domingo, 2 de marzo de 2014

El presente anclado





Las puertas que han de desmontarse para la fiesta trasladan a Clarissa Dalloway a los días de Bourton cuando tenía dieciocho años y al abrir las vidrieras el aire calmo de la mañana le traía también el sentimiento de que algo espantoso estaba a punto de ocurrir. El misterioso auto que ha ensimismado a toda una una calle con la explosión de un tubo de escape arroja a Septimus Warren Smith a un espacio persistente donde habita el fantasma de su amigo muerto en los morideros de la Primera Guerra. Cada cual se ancla en un punto del pasado. Mrs. Dalloway no sabe si lamentar haber rechazado a Peter Walsh, de quien se descubrió enamorada a causa de los celos que le causó su ulterior matrimonio. Septimus el héroe ha quedado varado en el infierno aunque los médicos niegan que nada le ocurra (la Gran Guerra había abierto el debate sobre lo que hoy llamaríamos síndrome/estrés postraumático). A Séptimus nadie quiere reconocerle su pasado. A Clarissa el pasado le devuelve una imagen oscura y no quiere reconocerse en ella.

La brisa oscura del horror une los dos pasados con el improbable vínculo que la sensibilidad de Virginia Woolf encuentra entre lo privado y lo público, entre el presentimiento de Clarissa y el pozo en el que el veterano Septimus habita. El error personal y el error histórico. Mrs. Dalloway es una sinfonía con dos temas,  la melancolía y el  trauma. La distancia entre estos dos pesos de lo ocurrido nos abre una horquilla de formas de resolver la confrontación entre la gravedad del pasado y la gracia del futuro. El pasado enreda el presente en cuerdas de resentimiento, el futuro sopla con vientos de imaginación que nacen de las fuerzas de la vida. Entre ambos, el presente se esfuerza como el /la adolescente en cuyo cuerpo no le cabe ya el tamaño de su mente. Ruda lección la que nos enseña la Woolf, a quien tantos temen con razón.

"Una casa en el cielo/ un jardín en el mar" canta Cesaria Evora, dibujando el poder luminoso del deseo cuando le liberamos de las constricciones de la realidad. Es en ese espacio improbable donde nos encontramos cuando, como buzos anclados al fondo, nuestro horizonte se desprende de las fronteras de lo real y nos dibuja un cuadro invertido de nuestros miedos. Creemos  o soñamos que los sueños han de salvarnos de las anclas del presente.

El misterio de la vida es que a veces lo consiguen.



4 comentarios:

  1. Si quizás está es una las creencias, que nos puede sostener la ilusión de construir futuros: "Creemos o soñamos que los sueños han de salvarnos de las anclas del presente"...pero aunque sea ilusoria e insostenible como afirma Fernando Broncano R, permite a veces la suspensión de lógicas que naturalizan lo existente, por lo menos para el que así lo vive, a veces tambien da las posibilidades del extrañamiento o incluso de la rebeldía y de animo a la ruptura de la repetición presente o por lo menos la manifestación de la voluntad de violentar dicha reiteración...en fin creencia, suposición, auto-engaño...tambien es o puede ser a veces una posibilidad y anticipación de futuros...

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