Todos los discursos conspiran en recomendarnos no perder las raíces y en exaltar el sentido de pertenencia como la condición de existencia más recomendable. En Rocco y sus hermanos se explican las terribles consecuencias que tiene el abandono del campo para llegar a la ciudad: se destruyen los lazos, se cae por la pendiente de la pérdida de valores y se termina en la peor de las vidas marginales. Por otra parte, se señalan las virtudes del sentido de pertenencia. El "mirad cómo se aman" se propone como el espectáculo de la comunidad, el escaparate de los lazos que atan a la persona a un lugar, a un pueblo, a un destino. Son discursos que llenan el mundo, no importa a dónde pertenezcas, a qué grupo o facción, a qué pueblo.
Siento que mi vida siempre ha discurrido por otras sendas y me atrevo a proponer la experiencia del desarraigo como una forma de vida que, creo, se mueve en otro nivel de profundidad que el de la pertenencia. Observo el espectáculo de lo comunitario a menudo: llegas a un lugar y todos se esfuerzan en parecer felices y unidos. Las reuniones abundantes de risas y vino, la familiaridad, los abrazos y las continuas llamadas a una vida simple y feliz. Y tú te sabes de otro sitio, no porque tengas allí los lazos que aquí no tienes, sino porque no perteneces.
Se diría que hace frío afuera, que si no perteneces a algún sitio no sabes localizarte en el espacio, no eres, tu identidad está fracturada y, como si fueses una planta, estás en camino de agostarte si no recibes pronto la savia que solamente los lazos de algún sitio pueden proporcionar.
No es mi experiencia: cuando te vas, y la experiencia del desarraigo es estar yéndose, desde lejos se pierde el ruido del tumulto y te das cuenta que tras los lazos del lugar están los lazos del lugar. Que los lazos atan, que la pertenencia es pertenencia, que los muros se levantan muy cerca de casa y que cualquier insinuación de disgusto o disidencia es pronto castigada con la murmuración, con el "qué rarito eres, hijo", con una vuelta en el torno que aprieta los lazos.
Cuando no perteneces tienes que aprender algunas lecciones: la primera y más importante, es descubrir que la soledad es la verdadera condición humana, la que nos horroriza y de la que tratamos de escapar como tratamos de escapar a la muerte, aún sabiendo que es nuestro destino. Pero la soledad tiene muchas caras: la relación con los otros no es la negación de la soledad. Quien se sabe solo también sabe que las dependencias de los otros son siempre un ofrecimiento propio, una obediencia y una aceptación que no es pertenencia sino don. La soledad no se "cura" con las relaciones. Al contrario, una relación profunda solamente puede establecerse sobre la soledad mutua, sobre la aceptación de la soledad del otro sin tratar de corregir su camino, sino, por el contrario, de aceptar acompañarle por un tiempo, incluso si es el tiempo entero de tu vida. No pides que tu soledad se desvanezca, solamente que se respete.
He pertenecido a muchos grupos, banderías, lugares, familias, y siempre he tenido la experiencia de estarme yendo. Detectas que ya estás en esa condición cuando te cansan los discursos de autoafirmación, se te hacen sospechosos los mítines contra los adversarios y te planteas dudas sobre si no tendrá razón el disidente. Y sientes curiosidad, preguntas, vas a ver y descubres que en el otro lado hay mucha vida, nuevas ideas, te atraen formas de vida y de cultura que tu grupo no sabía ni siquiera de su existencia.
El desarraigo no es, claro, un quitavientos. Como en el mar, hay que aprender a navegar aprovechando los vientos contrarios, orzar a tiempo, a disfrutar del viento en la cara: es la señal que te da la vida de que sigues en movimiento.
Cuando te vas, te avisan: ¿quién te crees que vas a ser fuera de nosotros?, te amenazan con la inexistencia, pero no: puedes contestar con la mayor de las tranquilidades: "yo mismo".
El miedo a la pérdida de las raíces es el miedo más profundo de la especie, es el fundamento de todo poder, que siempre se apoya en ese miedo para su preservación. Solamente hay que atravesar el umbral para descubrir que ese miedo se desvanece como nube que se llevan los nuevos vientos, como el Señor Oscuro que se aleja de tus pesadillas.
El desarraigo te concede, además, otro don: puedes contemplar, como el emigrante que eres, tu vida con una cariñosa nostalgia y volver a casa por navidad para mirar a la vez desde fuera y desde dentro a los que dejaste y, si fuese el caso, simplemente quererles, libre ya de los lazos que te ataron. Y si no, siempre tendrás de tu lado la comedia y la ironía.
Hay que perder el miedo a las puertas: sirven (también) para abrirse y sirven para salir.
