domingo, 15 de noviembre de 2015

Vivir con miedo



Este fin de semana me encuentro con tres choques de naturaleza diversa que coinciden en plantearme la misma cuestión: ¿qué es vivir con miedo?, ¿qué es vivir en el miedo?

El primero es el comentario del libro "El mundo según Garp", de John Irving que hemos realizado en un seminario permanente sobre literatura y pensamiento al que asisto hace varios años. Es un relato escrito, me parece, por alguien que vive con miedo y que vive en el miedo: miedo a no triunfar, miedo a no ser buen escritor, miedo a que sus seres queridos, sus hijos, sufran en un mundo que se ha vuelto desapacible, peligroso, en brazos del azar.

El segundo, al final del día, antesdeayer, los atentados de Paris y la tensa distancia que me produce siempre el dolor y la reacción al dolor de las víctimas cuando estas son lejanas (cuando son cercanas todo se hace opaco y nebuloso, la víctima de al lado, plantea una pregunta directa sobre la propia fragilidad que pocos sabemos responder).

El tercero ha sido la visita hoy a la exposición de Edvard Munch en el Museo Thyssen. No sé decir si Munch vivió con miedo, en el miedo, pero los personajes de sus cuadros habitan en ese infierno en donde el interior es tan inaccesible como las ventanas iluminadas de las moradas lejanas que enmarcan muchos de sus cuadros. Para Munch las caras son fachadas: o las oculta o cuando las presenta son impenetrables, ventanas cuya única luz es la destructora luz de la angustia.

Cada accidente, cada acto terrorista, cada crimen o fracaso de la vida confirma al que vive en el miedo que la vida es así, que el único camino es el de protegerse, el de aislar el topos donde se habita real o imaginariamente mediante murallas que palien la angustia de la inseguridad. Me intrigan los ojos de los celosos de Munch que son incapaces de mirar a lo  que creen que ocurre a sus espaldas y se iluminan con una suerte de locura que nace de un mundo al que no podemos acceder porque en el miedo no hay representaciones, hay solo una sucesión interminable de imágenes que activan emociones que, a su vez, activan fantasmas. El que vive en el miedo es adicto al miedo, necesita nuevas imágenes del miedo para sobrevivir un día más en su búsqueda de seguridad.

No seré yo el primero ni el último en decir que el fascismo (de derechas, de izquierdas) se alimenta del miedo, y que el miedo es siempre miedo a la libertad. Padres que levantan muros en la vida de sus hijos para protegerlos de su miedo, estados que levantan muros (inefectivos siempre) para protegerse de su miedo, partidos que cambian sus programas para protegerse de su miedo a perder, escritores, pensadores, artistas, que viven en el miedo a no ser reconocidos.

Me gusta de Munch cómo relata la muerte, la enfermedad. Aquí parece ser mucho más claro que cuando habla del deseo. Saberse en el borde del desastre, mirarlo a los ojos, pensar que la vida es sobrevivir al miedo. Los griegos, Aristóteles, lo sabían mucho mejor que nosotros. Las virtudes morales que cultivaban comenzaban por estas sucias propiedades que no pueden ser descritas en términos puramente "morales" intrínsecos, sino que están constituidas por actos, emociones, normas y, también, por hechos que no dependen del agente. La acusación de cobardía probablemente era la peor acusación para un griego, para una griega. Y pienso igual: en el amor, en la política, en la guerra, en lo que llamamos la vida de familia, ser incapaz de superar el miedo al miedo es el horizonte más oscuro que nos cabe esperar.

No es sorprendente que en los momentos iniciales de la Transición española, cuando la niebla del miedo impedía la visión certera, el día del asalto fascista al Parlamento, cuando el "se sienten, coño", sólo tres personas fueron capaces de superar el miedo al miedo. Las tres eran conscientes de la fragilidad humana. Aquella noche dejé mis discrepancias políticas con Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo y, como muchos, me dije: quién viviera en un país donde nadie se tirase al suelo, o a la ira, o a todo eso que trae el miedo, cuando las cosas vienen mal dadas.

Por cierto, el cuadro, claro, es "La muerte de Marat" de Munch.

3 comentarios:

  1. Me parece muy iluminadora tu observación acerca de la mirada del celoso. En los cuadros de Munch, el objeto de los celos aparece con frecuencia en el trasfondo, sin que el celoso dirija su mirada hacia él. Me parecía que, de ese modo, Munch quería transmitirnos que el celoso IMAGINABA las escenas que le desesperaban, pero tu observación acerca de que el mundo del celoso se descompone hasta al punto de que no representa hecho alguno, sino que su experiencia se reduce una secuencia obsesiva de imágenes. Otra manera de apuntar a la misma idea sería decir el celoso SOLO puede IMAGINAR, nunca VER las escenas que le descomponen porque lo que le descompone carece del orden necesario para ser un HECHO.

    El asunto que más me preocupaba al ver la exposición de Munch era si su afán de desnudar los engaños, de mostrar cómo tras la belleza femenina se encuentra la muerte y la brutalidad del deseo masculino (otra conexión con *El mundo según Garp*), es un ejercicio de lucidez, de desvelar lo oculto con el fin de orientarse o, si por el contrario, se trata de una mirada obsesiva que nos impide vivir. Dicho de otro modo, si el afán por ver el engaño es una fuente de normatividad o una pulsión más del miedo, una renuncia anticipada a vivir. La verdad es que no creo que haya instancia normativa más robusta que el sentirse vivo, inquieto y atraído, de manera que cualquier ejercicio de lucidez o de auto-engaño, de lucha contra el miedo o de concesión de su victoria, no puede medirse desde una instancia independiente. Y, así, pienso que *El mundo según Garp* representa un esfuerzo por estar vivo, por luchar contra el miedo a través del miedo, que tal vez sea lo que más algunos puedan hacer y lo mismo digo de la nocturnidad de los cuadros de Munch. En ambos veo un quehacer que no se deja vencer del todo. Tal vez nos ayuden mirar el miedo que habita en los atentados de París.

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  2. "¿Usted sabe lo que se siente cuando una bota de hierro le patea la cabeza? Qué va a saberlo.". De la película "Aterriza como puedas". Un saludo cordial Sr. Fernando.

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  3. Cuando el miedo enferma eres presa del terror incluso a respirar el aire que entra en tus pulmones. Cuando eres preso del miedo, este te acompaña como unica carta de presentacion. En mi infancia se llamó timidez, con la ñiñez me llamaron observadora, en la adolescencia bloqueo, y en la edad adulta se presenta a mi cómo constante vital de la ecuación que no resuelvo jamas.

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