Reflexiones en las fronteras de la cultura y la ciencia, la filosofía y la literatura, la melancolía y la esperanza
domingo, 22 de abril de 2018
Esperando a Moloch
Esta primavera ha traído con las lluvias varios libros que palian la pertinaz sequía en la que nos ha sumido el pensamiento único
Sostienen Luis Enrique Alonso y Carlos J. Fernández, dos sociólogos de la empresa, en su nuevo libro Poder y Sacrificio. Los nuevos discursos de la empresa, que la era neoliberal hay que entenderla como una nueva religión. Tiene sus mitos y rituales que se expresan en los nuevos discursos y prácticas que infectan a empresas e instituciones. Una teología del sacrificio: para aplacar a los mercados, los tentáculos de Moloch, fue sacrificado todo resto de poder colectivo o institución pública. Primero fueron los sindicatos, luego las empresas estatales, más tarde los servicios públicos. Se sacrificaron empresas enteras una vez que fueron esquilmadas por la furia acaparadora del nuevo sacerdocio managerial. Se reinstauró la práctica de la confesión con sus exámenes de conciencia, dolor de los pecados y propósito de la enmienda de los fieles. El estado de precariedad y pobreza fue convertido en pecado original y se crearon nuevos rituales de purificación.
Alberto Santamaría, nuestro gran teórico de las torceduras de la cultura neoliberal, exploró en un doloroso trabajo de campo estos rituales que se organizan en cursos de empresa, que se imponen a los parados y cuyos libros piadosos llenan las librerías. Durante un año asistió a cursos de coaching, a discursos de las grandes fundaciones bancarias, fundadas para extender la nueva religión como otrora las órdenes predicadoras, y de su dura experiencia nos trajo su iluminador estudio, el imprescindible Los límites de lo posible, Política, Cultura y Capitalismo Afectivo en donde recorre los mitos del nuevo culto a lo guay, a lo chachi de la creatividad, la flexibilidad, la devoción a las nuevas pasiones y la promesa de la salvación individual. Como hicieron tantas religiones, el nuevo evangelio se apodera del lenguaje de los infieles y cada expresión de indignación y descontento es ahora resemantizada en un canto a la emprendeduría, al arrepentimiento de las dudas y a las virtudes del mercado
Remedios Zafra, en El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, relata la pasión de Sibila, una joven creativa abrumada por las nuevas formas de pecado y redención que son el fracaso y el reconocimiento. Un reconocimiento que ya no se traduce en un salario mejor, sino en los bienes inmateriales que reparte el nuevo sacerdocio a su fieles: sonrisas, palmadas en la espalda, presunto prestigio. El pecado se castiga cono un sufrimiento, un dolor de conciencia, insoportable pues convierte el propio cuerpo en castigo del fracaso. El daño a la autoestima se vive como síntoma moral de la corrupción del alma, que no habrá dedicado suficiente entusiasmo y devoción. Se le exige a Sibila nuevas formas de latría, dulía e hiperdulía, es decir de adoración y veneración a Moloch, a sus santos y vírgenes. Su horizonte vital se dilata desde la miseria cotidiana a un futurible paraíso de bienestar que, ya sabe, encontrará en otra vida, pues la presente será un largo camino de proyectos y fracasos, de precariedad y supervivencia.
Deben complementarse estos hallazgos ensayísticos con otros textos que describen con cuidado la realidad económica del nuevo capitalismo. Entre ellos, sin duda, el más iluminador es el de Esteban Hernández Los límites del deseo. Instrucciones de uso del capitalismo del siglo XXI, publicado hace dos años y en donde se levanta con precisión un alzado de la ruina, un mapa de la destrucción creativa del capitalismo contemporáneo, un relato de la ira del nuevo dios de la avaricia.
Las religiones no tendrían la fuerza que tienen si no se apoyasen en profundos mecanismos psicológicos, si no expresasen la fractura de nuestra conciencia cuando se enfrenta a una realidad que resulta ser en sí misma contradictoria. Luis Enrique Alonso me dio una pista que es iluminadora. El nuevo culto se puede explicar desde el complejo mecanismo que el psicólogo y antropólogo George Bateson describió en los cincuenta como "Doble Vínculo".
El doble vínculo nace en la percepción de una contradicción: "no encuentro trabajo porque me piden experiencia, pero no podré tener experiencia de trabajo si no me contratan". La teoría del doble vínculo es una concreción de estos dilemas (trampa-22) en los que se encuentran las personas muchas veces. Se refiere a una tensión que se crea en el sujeto bajo condiciones de opresión y dominio. Consiste no en una imposición sino en una doble imposición que se expresa en una orden contradictoria: "debes hacer X, pero solamente si lo deseas con pasión". Esta orden contradictoria, claro, solamente funciona bajo condición de un fuerte vínculo basado en emociones. En algunas familias puede ocurrir que el padre o madre maltratadores sometan al hijo a un chantaje emocional "debes quererme mucho por todo lo que hago por ti". El daño que inflige esta presión emocional es constante y dibuja trayectorias completas de vida.
En el caso del capitalismo emocional, la nueva religión neoliberal, el dominio, como el de toda religión es sutil. Por un lado se ha construido una atmósfera oscura de amenaza, una suerte de panorama apocalíptico en el que se narran las prospectivas de una sociedad sin trabajo, sin pensiones, sin otra cosa que un miserable presente continuo. Por otro lado, se somete al nuevo fiel a una increíble presión psicológica de doble vínculo: "si quieres, puedes", "si pones entusiasmo, lo lograrás". El mecanismo destructivo del doble vínculo se basa en que el sujeto amedrentado se halla en un estado de conciencia desgraciada: "yo quiero, pero no puedo". Bajo esta percepción está sometido a una tensión que se reproduce a sí misma y genera una forma de vida donde no ya la existencia material sino la misma existencia espiritual se torna precaria.
El lenguaje mismo, forma expresiva del dominio, se torna doble-lenguaje: "sé creativo" que significa "haz lo que te digo"; "se flexible y emprendedor", que significa "sométete a mis reglas"; "esfuérzate", que significa "trabaja para mí con entusiasmo y sin recompensa económica". Este Newspeak que tan gráficamente desarrolló Orwell en 1984 se ha convertido en la nueva lengua de la empresa y las instituciones.
La nueva religión ha creado también su nuevas jerarquías y sacerdocios. Luis Enrique Alonso lo explica como la creación de una nueva burocracia de control basada en el lenguaje de la creatividad y la flexibilidad. La vieja burocracia weberiana nacía de la división técnica y racional del trabajo. La burocracia era la forma en la que se ordenaba el trabajo experto en un orden piramidal de habilidades y experticias. La nueva burocracia se basa en un previo trabajo de socavamiento de la vieja burocracia, que es denostada por inútil y poco flexible. Pero la burocracia no desaparece, por el contrario, es sustituida por una nueva pléyade de agencias de control, de expertos encargados de establecer protocolos de comportamiento que hacen mucho más rigurosa la actividad presuntamente creativa. Es curioso entrar ahora en un taller de reparaciones. Donde había antes una división del trabajo en "chispas", "motores", "chapas" y un enorme desorden creativo, ahora nos sumergimos en una atmósfera de nueva clínica, de limpieza y asepsia. Los nuevos mecánicos obedecen a protocolos de acción absolutamente rígidos, aterrorizados por los controles de los nuevos burócratas de la calidad. La iglesia de la asepsia y la flexibilidad eternas.
Ilustración de Guy Denning
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