domingo, 16 de enero de 2022

Tres clases de determinismo tecnológico

 




La pregunta por la técnica que Heidegger establece como metafísica cabe replantearla en forma práctica, como una pregunta acerca del lugar de las voluntades humanas en un cambio técnico que parece haber sustituido al destino. Replanteemos la pregunta en dos nuevas preguntas, la primera es acerca de la agencia técnica, la segunda, acerca de la escala a la que opera la agencia técnica. ¿Cómo podemos influir en la técnica? y ¿en qué escala podemos hacerlo? Aquí el nosotros de la primera persona del plural habría que desplegarlo en un complejo de instituciones, leyes, opinión pública e incluso prácticas y hábitos de comportamiento personal, pero dejaremos este despliegue por el momento.

La filosofía y el pensamiento contemporáneos han dado una respuesta básicamente determinista a las preguntas anteriores o, si quieren expresarlo con el famoso título de la conferencia de Heidegger, a la pregunta por la técnica. El determinismo es la forma humana más extendida y ancestral de responder a la ansiedad ante la incertidumbre cotidiana y la certidumbre de la muerte. El determinismo tiene que ver con la instauración de la necesidad y la eliminación de las posibilidades (que, por cierto, hace que la respuesta indeterminista tampoco sea una salida definitiva al determinismo, pues el indeterminismo, nos recuerda James, lo que hace es dejar flotar en un espacio extraño las posibilidades alternativas, sin referirlas a nuestra capacidad de decidir una de ellas). La forma extendida actualmente es el determinismo tecnológico en la doble forma de determinismo redentor y apocalíptico. 

La tesis del determinismo tecnológico sería la de que son las máquinas y no los seres humanos los que hacen la historia y podría expresarse en estas dos tesis:

1)    Autonomía de la tecnología respecto a otras instancias del cambio y desarrollo sociales. La idea de autonomía podría expresarse en los términos de Jacques Ellul: “la técnica obedece a sus propias leyes”, que a veces se traduce en la forma de un imperativo tecnológico: al implementar una técnica se inicia un proceso irreversible y orientado que exige la implementación de otras técnicas (la máquina de vapor exige la siderurgia y la explotación de la hulla, así como nuevas formas de transporte entre estos dos elementos)

2)    Determinación de las formas sociales por las formas técnicas. Su forma más fuerte es que las fuerzas de producción determinan unívocamente las relaciones de producción y estas las instituciones y la conciencia social.

Las dos tesis deterministas aceptan versiones más o menos fuertes o radicales. Acogen además tanto la versión optimista de que las técnicas están indisolublemente asociadas al progreso humano como la tesis pesimista de que la tecnología es el camino irreversible hacia la catástrofe sea social o ecológica. A lo largo de la historia de la cultura contemporánea podemos distinguir tres modalidades del determinismo tecnológico que expanden y aclaran las dos tesis anteriores y que me parecen iluminadoras:

La primera es el determinismo metafísico o, expresado con otro adjetivo, el determinismo nomológico. Afirma que una vez que tenemos el pasado y las leyes de la naturaleza, el futuro es único y está ya dado. La idea guía es que la forma de la técnica moderna, la máquina, define una forma social maquinística, autoritaria. Las formas de determinismo nomológico que encontramos más popularizadas son las de las diversas formas de marxismo cientificista que se extendieron a comienzos del siglo pasado, en particular la idea de que, como he citado antes, las fuerzas de producción determinan las relaciones de producción y estas las demás relaciones sociales e ideológicas. Algunos textos de Marx, especialmente en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859) parecen inducir esta forma de determinismo.

El famoso texto de Marx es:

“En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia.”

