La cultura, sostiene Terry Eagleton (La idea de cultura, Paidos, 2001) surge cuando la civilización muestra sus contradicciones. De hecho - continúa- las grandes transformaciones de la idea de cultura ocurren en las grandes crisis de la civilización contemporánea: en el Romanticismo, cuando la idea de cultura (Kultur) se opone a la degradación burguesa de la idea de progreso material; en las grandes revoluciones contemporáneas, cuando la idea de cultura como forma de vida elevada se propone como un horizonte que solamente se alcanzará con un adecuado cambio social (el socialismo como utopía humana); en las crisis nacionalistas, cuando la idea de cultura se convierte en el espíritu del pueblo que busca la autonomía de otro estado opresor; en el mundo poscolonial, cuando la cultura se enfrenta a la civilización imperialista y se convierte en reclamación de las identidades oprimidas. La cultura guarda en su historia una dialéctica de fracaso y de esperanza, de potencial luminoso que abre la creatividad en los tiempos oscuros.
Doy vueltas a esta idea en un día otoñal (de reflexión democrática) después de cansarme ya de tanto discurso apocalíptico sobre la crisis. Observan mis amigos que estamos ante un ataque a Europa por parte de China, India, USA, y todos los que se llevan los puestos de trabajo y la sociedad del bienestar. Von Trier parece haber descrito en Melancholia este espíritu que transmiten hoy todos los medios de comunicación. Ciertamente la generación actual de las clases medias medio acomodadas y en edades medias observan las nubes oscuras por primera vez. Porque de eso se trata: había demasiada clase media. Por supuesto que para las clases dominantes no hay ningún apocalipsis en perspectiva. La crisis es simplemente un estado natural que ocurre cuando la rentabilidad de las acciones caen. Varias películas recientes han descrito didácticamente lo que ocurre acudiendo a la metáfora de una empresa: las acciones caen en su valor; se despide gente; se bajan los sueldos; se aterroriza; las acciones suben. Los grandes fondos no distinguen fronteras: chinos, árabes, Wisconsin, Baviera, Madrid o Cataluña, todo es uno. Por supuesto para quienes se han pasado media vida en las colas del paro y en las colas de la seguridad social la crisis es también su estado natural, después de la breve ilusión de una hipoteca imposible.
Pero es precisamente este estado de crisis y este estado de la crisis el que guarda un potencial de esperanza único en la historia. Todo está a la vista. Nadie se engaña. Nadie puede decir que no sabe lo que ocurre porque todos lo saben. Y es esta instantaneidad de la información la que abre la nueva idea de cultura como un horizonte de posibilidades que están ya presentes y que hay que desvelar. En pocos momentos es tan necesaria la hermenéutica como en las épocas oscuras de la crisis. En pocos momentos como ahora la diversidad y la homogeneidad se han conjurado tanto para crear un potencial de creatividad histórica. Habrá desprecio y represión, pero solo se desprecia y reprime lo que existe. Y ya existe. Está para ser desenvuelto como un regalo para la humanidad. Una corriente de creatividad que nos trae la esperanza desde los tiempos de crisis que pasaron. En Manhattan, en Taipéi, en El Cairo, en Sol... se están creando las tramas que tejerán la civilización. Es cierto que hay un fracaso radical de una forma de cultura que la crisis se está llevando como agua sucia, pero es sólo un paso para una nueva dialéctica entre cultura y civilización, entre cultura y capitalismo, entre civilización y barbarie que ya está naciendo.
Pues yo lo que creo que falla es el capricho. ¿Cómo es posible que haya quienes, por capricho, traten mal a las personas, las subestimen, las insulten o las hagan de menos?. El personaje que realiza acciones por capricho indica que internamente no tiene valores: todo lo que hace lo hace por su capricho. ¿Para qué la responsabilidad si ya tengo mi capricho?. ¿Para qué el deber o la justicia si ya tengo mi capricho?. ¿Para qué usar criterios éticos si ya tengo mis propios criterios estéticos?. El capricho es así: cuando somos poderosos es nuestro amigo, pero cuando perdemos el poder se esfuma nuestra estrella y entonces pasamos a ser lo que era antes aquel al que menospreciábamos o insultábamos. El capricho también es caprichoso
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