violencia.
La cultura me prolonga la existencia, hacia atrás, alarga mi vida; los recuerdos son parte de la cultura, es un revivir que es prolongar la existencia, hacia el pasado, sí claro. Irrenunciable es para mi la cultura que me han transmitido porque deseo prolongar mi vida. Cuando se desea vivir se desea hacerlo con los que hemos conocido o conocemos, es hacia atrás como realmente deseamos vivir.
P.D.: Ahora me toca volver a vivir la mas barroca de las representaciones mas iconologicas de mi tierra, de mi pueblo, de mi gente, de mi cultura en definitiva; voy a revivir momentos que he vivido con mi padre y que mi padre me contó que con el suyo vivió y que le contaba el suyo … y así hacia atrás tanto como para perderse en el tiempo; ahora, con mi agnosticismo impenitente, volvere a pedir escaleras para subir a la cruz porque es la fé de mis mayores