domingo, 23 de enero de 2022

Ned Ludd y el arte del mantenimiento de la motocicleta

 



Ned Ludd y Capitán Swing son personajes míticos héroes de la historia de la tecnofobia. Fueron nombres que circularon respectivamente en los levantamientos obreros de varias ciudades industriales inglesas de 1811-13 y de campesinos ingleses en 1830. En los primeros, se rompieron y destruyeron diversos telares de las manufacturas y en los segundos máquinas trilladoras que comenzaron a extenderse por esos tiempos en las grandes fincas de los terratenientes. El término ludita caracterizó a una organización que reclutaba gente que estaba contra la maquinización creciente de la industria británica en el primer tercio del siglo XIX. Más tarde se ha convertido en un adjetivo descalificativo de quienes expresan cierta tecnofobia sea global o sea de los simples artilugios de la vida cotidiana. Dadas las derivas del uso del término quizás convenga hacer una reflexión histórica para matizar primero los episodios que dieron lugar al nombre y más tarde las diversas maneras en las que se expresa la resistencia a la tecnologización de lo cotidiano y de la cultura. 

Eric J. Hobsbawm escribió en 1952 un artículo ( "The machine breakers" Past & Present, feb/1.) que es una referencia imprescindible para aclarar los usos del término ludita. El historiador, buen conocedor del movimiento obrero, descalifica en este texto a quienes, a su vez, descalifican a aquellos rompemáquinas con el término "luditas" que se aplicaría a salvajes irracionales sin educación y sin comprensión de la necesidad de mecanizar las industrias. Hobsbawm se distancia de estas lecturas distinguiendo entre la tecnofobia antimaquinística y los sucesos de insurgencia que implicaban la destrucción de máquinas. Con este fin, aduce estas observaciones históricas:

Los levantamientos que incluían ruptura de la maquinaria o de los bienes de las industrias no se limitan a los disturbios de 1811 (en cuya represión, por cierto, se usaron más tropas que las que Wellington estaba empleando en la Península Ibérica contra Napoleón). Por el contrario, fue una práctica recurrente a lo largo del siglo XVII, que, por lo demás, no acabaría tras la Primera Revolución Industrial, sino que se repetiría ocasionalmente a lo largo de la historia del movimiento obrero. Los levantamientos no se limitaron como suele contar el relato popular a los trabajadores y trabajadoras de las industrias de hilaturas sino que fueron comunes en la marina, la minería del carbón y, más tarde, en la agricultura. La destrucción de máquinas, observa Hobsbawm fue una táctica de las uniones obreras en tiempos en que no eran posibles las huelgas largas por incapacidad para crear cajas de resistencia. No eran movimientos contra las máquinas como tales sino resistencias a las condiciones de trabajo y bajadas de salarios que los empresarios justificaban por el empleo de máquinas. Incluso David Ricardo, un economista poco sospechoso de ludismo, fue sensible al contenido de aquellas insurgencias. Así, en el capítulo “Maquinaria” de sus Principios estos reparos limitados escribe: “estoy convencido de que la sustitución del trabajo humano por el de la maquinaria es a menudo muy perjudicial para los intereses de la clase trabajadora […]ahora encuentro razones para creer que el fondo del cual los propietarios derivan sus rentas puede aumentar mientras que el otro, aquel que depende principalmente la clase trabajadora, puede disminuir”. Este párrafo sigue a otros de introducción en los que ha hecho un balance positivo de la mecanización de la industria. 

Por otra parte, añade Hobsbawn, en estas revueltas cíclicas que recorren todo el siglo XVIII no se dañaron solamente las nuevas máquinas telares sino muchos tipos de utillaje tradicional o nuevo. No eran pues las máquinas como tales el objetivo, sino el poder del empresario para contratar a esquiroles con ocasión de la huelga. Las simpatías luditas por el contrario, estuvieron más del lado de otras capas de la población como industriales que temían que la maquinización dejase obsoletas sus empresas, o el comercio artesano tradicional que veía en la proliferación de productos industriales una amenaza a su forma de existencia artesanal. 

El artículo del historiador marxista se refiere únicamente a los levantamientos del siglo XIX, pero un interesantísimo libro del joven historiador Gavin Mueller Breaking Things at Work: The Luddites are Right About Why Yoy Hate Your Work (Verso 2021) recuerda que los motines contra máquinas han sido una constante a lo largo de la historia del movimiento obrero y en el caso de las tecnologías informáticas se han manifestado como piraterías y hackeo en general. Mueller simpatiza con estas formas de resistencia, pero el valor de su texto es recordar que el argumento de Hobsbawm puede extenderse a toda la historia del capitalismo, industrial o globalizado, financiero y digital.



Esta distinción entre tecnofobia en general y la resistencia a las condiciones de trabajo y salario legitimadas por la introducción de máquinas o nuevas formas de organización y gerencia es muy relevante para ir más allá de la dicotomía entre la inevitabilidad del cambio tecnológico, que adoptaron como ideología tanto el liberalismo tradicional como la socialdemocracia y el leninismo y estalinismo, y, en el otro polo, la tecnofobia sin matices que considera que toda innovación es un paso adelante en la senda de la catástrofre. 

En la zona gris intermedia, en los años setenta del siglo pasado surgieron otras posiciones mucho más matizadas, como algunas asociadas a Marcuse, quien consideraba que transformaciones radicales en la sociedad podrían implicar una liberación de la tecnología de las garras del capitalismo, o la tan sugestiva aportación de Robert Pirsig en su famoso libro Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta, en el que abogaba por un cambio de relación con los artefactos, más allá de lo que Albert Borgman ha llamado el "paradigma del dispositivo", es decir, la forma de relación con las cosas que es la máquina que ofrece productos apretando un botón ignorando todo lo que está detrás de este ofrecimiento. Pero esto es otra historia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario