domingo, 16 de mayo de 2021

Materialismo cultural


 En 1983 la compañía Atari realizó un enterramiento masivo de video juegos para consola en un vertedero de Alamogordo, Nuevo México.  Se enterraron miles de cartuchos de un videojuego que no había tenido éxito, E.T. the Extra-Terrestrial y de otros restos de existencias. El hecho se convirtió en un acontecimiento simbólico en la historia de los videojuegos, y fue convertido en leyenda urbana hasta que una empresa Fuel Industries logró un permiso para excavar el vertedero y realizar un documental: Atari. Gameover. Los restos excavados fueron puestos en circulación en parte en el mercado y en parte entregados al Museo del Espacio de Nuevo México. 

Libros que las editoriales entregan a la guillotina, videojuegos que se entierran, desechos y residuos que muestran lo ob-sceno de la cultura, la parte fuera de campo, la materialidad de los objetos. ¿Qué ocurre si ampliamos el zoom, al modo del mapa de Google y nos adentramos en el tiempo histórico definiendo la cultura por sus residuos, por sus desechos, por lo que permanece en el tiempo al modo en que los huesos permanecen cuando los demás órganos han desaparecido? ¿Qué ocurre si consideramos la huella geológica de la cultura? 

Estas son las preguntas que se hace Jussi Parikka, cuyo imprescindible Una geología de los medios acaba de ser traducido al español por La Caja Negra. Jussi Parikka aborda la cultura descentrando la historia y mirándola desde la base telúrica de los metales, los materiales, todo lo que sostiene la cultura, en una línea diferente al (pos)humanismo de Rossi Braidotti. La cultura vista como arqueología de residuos, de metales. Parikka es un investigador finés ahora profesor de Cultura Tecnológica y Estética en la Universidad de Southampton. La ampliación de la mirada más allá de la escala humana ha sido recogida en una larga serie de exposiciones, documentales e intervenciones artísticas que reproducen en obras su propuesta teórica. 

"Esto no va de la nube, va de la energía del enfriamiento" de los enormes servidores de FaceBook. escribe Andrew Bloom en Tubes. A Journey to the Center of the Internet. Todo puede ser reformulado de otras formas: esto no va de videojuegos, va de litio, de platino, de pantallas y semiconductores, de minas a cielo abierto, de geografías del Antropobsceno (es el término que usa Parikka). Su propuesta de fundir cultura y geofísica, ingeniería y arte, es una de las corrientes más interesantes de los nuevos estudios culturales orientados desde una mezcla de marxismo y radicalismo crítico con la tecnología que enlaza con Heidegger y Lewis Mumford.

Comienza a abrirse camino una perspectiva materialista que nada tiene que ver con los materialismos reduccionistas del positivismo, que tampoco se deja encerrar en los límites del materialismo histórico, que deja a un lado el sueño de Engels de un materialismo dialéctico, y que se propone como una base filosófica para lo que hasta ahora han sido éticas medioambientales, políticas de sostenibilidad y otras formas de conciencia de los movimientos sociales verdes, pero que poco a poco comienza a ser un punto de inflexión metafísico. No es simplemente una puesta al día de Spinoza (y los spinozistas contemporáneos), que también. Es, posiblemente, una transformación de episteme, de marco teórico que redefine toda la arquitectura filosófica del tiempo, al modo en que lo hizo el Romanticismo, una época en la que, para bien o para mal, aún vivimos: situar la escala humana en la geológica, el tiempo de los objetos en el tiempo profundo. 

   En sus palabras: 

La idea de tiempo profundo implica un cambio importante: miramos los tiempos profundos de la tecnología de los medios de comunicación a través de, por ejemplo, los minerales y los combustibles fósiles. Y surge una escala temporal diferente de lo que algunos quieren llamar política; es política en ese sentido. También está muy integrada en la noción de politemporalidad, es decir, de múltiples temporalidades empaquetadas en entidades complejas. Al utilizar el término politemporalidad también existe una conexión interesante con el resumen de La Terraformación. 

Yo mismo, cuando describo esta temporalidad, suelo utilizar este sencillo ejemplo del filósofo francés Michel Serres. Habla de las politemporalidades de los objetos tecnológicos. El ejemplo de Serres es el coche-automóvil, que es una especie de condensación de múltiples tecnologías: la rueda es una tecnología antigua; los principios de la electrónica han surgido gradualmente desde el siglo XIX; el discurso de marketing de un coche está muy orientado al futuro, a menudo futurista y lleno de promesas. Y luego podríamos añadir a la lista de Serres las formas en las que, por ejemplo, los vehículos autónomos contemporáneos son también haces de tiempo, donde el tiempo son sus sistemas de predicción de aprendizaje automático, la computación en la nube de lo que hacen los vehículos autónomos, etc. 

Así que este conjunto de temporalidades define lo que es la tecnología. Y luego nuestras metodologías de cómo las desagregamos con fines analíticos es importante: mirar el tiempo geológico es en realidad mirar múltiples escalas de tiempo como se mencionó anteriormente. Y, de nuevo, la idea que me interesaba, en mi trabajo anterior, es la de cuáles son las nociones de tiempo que son lo suficientemente adecuadas y complejas para nuestros tiempos contemporáneos. ¿Cuáles son las nociones de tiempo que son suficientes para las peculiares situaciones que la teoría de los medios de comunicación debe investigar hoy en día? 


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