Allá por los años 80 del siglo pasado, un filósofo norteamericano, David Lewis, se preguntaba por si acaso pudiéramos establecer algún tipo de categoría que pudiese englobar emociones de una clase, el miedo por ejemplo, pero pertenecientes a especies muy diferentes: humanos, marcianos, pongamos por caso. La discusión es sofisticada y tiene que ver con temas como qué es lo que hace del miedo miedo, al menos desde el punto de vista de los tiempos y contextos en los que escribía Lewis. Me he acordado de aquella discusión pensando en estos avatares que sufren los "mercados" en estos tiempos, algo que viene repitiéndose desde el 2008 como la serpiente de verano que nos aqueja todos los años.
Según algunos analistas inteligentes, si uno observa las aparentes causas del pavor mercantil no encuentra una clara respuesta: primero Grecia, pero no, luego Portugal, tampoco, después España e Italia, no sé, me parece que no, después la deuda americana: va a ser que no, ahora Francia, pues vaya, tampoco. Se despejan las "dudas" mediante las adecuadas medidas de política económica y los mercados reaccionan con una histérica huida hacia otro lugar de temor. ¿Por qué? Estoy esperando volver al curso para que mis inteligentes amigos economistas me expliquen en qué consiste esa inteligencia de los mercados que viene suponiéndose desde Adam Smith. La explicación psicológica más plausible es el miedo. Nada más que miedo. Pero ¿qué miedo?
Muchos recordarán la secuencia de la película de Río Rojo de Howard Hawks, en la que los cowboys están intranquilos porque la tormenta que se acerca ha hecho cundir el pánico en el inmenso rebaño. Uno de ellos, el goloso, se acerca a la carreta e intenta meter el dedo en el azúcar. En el silencio del atardecer caen un montón de cacerolas y la estampida se propaga por todo el rebaño. Tardan horas en controlarla a base de disparos y peligros que cuestan alguna vida y al final John Wayne, muy enfadado, está punto de matar al culpable, salvado a medias por un melancólico Montgomery Clift.
Por más que piense en el miedo que todos tenemos a lo desconocido no puedo entender estos fenómenos de masas sin pensar en los rebaños de vacas de Kentucky. No puede ser que esta gente tenga miedo al futuro como el resto de nosotros: un miedo que controlamos como personas adultas y que no nos lleva a salir gritando y golpeando a los vecinos cada vez que nos asustamos. ¿De qué está hecha esa gente? Estoy seguro que cuando tratan con sus empleados lo hacen con chulería y humos de grandes hombres (me los imagino varones, sí), pero cuando tratan con su dinero les sale el ovino que llevan dentro, y al que sólo johnwaynes pueden controlar a base de gritos y disparos.
Vaya por Darwin y Adam Smith. La inteligencia de los mercados vacunos.
Según algunos analistas inteligentes, si uno observa las aparentes causas del pavor mercantil no encuentra una clara respuesta: primero Grecia, pero no, luego Portugal, tampoco, después España e Italia, no sé, me parece que no, después la deuda americana: va a ser que no, ahora Francia, pues vaya, tampoco. Se despejan las "dudas" mediante las adecuadas medidas de política económica y los mercados reaccionan con una histérica huida hacia otro lugar de temor. ¿Por qué? Estoy esperando volver al curso para que mis inteligentes amigos economistas me expliquen en qué consiste esa inteligencia de los mercados que viene suponiéndose desde Adam Smith. La explicación psicológica más plausible es el miedo. Nada más que miedo. Pero ¿qué miedo?
Muchos recordarán la secuencia de la película de Río Rojo de Howard Hawks, en la que los cowboys están intranquilos porque la tormenta que se acerca ha hecho cundir el pánico en el inmenso rebaño. Uno de ellos, el goloso, se acerca a la carreta e intenta meter el dedo en el azúcar. En el silencio del atardecer caen un montón de cacerolas y la estampida se propaga por todo el rebaño. Tardan horas en controlarla a base de disparos y peligros que cuestan alguna vida y al final John Wayne, muy enfadado, está punto de matar al culpable, salvado a medias por un melancólico Montgomery Clift.
Por más que piense en el miedo que todos tenemos a lo desconocido no puedo entender estos fenómenos de masas sin pensar en los rebaños de vacas de Kentucky. No puede ser que esta gente tenga miedo al futuro como el resto de nosotros: un miedo que controlamos como personas adultas y que no nos lleva a salir gritando y golpeando a los vecinos cada vez que nos asustamos. ¿De qué está hecha esa gente? Estoy seguro que cuando tratan con sus empleados lo hacen con chulería y humos de grandes hombres (me los imagino varones, sí), pero cuando tratan con su dinero les sale el ovino que llevan dentro, y al que sólo johnwaynes pueden controlar a base de gritos y disparos.
Vaya por Darwin y Adam Smith. La inteligencia de los mercados vacunos.
Hola Fernando. Tu reflexión me recuerda algo que escuché hace ya tiempo y que había sucedido con un rebaño de ovejas. No era sin embargo algo extraño, es algo que ocurre a veces en los rebaños (supongo que en los humanos también):
ResponderEliminarAlguien había olvidado cerrar la cerca donde el rebaño pasaba la noche, y algún perro vagfabundo se coló dentro. Las ovejas, siempre asustadizas, comenzaron a recular acosadas por el animal, se fueron apretando más y más hasta que el rebaño completo murió por axfisia.
Tal vez pueda ser un buen ejemplo de lo que marca nuestra economía, pero creo que, en este caso, los inversores no son las ovejas muertas de miedo, sino el perro que se cuela en el redil y, sin tener miedo, impone el pánico a los demás. Yo propongo realizar una clasificación de los especuladores, aunque sólo sea por conocerlos mekor: mis primeras propuestas: http://profesorwolldammheineken.blogspot.com/2011/07/especuladores-10-ejemplos-nadas-mas.html
Aquí el único perro que se cuela en el cercado y que puede ponerlo patas arriba gastando lo que no hay, a cuenta de los demás y si asumir responsabilidades, atribuyendo la responsabilidad del desastre a un ente exógeno y espectral llamado especuladores, son los políticos socialdemócratas de todos los partidos: sea ZP, sea Camps, sea Griñán, sea Varcárcel. Da igual la marca, ya lo advirtió Hayek.
ResponderEliminarSoy de la misma opinión que el profesor "Wolldamm Heinneken". Los grandes especuladores (a los que muchos ignorantes todavia llaman "inversores"), son los perros que imponen el pánico a ese rebaño miedoso. Ese rebaño lo constituímos los ciudadanos de a pie que votamos a los políticos que creemos oportuno; somos los ahorradores; somos los trabajadores que colaboramos a generar riqueza; somos los jubilados que hemos colaborado anteriormente a esa generación de riqueza; etc. etc.
ResponderEliminarEstos especuladores (nunca inversores), no han generado, ni van a generar nunca, un solo euro de riqueza para la sociedad. Son simples y poderosos apostadores de ventaja, que juegan sin ningún principio ético, con los logros sociales de los últimos cien años.
A "Anónimo Malo" le parece que la culpa de todo es de los políticos. Creo que también tiene su punto de razón. Sobre todo, por el elevado grado de sumisión a los especuladores. Creo que es bastante ilustrativo el artículo que publica hoy El Pais: "Golpe de Estado en EE.UU" y que firma Norman Birnbaum http://bit.ly/oQnEdy
Un saludo