domingo, 22 de septiembre de 2013

El poder de la duda


Me deprimen un par de lecturas de los periódicos del día.  Leo en este artículo de opinión de Soledad Gallego-Diaz una de las frases que leyó el rey Guillermo de Holanda: “El Estado de bienestar del siglo XX se ha terminado. En su lugar surge un ‘sociedad participativa’ en la que las personas deben asumir la responsabilidad sobre su propio futuro y crear sus propias redes de seguridad social y financiera. La gente quiere hacer sus propias elecciones, organizar sus propias vidas y cuidar unos de los otros”.  Leo también en El Diario que los partidos a la izquierda del PSOE son incapaces de elaborar un programa para ir a las elecciones como coalición. Mal comienza este domingo. Me pregunto si la crisis está siendo acompañada por alguna epidemia que afecta a la inteligencia. 

Los holandeses dicen abiertamente lo que en la práctica se está imponiendo en toda Europa y en el mundo: sustituir el papel de las políticas públicas de igualdad por apelaciones ambiguas a la solidaridad o caridad privadas. Los partidos de izquierda españoles demuestran con sus intoleracias que no han aprendido la lección de los últimos ciento cincuenta años: que las formas son tan importantes como los contenidos, y que sus formas siguen teniendo un trasfondo autoritario, implacable, que les lleva a preferir la catástrofe antes que aceptar acuerdos razonables. 

Debe ser el verano que no acaba, porque llevo dándole vueltas todo el día y soy incapaz de articular un par de ideas sobre los conceptos de justicia e igualdad válidas para  tiempos de cinismo.  No porque no las tenga, sino porque no las tengo claras. Y si esto me ocurre a mí, sospecho que le ocurre a mucha gente que no está muy familiarizada con el discurso político cuando se acerca al punto en el que hay que proponer programas. Y si esto le ocurre a mucha gente es porque no se han debatido bien las cosas, porque los eslóganes se han ido imponiendo y los datos se usan como herramientas que no sólo informan parcialmente sino que ocultan muchas otras cosas.  Y da como resultado estas noticias deprimentes: se da por muerto el estado del bienestar y quienes deberían resistirse no se ponen de acuerdo. 

Si uno mira desde lejos, el bosque cobra una figura definida: la desigualdad económica y social no remite sino que aumenta,  la promesa de la democracia no parece haberse cumplido. Si uno se anima a seguir andando y se mete entre los árboles todo es confusión. Mi amigo Andrea Greppi ha planteado algunas de estas perplejidades en su libro inquietante La democracia y su contrario. Sin instituciones mediadoras entre la multitud y las decisiones no funciona la democracia, si estas instituciones (partidos, etc.), por su parte, se organizan como si fueran entidades independientes que quieren sobrevivir, la democracia no funciona y se convierte en un club de privilegiados. 

Hay muchas más perplejidades que me obnubilan y me impiden decir nada con sentido. Porque, por ejemplo: una de las formas tradicionales de las políticas públicas igualitarias ha sido la de ir consolidando derechos adquiridos para ciertos grupos sociales que estaban necesitados. Gracias a ello podemos disfrutar de sociedades menos horrorosas: educación, sanidad, seguridad social, etc. Ocurre sin embargo que algunos efectos perversos de las decisiones tomadas parecen enfrentar enormes zonas de la sociedad unas con otras: quienes tienen trabajo fijo con quienes no lo tienen, a pensionistas presentes con precarios pensionistas futuros, a una generación que ha disfrutado de cuarenta años de futuro con otra generación que no lo tiene, a la clase media con la clase trabajadora, a los oriundos con los emigrantes, al pequeño empresario con todo el sistema de políticas públicas, a regiones ricas con regiones pobres, a ... No soy capaz de seguir. Uno entiende bien por qué compartimos la ira pero no las respuestas. 

Que estas divisiones son menos naturales de lo que parece y que en buena medida están creadas por la angustia que hace que los discursos se conviertan en eslóganes que proponen soluciones únicas, como si las soluciones fueran únicas, me parece claro. Pero también me parece claro que deberíamos hacernos cargo de estas tensiones ("contradicciones" se llamaban cuando era joven). Juro que soy incapaz de decir dos palabras con sentido. Tendría que repetir alguno de los discursos de quienes se mueven por los senderos del bosque. Pero en mi perplejidad se me ocurre un punto fijo que podría ayudar más que cualquier otra cosa: recordar la forma amenazante del bosque que se ve en la lejanía.

