sábado, 2 de junio de 2012

Destrezas de cooperación






Estoy enganchado al nuevo libro de Richard Sennett, Together. The Rituals, Pleasures and Politics of Cooperation. Es un libro-álbum de la cooperación en los tiempos modernos. Su tesis es que la cooperación exige ciertas destrezas: en primer lugar destrezas y habilidades para compartir, pues la cooperación nace de nuestra precariedad y de la dependencia que tenemos de las habilidades de otros. Pero también destrezas de cooperación. Las fundamentales, las destrezas de la cooperación comunicativa.
Comienza Sennett analizando dos actitudes que promueven la cooperación: la simpatía y la empatía. La simpatía es la emoción que sentimos por la situación emocional del otro, por su alegría, pena o sufrimiento. La empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar del otro. Es una forma de relación más compleja e interesante donde se mezcla lo emocional y lo cognitivo. Sobre estas actitudes, Sennett construye las dos formas de cooperación comunicativa: la dialéctica y la conversacional. La dialéctica es la que incorpora las diferencias y las constituye en síntesis. La conversacional es un modo situado de atender y escuchar al otro y responder a sus intenciones a veces expresadas en mínimos gestos o silencios. Es, claro, una forma de cooperación más compleja que la dialéctica.
 En el capítulo que estoy leyendo, Sennett continúa esta dicotomía llevándola a las formas básicas de cooperación social: la política, en primer lugar. Estudia Sennett cómo la cooperación fue la estrategia básica de los proletarios en el desarrollo del capitalismo. Surgieron así los grandes movimientos sociales que crearon lo que en el siglo XIX se llamó la "cuestión social". Distingue aquí Sennett dos estilos que habrían de excavar la gran zanja que dividiría a estos movimientos sociales. Un estilo de cooperación dialéctico que, partiendo de las diferencias, las fusionaba en una unión superior. Esta fue la forma "partido", creada a partir de un imaginario militar (por eso se llaman "militantes" a los participantes en esta forma). La otra fue el activismo cooperativo, que comenzó en ciertas instituciones que los "militantes" llamaron "utópicas": era un movimiento de abajo-arriba, centrado en la organización de lo cotidiano, en una organización desorganizada. Se desarrolló espontáneamente en la Comuna de París, cuando París fue abandonada por el ejército, por todos los poderes y el pueblo se organizó espontáneamente sosteniendo la vida de una gran ciudad sitiada. Esta modalidad se generalizó principalmente en el anarquismo español, en los movimientos políticos norteamericanos, especialmente en el norte, en Chicago y en los movimientos negros tras el fin de la esclavitud. Estudia Sennett movimientos cooperativos como los asentamientos para pobres de Chicago, donde se desarrollaron formas de cooperación y activismo centradas en cómo desarrollar la vida cotidiana juntos en medio de una compleja red de diferencias de lenguas, razas, conocimientos, etc. (por cierto, Obama comenzó su trabajo político en una de las instituciones que vienen de esta tradición). Otra forma, muy interesante la desarrollaron los negros de Alabama que inventaron el "workshop". Era un lugar sin maestros donde se aprendían destrezas en cooperación y se desarrollaban también destrezas de enseñanza, para que el alumno se reintegrase en su comunidad difundiendo su conocimiento  (¿sabrán los académicos cuál es el origen de este término que tanto usamos?).
Sostiene Sennett que en parte se está perdiendo la capacidad de cooperación por lo que el llama el "des-skilling", el fin de las destrezas y la uniformización del modelo humano en la civilización contemporánea. Observo en mi campo de la enseñanza que muchos compañeros reaccionan al término "destreza" con una irritación (que yo diría aristocratizante). Es cierto que el lenguaje  burocrático (dialéctico, partidario) de los ministerios de educación nos ha aburrido con el término. Pero, lo mismo que ha ocurrido con el término "taller", se ha olvidado su origen. Quienes participamos en los potentes movimientos de renovación pedagógica de la transición recordamos muy bien que la escuela se concebía como modelo de cooperación en donde había que aprender destrezas y aprender a transmitirlas. Se perdió como se perdió toda una cultura entera de la cooperación barrida por los hábitos burocráticos, uniformizadores y militantes.
Ahora habrá que reinventar la cooperación. Comenzaremos por aprender a escuchar a Sennett, que nos trae la voz de lo perdido.

2 comentarios:

  1. vaya, me alegra ver que alguien defiende algunas de las cosas que se plasmaron en aquella logse hoy tan vilipendiada...los defectos de esa ley, como tantas otras cosas en este país, tenían más que ver con la falta de fondos para implementar esas medidas (más profesores por aula, por favor!) que con la línea que se perseguía con esa reforma....

    A

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  2. La dicotomía es Cooperación versus Competición, y viviendo donde vivimos y como vivimos me parece que es facil saber donde nos ubicamos.

    Términos como competitividad o competición, alumbran el discurso de nuestros próceres.

    Y aparece nuevamente, en la terminología que parece haber salido de textos de autoayuda (con todos los respetos para algunos de estos textos). Así, términos como enfrentarse a uno mismo... "un reto para mi mismo", (o en tercera persona: "un reto para sí sismo").... los retos para uno mismo, siempre me han parecido como ...brindis a la vanidad.

    Cuando me enfrento a la palabra cooperación me ablando como los pulpos apaleados; pienso: todavía queda gente que quiere cooperar, hay alguien que ofrece su tiempo, sus saberes y sus habilidades, no para competir,no, para cooperar....
    buscaré el libro y espero que me ilumine algún trecho de mi discurso vital.

    Ana la de la Carpetana.

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