Hola, Fernando. Me ha encantado.
ResponderEliminar.
Comparto totalmente la sensación de desarraigo, a pesar, en mi caso, de no haber salido de las murallas de Madrid casi en toda mi vida.
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Afortunadamente, como le oí decir a Savater (aunque no sé si la frase es suya), los hombres no tenemos raíces, sino piernas.
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Un saludo
Gracias, Jesús, es bueno encontrarse en el camino con gente como tú
ResponderEliminarMe uno a la opinión de Jesús: también me ha encantado, especialmente el ver a la comedia y a la ironía como los auténticos "angeles de la guarda".
ResponderEliminarSobre las raíces cito a ese enorme filósofo llamado El principito: "¿Los hombres? El viento los lleva. No tienen raíces. Les molesta mucho no tenerlas."
Un saludo,
Joan.
Creo que uno de los momentos más bonitos que te regala el desarraigo es cuando acaban por alterarse los significados de "partir" y "llegar. Es decir, cuando uno ya no sabe de dónde "se va" y adónde "regresa", y la añoranza de lo que abandonas se confunde en un continuo con la sonrisa por lo que recuperas o reencuentras. O, simplemente, por la expectativa por lo que habrá. La sensación física y emocional de esos (contados) momentos, es imborrable, es una de las experiencias más fuertes que he sentido.
ResponderEliminarLágrimas en los ojos me ha dejado. Gracias.
ResponderEliminarSin raíces, sin pareja, quizás sin familia y amigos, quién sabe qué sufrimientos y soledades la vida nos puede deparar, pero nunca solos, hay una sutil diferencia, en soledad sí pero nunca solos. Uno siempre cuenta con Epicuro, Montaigne y un poquito del profesor Broncano para sobrellevar la existencia.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarMe gusto mucho este texo ya que siendo Argentina convivimos con este sentimiento de desarraigo influenciado por nuestros abuelos. Hoy con la experiencia de haber elegido por deseo propio emigrar a otro pais y haber vuelto a mis raices puedo dar fe que es la experiencia mas esencial que un ser humano vive, romper con los lazos, estar acompañados de un nuevo mundo pero a la vez estar en soledad es el fenomeno mas extraño. Las raices son la base de pertenencia que nos dan identidad, el desarraigo es la maduracion de correr un trayecto sin saber el final, durante su proceso la maduracion es lo que hace parte de la vida para poder criticar, adaptarse, comprender y expandir nuestra mente a nuevos horizontes. Pero lo mas valioso es poder valorar lo que uno no valoro al irse y reivindicar los lazos que nos acompañan desde siempre. Es bueno irse y es bueno volver, pero mejor aun es mejor vivir sabiendo donde uno quiere echar raices. Saludos,
Adriana Bellotto
Me gusta el texto pero echo en falta otra dimensión mas completa del su amplia palabra. Encuentro recomendable el desarraigo como busqueda y aceptacion de uno mismo cómo ser unico e independiente, sin macula alguna. Pero, y donde queda entonces el desarraigo adquirido e impuesto? Cuando naces, creces y aprendes sin arraigo, la busqueda es eterna y carente de resultado. Los modelos y los escaparates son infinitos y ninguno. El norte del carente de raiz se percibe ausente en el tiempo y la angustia de no ser merecedor de laa existencia se instala en la espina dorsal como la sombra que eres.
ResponderEliminarHhhh
ResponderEliminarMe gusta el texto pero echo en falta otra dimensión mas completa del su amplia palabra. Encuentro recomendable el desarraigo como busqueda y aceptacion de uno mismo cómo ser unico e independiente, sin macula alguna. Pero, y donde queda entonces el desarraigo adquirido e impuesto? Cuando naces, creces y aprendes sin arraigo, la busqueda es eterna y carente de resultado. Los modelos y los escaparates son infinitos y ninguno. El norte del carente de raiz se percibe ausente en el tiempo y la angustia de no ser merecedor de laa existencia se instala en la espina dorsal como la sombra que eres.
ResponderEliminarMe gusta el texto pero echo en falta otra dimensión mas completa del su amplia palabra. Encuentro recomendable el desarraigo como busqueda y aceptacion de uno mismo cómo ser unico e independiente, sin macula alguna. Pero, y donde queda entonces el desarraigo adquirido e impuesto? Cuando naces, creces y aprendes sin arraigo, la busqueda es eterna y carente de resultado. Los modelos y los escaparates son infinitos y ninguno. El norte del carente de raiz se percibe ausente en el tiempo y la angustia de no ser merecedor de laa existencia se instala en la espina dorsal como la sombra que eres.
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