¿Es posible convertir la negación de la desigualdad en propuestas que puedan ser comprendidas y aceptadas por gente que está ya enfrentada por todo este marasmo ideológico? Yo creo (a esta hora del atardecer ya se suaviza mi pesimismo) que sí. Podemos hacer compatibles muchas aspiraciones contradictorias si distinguimos y particularizamos. Los bienes públicos hacen que no todos los que colaboran reciban un beneficio proporcional al costo que han invertido. Pero esta característica es la que convierte al pensamiento, vamos a llamarlo "de izquierdas" o "resistente" o como sea, en un terreno privilegiado para resistir a la otra forma, el mercado. Pensar en bienes públicos no es simplemente negar el mercado, sino incluirlo y repensarlo. El precio (todo tiene un precio) es que hay de desarrollar nuevas formas de políticas públicas que deben adaptarse a las nuevas tensiones. No puede ser aceptable que una generación pague la deuda de otra generación, no puede ser aceptable la rebatiña del trabajo: trabajo para una mitad, paro para el resto; no puede ser aceptable que las instituciones públicas se deslicen hacia la pendiente de instituciones asistenciales,... No sé, de verdad, estaría diciéndolo claramente si lo tuviera claro. 

Sólo puedo compartir mi perplejidad, sólo puedo mostrar la precariedad de mi perspectiva. Pero si es cierto que somos muchos los que compartimos estas perplejidades, ¿por qué los grupos que "teóricamente" lo tienen claro no pueden acompañarnos en la perplejidad y sumarnos todos en una búsqueda, investigación, experimentación, de nuevas formas y abandonar los lemas, eslóganes, pancartas y empezar a mostrar nuestra ignorancia como el fundamento de la fuerza de los de abajo? Porque el escepticismo y la tolerancia, la imaginación y la negación se dan juntas. Y si no son el patrimonio de los débiles, al menos ellos disponen de más que los fuertes. Porque la epistemología se reparte de forma inversamente proporcional a la riqueza. Cuanta más tienes, tu dogmatismo también es mayor y tu capacidad de investigar es menor.

6 comentarios:

  1. Si realmente es bueno poner el dedo en la llaga y más el poder decirlo y gracias por compartirlo desde la perplejidad: ¿cómo mirar el bosque, desde donde nunca lo hemos visto? quizás desde una vista aérea o desde mundo subterráneo entrando por una cueva. Quizás desde un lugar con riesgo, con limite, precariedad o marginalidad... del no saber, del no afirmar... Lo que me aporta, la reflexión es pensar como lugar posible para la reflexión de la democracia, la participación, el bienestar: lo público, desde el NO SABER. Porque en estos temas, hay un profundo agotamiento y agonía de nuestras certezas y a pesar de ello lo que priva, en muchas conversaciones académicas o políticas o coloquiales u organizativas es: ¿cómo el otro no comprende nuestros argumentos?, ¿qué le falta entender a él? o ya plan auto-crítico y humilde ¿qué nos falta explicar? y ya en plan desesperado: ¿por qué es tan necio o equivocado?, o quizás en nuestra impotencia ¿por qué no lo hago comprender mi luminosa interpretación? y quizás, muy remotamente es dificil decir con no tenemos clara la convocatoria de cuáles es el "buen vivir" para algunos, del "vivir" para otros o del "convivir" para los más,porque si es dificil vivir y soportar que hay más de una respuesta, a cada interrogante...pero más terrible es soportar la angustia de que no hay respuesta, ni construida, ni definitiva, ni tentativa. Está bien, si terminó la sociedad de bienestar (que agoniza desde hace más 30 años), a qué se debe convocar ahora... si lo público esta transmutando a que clase de bienes públicos debemos orientar la transmutación...hay algo a consolidar, a preservar o inventar y que aun no existe...bueno el no saber, quizás si nos puede colocar en una necesidad radical...

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  2. Todo esto se resume en que la Sra. Merkel va a seguir gobernando a los demócratas y, a la par, consolidando el inmenso poder que es el sistema de libre mercado: listos que se benefician del trabajo (podemos llamarlo, necesidad) del proletariiado.

