Las lecturas relajadas del verano me regalan la obra crítica de Julio Cortázar, y en particular La teoría del túnel, un conjunto de notas sobre el estilo literario que escribió en 1947, a la vez que redactaba El Bestiario. Me sorprende en medio de una meditación sobre el libro, de la que da constancia la entrada de la semana anterior: ¿es el libro una entidad permanente o, en manos de la evolución de la técnica, será un objeto históricamente pasajero como el arado romano? Cortázar lo plantea en términos estéticos y no tecnológicos. Sostiene que cada generación de escritores se plantea una labor destructiva contra el libro, al que considera un objeto obsoleto y acomodaticio. Sin embargo, sostiene Cortázar, la labor de zapa termina siendo la tarea de un túnel: destruir para construir.
Todos los veranos se me alegra el corazón en el breve contacto con la vanguardia poética. Jóvenes que plantean ya su vocación literaria como una búsqueda de nuevas formas expresivas que destruyan el esteticismo conformista de la generación al mando. Observo con fruición su corrosivo sarcasmo contra los monterosabinasmolinas y demás aristocracias de los salones de la buena conciencia, y las palabras de Cortázar me iluminan sobre la renovación del discurso literario.
El esteticismo es la conformidad a los recursos de estilo que funcionan, la sumisión de una voluntad de ser a una voluntad de ser leído. El esteticismo es una pátina que notamos generacionalmente, cuando los recursos de otro tiempo ya quedan como signos de identidad que no pueden ser sino leídos en su contexto pero no repetidos.
Señala Cortázar varias líneas de tensión que recorren la literatura: la primera, la línea que va desde lo narrativo a lo psicológico. Es el gran descubrimiento de la novela: la conciencia del personaje, el punto de vista. No tiene Don Alonso psicología, sus estados mentales hay que inferirlos de sus bizarras acciones. La novela irá descubriendo la psicología hasta el culmen del XIX y sus asombrosos epígonos, James y Proust. La ruptura contra la psicología al modo decimonónico será la marca de las vanguardias: Joyce, etc. (curioso, Cortázar no cita a Faulkner, que devendría en el gran padre del "boom"). La segunda línea de tensión es la que va desde lo enunciativo a lo poético: el representar las cosas frente a transformarlas, que al fin y al cabo es lo que hace la metáfora poética, cambia nuestro modo de ver. La invasión de lo poético en la novela ha sido progresiva, persistente e irreversible. Por ejemplo: La muerte de Virgilio, de Broch, un hermoso poema en prosa donde ya no importa la acción.
Yo quizá habría añadido la tensión entre el realismo (contar cómo son las cosas) e idealismo (contar cómo tendrían que ser), que aparece a veces como exposición de tesis sobre el mundo, pero que de hecho es una tensión que recorre toda la historia de la novela en un vaivén continuo entre las dos tendencias. Cortázar trata la tensión entre las ideas abstractas y las situaciones concretas, pero no es lo mismo. La novela bizantina es la peripecia de una pareja que obtendrá lo que su pureza de espíritu merece. La novela moderna será la de seres fracasados que acabarán en el basurero de la historia sin importar sus impulsos de ser, en una sociedad que todo lo corrompe.
La tensión esencial es, al final, sostiene Cortázar, entre la pureza del lenguaje literario y el ornamento del estilo. La opción propia, lo que constituyó su voluntad literaria, que se desenvolvería en su inolvidable obra, fue un compromiso con una forma de humanismo mágico y heroico.
En cualquier caso, lo que queda sigue siendo el libro: un fragmento de discurso que ha quedado congelado en la escritura; una parte de la conversación de la humanidad que se preserva en un círculo de memoria que permite la inscripción del discurso en un medio material: en el barro, en pergamino, en papel, en dígitos,..., poco importa el formato.
El libro es el modo en el que podemos asimilar la memoria de lo dicho. Un objeto perfecto: más grande, sería el objeto imaginario imposible que soñó la Ilustración como su contribución a la historia, La Enciclopedia; más pequeño, sería como la hoja del ciego que canta por los pueblos, hoja que lleva el viento de la historia y que no será preservado si no es como memoria oral, copla, cuento, chiste o canto que se transforma de boca en boca.
Jóvenes poetas, viejos topos que construyen las nuevas formas de libro. Los filósofos musulmanes de Andalucía crearon la teoría de los dos libros: el libro divino, en el que está escrito nuestro mundo simbólico, y el libro de la naturaleza, donde está escrito nuestro destino.
Ahí seguimos. Mirando por el agujero del túnel de las palabras, como Julio.
¿Alguna recomendación para un neófito a Cortázar?.
ResponderEliminarDices que la metáfora poética no transforma las cosas, pero cambia nuestro modo de ver, (o sea que transforma al lector )y que la lectura de "la m.de Virgilio" tiene este efecto, podrías ahondar un poquito sobre esto.
En otro orden de cosas, ayer leía tu trabajo colgado en Internet sobre las emociones, contra los eliminacionistas y escépticos, y me chocó ver tanta bibliografía en inglés, no deberían esas referencias a las que aludes estar traducidas al castellano.
Querido Mario, me permito responderte aunque sé que es de Fernando de quien quieres respuesta, y es a él a quien corresponde. Mi recomendación para un neófito a Cortazar: leerlo, simplemente.
ResponderEliminarMi querido profesor, no puedo estar más de acuerdo ¿Y Fernando?
ResponderEliminarLo mismo.Cortázar es parte del canon.
ResponderEliminar"Lo mismo.Cortázar es parte del canon."
ResponderEliminarTe equivocas medio a medio, ojalá la Teoría del Tunel se hubiera aplicado en la literatura como sugirió Cortázar en su vanguardia solitaria.