domingo, 14 de agosto de 2016

La Filosofía y los asesinatos de la calle Morgue




La inoportuna pretensión del rector de la Universidad Complutense de intentar construir una nueva facultad que absorbiese y disolviese a la facultad de filosofía (digo inoportuna por las fechas en las que fue comunicada y por no haber sido precedida de un debate y consulta a los distintos sectores) ha suscitado numerosas respuestas de rechazo en la prensa. Se comenzó protestando por el cierre de la facultad de filosofía, pero más interesante que ese debate, mayoritariamente conducido por filósofos de prestigio, ha sido la deriva más reciente que ha ido tomando. Por aquí y allá han ido saliendo artículos de prensa en los que, sin citar nombres ni corrientes, escuelas o tendencias, se ha ido dejando caer que la decadencia de la filosofía ha comenzado desde dentro.  El estilo general de estos artículos es casi siempre el mismo: se comienza por una queja por el estado de la filosofía y se termina con una acusación soterrada a ciertos sectores de la filosofía como causantes de la muerte.

Es curioso, sin embargo, que las referencias a la filosofía desde miradas externas a ella no han tenido generalmente esta visión pesimista. Por el contrario, la opinión generalizada es positiva e incluso de admiración directa por la importancia del pensamiento filosófico en el conjunto de la cultura. En las intervenciones que ha habido, la amenaza a la filosofía se inserta en el marco de la evolución contemporánea de la universidad, convertida cada vez más en una institución proveedora de “servicios educativos superiores” al albur de las demandas del mercado de los consumidores (estudiantes). No hay, pues, en esta perspectiva falta ni delito por parte de los miembros de la disciplina. Es, por el contrario, desde dentro donde se genera el “caso” de la filosofía asesinada.

Como sabemos, desde sus inicios, la filosofía ha sido una actividad plural dividida en escuelas, tradiciones, jergas y prácticas muy distintas. Esta pluralidad ha generado a veces controversias, aunque la regla más habitual ha sido que cada tradición ignore a la otra. Solo algunos genios creativos como es el caso de Kant han mediado entre tradiciones y lenguas (racionalismo y empirismo o revolución y reforma en su caso). Sin embargo, la situación contemporánea de presión externa parece haber llevado a una nueva actitud. De la ignorancia y el ninguneo se pasa a la conversión del otro en Otro, en gran culpable de las miserias que amenazan a todos. Es sintomático de cómo la filosofía se adapta a los tiempos internalizando la acusación de inutilidad que parece ser la coartada ideológica para su marginalización.

He aquí una lista de las acusaciones sugeridas en términos más explícitos que los que han aparecido en la prensa, donde el deseo de guardar la ropa evita nombrar claramente al acusado. Cada entrada comenzaré con el término genérico “la filosofía”, pero debe leerse como representativa sólo del sector de presuntos delincuentes tal como lo ven los testigos “neutrales”:
  •  La filosofía se ha convertido en una nueva escolástica que persigue el último artículo en inglés de la revista prestigiosa extranjera, como si “aquí” y en castellano no se escribiesen cosas más interesantes a las que atender.
  • La filosofía está enferma del mal francés del lenguaje metafórico, aforístico, siempre oscuro e ilegible, ayuna de argumentos y desbordante de aseveraciones sin justificar.
  •  La filosofía ha renunciado a la profundidad filosófica y ha devenido en un batiburrillo de estudios culturales, feminismos, sociologismos baratos y posmodernismos que han acabado con la gran tradición.
  • La filosofía no se ocupa de los problemas que preocupan a la gente, ni interviene en las grandes controversias sociales y se ha refugiado en un academicismo inútil.
  • La filosofía se ha dejado obnubilar por la ciencia y la tecnología y ha dejado de ser una instancia crítica para pretender ser una ciencia más.
  • La filosofía ha dejado de centrarse en el trabajo académico serio y a los problemas profundos y se ha convertido en un género más de la divulgación mediática y de la tertulia barata.
  • La filosofía ha olvidado que trata de problemas filosóficos y se ha disuelto en historia de la filosofía. Los filósofos se han convertido en forenses que estudian cadáveres del pasado y no cuestiones de la epistemología, la metafísica o la ética.
  • La filosofía se ha dedicado a comentar a epígonos y autores de segunda olvidando que todo filósofo debe comenzar a mostrar su valía enfrentándose a alguno de los grandes.
  • na gran mayoría de filósofos se ha convertido en meros repetidores y preparadores de clase, dejando la investigación y dedicándose a hacer pasillos o tareas burocráticas.


Podría continuar la lista de testimonios informados, pero no tengo ni espacio ni humor para hacerlo. Se puede comprobar en una rápida lectura que las acusaciones son inconsistentes entre sí y que apuntan hacia todo tipo de causas y culpables. No es casual. La psicología cognitiva ha estudiado mucho el sesgo de sobrevaloración, que lleva a que los sujetos juzguen que sus capacidades están en un plano superior a las de los otros (en un conocido experimento, el noventa por ciento de los miembros de una universidad consideraban que cada uno de ellos estaba entre el diez por ciento de los más competentes de la institución). Esto es natural hasta un punto, puesto que parece ir en el paquete de un arte en el que es necesario el reconocimiento de los otros. Lo interesante no es tanto el considerar que la propia tradición es superior a las otras (como hace la teología, que se dedica a estudiar la superioridad de la religión propia sobre las alternativas), sino el juicio de que tales o cuales de las otras tradiciones es la culpable de una amenaza global al campo intelectual de la filosofía.

He recordado al leer este género elegíaco y esta catarata de acusaciones el conocido cuento de Edgar Allan Poe, “Los crímenes de la calle Morgue”. Como recordarán, el inspector investiga unas muertes en un edificio y toma testimonio a los habitantes. Varios declaran haber oído gritos y voces, aunque no pueden decir cuáles eran las palabras porque estaban en otro idioma. Dupin aclara el misterio al reparar en que cada testigo había afirmado que el asesino hablaba en el idioma que desconocía: el francés, que hablaba en español, el holandés que había sido un francés, el inglés, que había escuchado alemán; el español, claro, que era decididamente un inglés, aunque no comprende nada de inglés. D ahí deduce que el asesino había sido un animal: un orangután salvaje.

Es curioso cómo se ha mezclado el desprecio y la ignorancia de las tradiciones que no son la propia con el miedo al futuro produciendo estos testimonios acusadores. Por mi parte me acuso de haber caído en todos o casi todos los errores que presuntamente han causado la muerte de la filosofía. Me reconozco muy contradictorio y variado en mis gustos, así que ya me sé condenado al infierno de los culpables, por lo que no voy a hacer de chivato y contribuir con mi testimonio a acusar quizá injustamente a alguna forma especial de práctica filosófica, pero no me voy escabullir y sí voy a proponer mi personal visión del caso:


A la filosofía la ha matado un orangután salvaje. 

1 comentario:

  1. Pues con esta muerta, la aventura de la vida entra de lleno en un lugar sombrío.

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