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  3. Siempre que hay un grupo social como lo pudiera ser un estado, formado por individuos: hay canales, hay límites, hay barreras, hay espacios públicos y espacios privados y hay tensiones.

    En estos grupos hay individuos que atesoran gran cantidad de contradicciones, los hay que son altamente coherentes entre sus ideas y sus acciones, y los hay que rayan con la incoherencia. En teoría siempre que se analiza un grupo representativo, entorno a la media se encuentra el mayor número de casos (es la curva de una distribución normal o gaussiana).

    Me vienen recuerdos familiares de mis tías poniendole velas a la virgen para que mi primo aprobara las oposiciones de magisterio. Las consecuencias de los anhelos de mis tías eran que la virgen (ser superior) dejara fuera a alguien que fuera más inteligente que mi primo, o más tenaz y eficiente en la preparación de sus temas; La magia de un ser superior que imparte dones y trabajos fijos es una metáfora del mecenazgo.
    Aunque la advocación bajo la que yo llamaría a este ser superior sería la de "Nuestra Señora de la Prevaricación".
    Cuando veo a mi primo empleado en la enseñanza pública reivindicar la enseñanza pública en sus mareas, mientras sus hijos han estudiado en colegios concertados o privados, de mayor calidad bilingüística y mejores horarios (9 a 17h) más compatibles con el trabajo de la mujer fuera de casa, que los públicos: pues considero que esta distribución gaussiana de las contradicciones tiene un eje de asimetría muy negativo.

    No podemos usar las leyes del mercado para adquirir prendas fabricadas a base de explotación y reivindicar que se mantengan los puestos de trabajo con sueldos dignos de las textiles españolas.

    Cada uno cargamos con nuestras propias contradicciones como podemos

    Ana la de la Carpetana.

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  4. Perplejos estamos muchos, pero no es mal comienzo si hacemos como el viejo Sócrates, que la perplejidad nos permita iniciar el camino, construir una salida.
    Muy interesante la observación final sobre conocimiento y poder.
    Salud

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  5. No puede ser que llevemos años oyendo que nuestros políticos electos nos estuvieran lanzando discursos donde aparecía, trufada en diferentes contextos, la palabra "competitividad".: ...no somos competitivos..., ...la economia tiene que modificar toda una serie de parámetros para poder llegar a alcanzar niveles de competitividad del que hoy disfrutan las economías de paises emergentes.... .

    A mí concretamente, me están haciendo competitivizar con una china, o una indú, en mi puesto laboral.

    A mí me gusta mas el verbo cooperativizar que el verbo competitivizar.

    El estado del bienestar es un bien de las sociedades occidentales, que aporta una justicia social redistributiva, que impide que solo los biennacidos tengan acceso a los puestos de preeminencia y consecuentemente a la trascendencia social que lo acompaña.

    Yo no quiero que esto se acabe.

    Ana la de la Carpetana

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  6. Sólo puedo compartir mi perplejidad, sólo puedo mostrar la precariedad de mi perspectiva. Me parece esta una hermosa frase. Nos acerca a la fragilidad, a la debilidad. Desde ese lugar algunas cosas serían más fáciles. Pero ahí no sabemos, ¿por qué no queremos llegar? Tenemos tan interiorizados, los unos al igual que los otros, muchos valores que al final nos impiden actuar en el sentido de cesión, de generosidad, de todo de lo que suponga pérdida material o ideológica de lo propio, ahí en el fondo permanece anclado algo que marca territorio, posesión, a la vez que olfatea con afán, búsqueda, conquista o meta.

    Después de todos los análisis, ¿empezará a extenderse algún día este compartir cada vez más la perplejidad, la precariedad? más que analizar, empezar a sentirlo, y a decírnoslo, y a escuchárnoslo.
    Bajar de la cabeza al cuerpo. Será entonces ya tarde, podrían decir. Pero tarde, ¿para qué? ¿Hay algún sitio al que llegar? ¿A que lugar queremos llegar? Todo lo válido lo puede empezar ya cada uno. En lo cercano, en lo pequeño, aunque sólo sea quitarle agresividad y dureza a las palabras y al peso de este mundo. En la fragilidad, recuperar algo de cercanía hacia el otro y capacidad de cesión. Nosotros, los de a pie. Gracias por este blog.
    Enrique

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