La tesis de Marx puede interpretarse estrictamente como determinismo tecnológico o no. Cohen interpreta que las fuerzas de producción, que contienen el grado de desarrollo de la tecnología son, a su vez, resultado de la acción humana que expresa en el conocimiento y la técnica su modo particular de existencia, por lo que estaría planteando más bien una tesis dialéctica. En todo caso no voy a entrar en esta controversia y daré por válida la idea de que al menos algunas formulaciones del marxismo son modalidades de determinismo nomológico. Las tesis del determinismo nomológico han sido popularizadas en el siglo pasado por autores muy influyentes como Lewis Mumford, Siegfried Giedion, Jacques Ellul e Iván Illich:

Afirma Jacques Ellul:

La máquina se sitúa en un orden de cosas que no está concebido para ella y, por esta razón, crea la sociedad inhumana que hemos conocido. Es antisocial con relación a la sociedad del siglo XIX, y el capitalismo no es más que un aspecto de este profundo desorden. Para reestablecer el orden es necesario, en realidad, poner en cuestión de nuevo todos los aspectos de esta sociedad, que poseía sus estructuras sociales y políticas, sue arte y su vida, sus organismos comerciales; ahora bien, abandonada a sí misma, la máquina trastorna todo aquello que no puede soportar el enorme peso, la ingente estructura del universo maquinista. (Ellul, 1954, pg. 9)

La segunda forma de determinismo es el determinismo normativo que está unido a la historia de la Escuela de Frankfurt y sus seguidores, como Habermas y, en lo que respecta a la filosofía de la técnica, Andrew Feenberg. Las tecnologías no solo incorporan sino que imponen valores y comportamientos de la sociedad. La tecnología en todo su barroco despliegue de dispositivos, es una manifestación más de algo más profundo que constituye la cultura moderna, la hegemonía de la razón instrumental. De hecho, impone la hegemonía de la razón instrumental. Recogiendo otros legados de crítica de la tecnología como el constructivismo sociotécnico, Feenberg centra su teoría de la tecnología en lo que denomina el código técnico que consiste en una profunda relación entre el diseño social y el técnico: la forma hegemónica en un entorno social selecciona entre posibles alternativas tecnológicas que, una vez implementadas, contribuyen a reproducir y legitimar el entorno sociotécnico. Feenberg considera que la “racionalidad funcional”, como así la denomina es fundamentalmente un sistema hegemónico de sesgos en la relación de las sociedades contemporáneas bajo el capitalismo con la tecnología. Estos sesgos son producto de dos formas de instrumentalización: una instrumentalización primaria, por la que los objetos se separan del “mundo” para ser examinados solamente con el objeto de descubrir affordances, y una instrumentalización secundaria que articula unos artefactos con otros para constituir formas de vida.

La tercera forma de determinismo es la del determinismo agencial, que ha sido postulado por Langdon Winner en su texto Tecnología autónoma. Se trata de una versión del imperativo tecnológico que contiene, a su vez, dos tesis independientes: la primera, que es casi un axioma de la teoría de la acción, y que encontramos ya en Marx, es la idea de las consecuencias no queridas de las acciones humanas, es decir, la idea de que los humanos hacen la historia pero no en los términos que se proponen, sino en los que determinan las consecuencias no queridas de sus acciones. En lo que se refiere a la técnica, la tesis es, como hemos anticipado ya, que las acciones técnicas no solo introducen consecuencias no queridas, sino que introducen sus propias irreversibilidades basadas en las necesidades propias de las técnicas. Así, la introducción de los teléfonos móviles no hubiera sido posible sin antenas de repetición y de satélites, lo que implica que una tecnología no puede sobrevivir sin muchas otras, que a su vez, determinan adaptaciones sociales..

La expresión contemporánea de estas modalidades se ha ramificado tanto que los artículos y libros sobre el tema llenaría bibliotecas enteras. Encontramos una larga lista de variedades de jardín de determinismos más o menos popularizantes o divulgativas. Citaría sin la menor duda la literatura sobre la 4ª Revolución Industrial, comenzando por su formulación paradigmática en el libro de Klaus Schwab, fundador del Foro Económico de Davos, titulado precisamente así, La cuarta revolución industrial. Esta larga bibliografía contiene junto a una serie de prospectivas sobre la futura falta de trabajo por la irrupción de las inteligencias artificiales, la norma implícita y clásica del determinismo: “esta evolución es inevitable y las sociedades deben adaptarse a ella cuanto antes”.

Dejo para otra entrada la crítica al determinismo tecnológico, pero avanzo la siguiente argumentación: “determinismo tecnológico” es un oxímoron como “música militar”: cuando es determinismo no es tecnológico, cuando es tecnológico no es determinista.


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